"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 7 de abril de 2012

La Pascua



El término pascua proviene del hebreo pesah y significa sacrificio por la inmunidad del pueblo.
Es una solemne fiesta religiosa que se celebra a la mitad de la luna de marzo en memoria de la libertad tras el cautiverio de Egipto y en la que se inmola un cordero  pascual.
Para los católicos es la fiesta solemne de la Resurrección del Señor y fue establecida en tiempos apostólicos precedida de una semana llamada Semana Santa.

En el concilio de Nicea celebrado en el año 325 se ordenó celebrarla el domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo, por lo que la fecha de celebración oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
En el transcurso de la historia esta festividad ha incorporado ritos de pueblos conversos como los fuegos de pascua y los huevos de pascua, que no estaban en la tradición apostólica.
Durante mucho tiempo era tradicional que las fiestas de Pascua, como la Semana Santa sean celebraciones familiares, y motivo de visita y concreción de acercamiento a parientes y amigos que no se ven durante el año.
Se aprovechaban los feriados para tratar de unirse, estar todos juntos ya sea en la casa de uno o de los otros, pero el fin principal era la celebración religiosa en comunidad familiar, y si era posible en la comunidad parroquial, barrial o del pueblo.
La Pascua en las comunidades cristianas es la apoteosis y la concreción  de la esperanza, después de los episodios históricos de la semana, la Cena del jueves, la Cruz y la muerte del Señor el Viernes, la  Pascua es la Resurrección.

Es la alegría después del dolor.

Es aceptar que la vida tiene inconvenientes, a veces que parecen insolubles o imposibles de resolver, pero que siempre hay una esperanza de una vida mejor, y que es posible que esa vida llegue a tiempo para nosotros.

En la Pascua se resumen las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad o el amor.

¿Pero que pasa en nuestro interior y en nuestra existencia?
¿Como vivimos esta Semana como modelo de toda nuestra vida?
¿Aceptamos las contrariedades, reaccionamos ante los contratiempos o la negativa de las personas o de situaciones que han sido caras a nuestros deseos y no se concretan?

El sentido profundo de la celebración es que seamos capaces de aceptarlas y aun así vivir con alegría, disfrutar de la vida, porque es el más grande valor y el sustento necesario.
Que seamos capaces de entender que nuestros deseos y nuestros placeres no siempre son satisfechos y van en relación con el deseo y el querer de los demás.
Que debemos vivir una vida buena, entregando la bondad al prójimo, siendo solidarios, y amar independientemente de la reciprocidad, sin esperar o sentir que el otro está obligado a devolvernos y que podemos hacerlo en medio de las dificultades, cuando no alcanzamos nuestras metas y aun cuando perdemos seres queridos.

Por eso la fe, porque siempre habrá una Pascua, por eso la esperanza, porque la Pascua llegará a nosotros y por eso el amor, porque no hay mayor amor que dar la vida por el otro.

Ese amor es fecundo, se esparce como el sembrador esparce las semillas, y hace que sea posible un mundo mejor, que la gente se respete, se dignifique y sea capaz de vivir una vida feliz.

Claro que tendremos problemas, cierto que no alcanzaremos todas nuestras metas, porque están relacionadas con nuestra capacidad, con nuestro talento y con nuestra voluntad.

Pero ese amor, a semejanza del Amor Divino, esa capacidad de dar y estar al servicio del otro conseguirá el milagro.

Que la Pascua se universalice y que la humanidad pueda brindar con sus acciones y su comportamiento un canto de alabanza, de alegría y de felicidad.

Elías D. Galati

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