Por
Susana Merlo
Campo 2.0
Cada vez es más evidente que la famosa “mesa de los argentinos” tiene un equilibrio altamente inestable y que dista de lograr los resultados mínimos que parecieron inspirar a sus impulsores (al menos, en los discursos).
Ni la “leche para todos”, la “carne para todos”, el “pescado para todos”, las “milanesas XXI”
o los “cerdos (eróticos) para todos” sirvieron más allá de la promoción mediática y el engrosamiento en las cuentas personales de algún operador, siempre “amigo” del poder de turno.
La gente común no accedió prácticamente a ninguna de esas ofertas limitadas a unas pocas bocas de expendio, y los precios en general de todos estos alimentos aumentaron considerablemente, al punto que en casos como el de la carne vacuna, la ingesta llegó a bajar más de 12 kilos por persona, y por año, casi 20%, al tiempo que caía la producción y se reducía en forma alarmante el stock vacuno local.
Ahora también se suma la falta de yerba mate, mientras pocos recuerdan que según los funcionarios de Comercio, el pan no tendría que valer mucho más de $ 2,50 el kilo (está a $ 15 o más).
Nadie se hace cargo ni de la situación ni de los faltantes.
Por supuesto que también ocurrió con las “garrafas sociales” y otros tantos artículos.
Sin embargo, y tal vez por el ascendiente “tano” y “gallego” de buena parte de la población, “la mesa” tiene un valor muy singular.
Es un tema sensible, emblemático, y la historia argentina está plagada de ejemplos de “precios políticos” para los alimentos, justamente por esta razón.
Pero tal vez por esto mismo, y sobre todo por los muy malos resultados que siempre tuvieron estas políticas de intervención sobre los mercados, es que no se entiende la insistencia de algunos funcionarios en seguir adoptándolas.
Naturalmente, en épocas florecientes, cuando hay producción en exceso para abastecer al mercado interno y exportar, es muy fácil hacer “distribucionismo”.
En ese momento, nadie mide los costos, pero resulta que algún tiempo después, forzada la caída de rentabilidad por los precios artificialmente bajos con los que los funcionarios hacen demagogia con los recursos y el trabajo ajeno, la producción comienza a caer.
¡Parece mentira que la gente quiera trabajar y producir, y ganar una renta digna por hacerlo!
Lo concreto es que cuando las situaciones de intervención se prolongan en el tiempo, la producción comienza a caer hasta que, en los casos más extremos, deja de alcanzar para el propio consumo local, y en los más atenuados, se debe dejar de exportar.
En medio, los precios se disparan y todo el mundo paga mucho más caro ya que el único “control” de precios factible es con oferta abundante.
Nunca al revés.
El esquema es de “libro”, aunque muchos funcionarios parecen no saberlo hasta que lo experimentan en carne propia.
Pasó con las manzanas.
Pasó con la carne vacuna que llevó a que Argentina, otrora emblema en el mundo, prácticamente desapareciera de los mercados internacionales hasta con la codiciada Cuota Hilton de la que este año va a quedar sin cumplir alrededor de un tercio, o sea, más de 10.000 toneladas.
También pasó con los lácteos que como la carne, vienen reclamando por recorte de la renta desde 2005/06.
Lo mismo con el maíz, verduras varias, etc.
¡Ni hablar del trigo que para la campaña que está comenzando se estima que el área de siembra puede bajar más de 50%!, y que llegó a tener en esta década la menor superficie cultivada en 108 años.
Demás está decir que se perdieron muchos de los más de 60 mercados de trigo que la Argentina tenía en el exterior.
Ahora, con la menor producción, es imposible hacer “distribucionismo” o poner precios demagógicos.
Se intentó con la carne de cerdo.
Hasta se cerró la importación, y lo único que se logró es que falten también chacinados, además de los cortes que la producción local no pudo abastecer.
La única forma de distribuir riqueza es generarla primero.
Con los alimentos ocurre lo mismo, y la única forma de que alguien invierta es que tenga alguna ganancia y los riesgos normales de la actividad.
Lamentablemente, en la Argentina alimentaria falta seguridad para la inversión y sobran “riesgos” por los cambios continuos en las reglas de juego.
Por eso no puede extrañar que la “mesa de los argentinos” esté cada vez más renga.
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