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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 6 de octubre de 2012

Cómo "sobreviven" los gendarmes al fin de semana largo de protesta



Dicen que el servicio "es una pasión" y aguantan con enlatados, haciendo dedo y durmiendo en el piso. Historias de agentes con hambre. Galería de fotos.

Por Patricio Caruso (*)

El cuarto día de protesta llega a su fin. Pero los más de 500 efectivos que aguardan una respuesta del viceministro de seguridad, Sergio Berni, se preparan para pasar todo el fin de semana entre banderas, cantos y bolsas de dormir frente al edificio Centinela, en Retiro.
El Gobierno ya dijo que no les dará una respuesta hasta el martes.

“Los gendarmes no vivimos: sobrevivimos. Vamos a estar acá todo el tiempo que sea necesario sin ningún tipo de inconvenientes”, le dijeron a Perfil.com en la noche del viernes.

Cerca de las cinco de la tarde comenzó a circular una gorra recaudadora para comprar comida. Es que para el segundo día de protesta comenzaron a llegar sus mujeres y sus hijos: "Nosotros podemos estar tomando mate o comiendo enlatados, pero acá hay familias", dicen y explican: “En el trabajo cotidiano de la gendarmería está pasar hambre y dormir hacinados, pero no permitiremos que la gente que nos acompaña pase por lo mismo”.

Un pequeño problema.
Siempre listos para organizar la supervivencia, una veintena de efectivos está a cargo de la comida.
 “La cantidad de personas crece, pero la cocina no”, se sincera uno de los agentes mientras acomoda bolsas de yerba, un insumo clave para el campamento.
Por ese motivo, de su cocina solo saldrá comida para mujeres y niños.
Los demás “se la van a arreglar como puedan”, esboza.

Con la noche llegará el sueño de los manifestantes que, ante las preguntas de Perfil.com, responden de forma distinta.
Algunos tienen bolsas de dormir y no tienen problemas en tenderlas sobre los pasillos del edificio o en la misma vereda.
Otros ingresarán a sus puestos de trabajo durante la noche y volverán al campamento al terminar su turno, sin saber dónde y cómo cerrarán sus ojos para descansar.

Quiroga es un cabo que nació y trabaja como gendarme en la provincia de Formosa.
“Ayer entré de vacaciones y me vine a la protesta haciendo dedo”, narra. Hasta el mes pasado, su sueldo en blanco llegaba a los 600 pesos y era completado por 4 mil pesos en negro. “Entro a trabajar a las 10 de la noche y salgo a las 2 de la tarde del otro día”, describe su rutina.

Entre lágrimas de emoción, cuenta la triste realidad que viven los gendarmes: “En su mayoría vienen de orígenes muy humildes, escapando de la pobreza ingresan a Gendarmería donde encuentran contención. Pero las condiciones de vida son extremas. Nunca sabés dónde podés estar mañana, pasás hambre y tu vida vale muy poco”.

Aún así, Quiroga tiene un motivo de festejo: “Ya conseguí un trabajo como ayudante de construcción para pasar este mes de vacaciones. Me pagan 150 pesos el día y me va a servir para llevarle plata a mi hija”, cuenta.

Como el resto de los efectivos que dialogan con este portal, Quiroga coincide en que “ser gendarme es una pasión” pero “nos duele que trabajando 16 horas diarias y pasando todo lo que pasamos, nuestros hijos sufran necesidades”.

(*) Especial para Perfil.com

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