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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 6 de octubre de 2012

Más allá de Prefectura y Gendarmería, el tema de fondo



No es complot, es conflicto por la distribución de la riqueza. Por ejemplo, el poder adquisitivo de los empleados estatales (según en CVS de INDEC y la inflación del Congreso) se encuentra un 34% por debajo de los niveles de la salida de la Convertibilidad (2001). La elevada inflación que distorsiona los ingresos de los asalariados y provoca una conflictividad social creciente. El horizonte es de muchos más problemas, en un escenario de deterioro político de Cristina Fernández de Kirchner. Los del Frente para la Victoria podrán denunciar conspiraciones a diario pero no podrán impedir el reclamo que se extiende porque la inflación elevada provoca perjuicios crecientes. Aquí un interesante informe de la consultora Economía & Regiones:



Lo que ocurre es que la desaceleración de la inversión atenta contra la creación de empleo; haciendo que los salarios pierdan dinamismo y empiecen a ajustar por detrás de la inflación. (Economía & Regiones)

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Economía & Regiones). El Índice de salarios que elabora mensualmente el INDEC, analiza la evolución de las remuneraciones nominales, tanto del sector privado como del sector público de la economía argentina. 
 
Según la información más reciente, correspondiente al mes de Agosto ‘12, los salarios (nivel general) crecieron un 25,4% con respecto al mismo mes del año anterior. Estos resultados estuvieron impulsados principalmente por la mejora de los haberes de los trabajadores del sector privado “en negro”, que crecieron 30% interanual y del sector privado registrado, cuya expansión alcanzó un 28%. Del otro lado, el aumento de haberes del sector público muestra un marcado rezago respecto del resto, con un aumento interanual de 14,5%.
 
A fin de conocer la evolución de los salarios en términos reales, es posible contrastar la dinámica de los sueldos con la expansión del costo de vida y así tener una medida del poder adquisitivo de los trabajadores. 
 
A priori, mientras que el salario promedio se habría incrementado un 468% en términos nominales entre enero de 2003 y agosto de 2012, los precios habrían aumentado menos de la mitad (un 118%) según el IPC del INDEC; lo que implica un incremento del poder adquisitivo de los haberes promedio del 161% entre el inicio de 2003 y casi la mitad de este año. 
 
Dicho lisa y llanamente, según el INDEC, este incremento del ingreso real implica que un trabajador puede hoy adquirir más de 2,5 veces la cantidad de bienes y servicios que compraba en el 2003.
 
Si el análisis se hace por sectores, se observa que –para los datos oficiales- el ingreso de un trabajador no registrado casi que triplica al incremento de precios, lo que implica un incremento del salario real de prácticamente un 200% en el período bajo estudio. Incluso el salario del sector público parece haberle ganado a la inflación, forjando un aumento del poder
 
Visto desde el absurdo, la relación salarios e inflación presentada por el INDEC implicaría la redistribución del ingreso más progresiva de la historia del capitalismo mundial en el lapso de tiempo más breve.
 
Lo llamativo, es que los datos oficiales muestran una mejora en la redistribución del ingreso de aproximadamente un 23%1; y dicha mejora está lejos de reflejar el supuesto avance del poder adquisitivo de los salarios (161%) sugerido por los propios números oficiales.
 
Por otro lado, este avance del salario real tampoco se refleja en el incremento del PBI por trabajador a precios constantes. El producto (real) por trabajador habría aumentado casi un 50% entre el 2003 y el la mitad del 2012 según los números del INDEC. 
 
Si contrastamos la mejora del PBI por trabajador (50%) y el incremento del salario real (161%), la ganancia de los empresarios debería haberse desplomado y perdido mucha participación relativa dentro de la estructura del producto. Los números oficiales no verifican esta alternativa, por lo que el aumento del salario real medido por los números del INDEC es poco creíble.
 
Veamos entonces otra medida de la dinámica del salario real en Argentina
 
Dado que las estadísticas oficiales no reflejan el verdadero aumento de precios, es necesario deflactar los índices salariales con el costo de otra canasta de bienes y servicios que se ajuste más a la realidad. 
 
Por ende, al comparar la evolución del ingreso de los trabajadores con la inflación medida a través del IPC-Congreso, es posible determinar el poder adquisitivo del salario a lo largo del tiempo con mayor precisión.
 
La devaluación del peso argentino en 2002, en un contexto de recesión económica, implicó una fuerte licuación de los salarios reales. No obstante, partir del 2003 la recuperación del nivel de actividad repercutió directamente en una recomposición del poder de compra de los haberes. 
 
En los últimos años, los salarios crecieron -en algunos casos- a tasas superiores a la inflación, contribuyendo así a la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores.
 
Se observan diferencias significativas en la evolución del poder compra de los distintos sectores que componen el índice general. Por un lado, los trabajadores privados formales ya han recuperado, e incluso superado, el poder adquisitivo perdido luego de la salida de la convertibilidad. Actualmente, los salarios reales de los trabajadores privados registrados y no registrados, se encuentran casi un 60% y un 69% respectivamente por encima del nivel que a principios de 2003.
 
No obstante, cabe señalar que las crecientes presiones inflacionarias han frenado la recuperación de los salarios reales de los empleados públicos. En efecto, el poder de compra de este grupo de trabajadores ha retrocedido en los dos últimos meses, y se ubica un 11% por debajo de enero 2003.
 
Si se analiza detenidamente la serie de salario público real, se observa que los incrementos de haberes estatales se mantuvieron en línea con la inflación entre el inicio del Gobierno K en 2003 y los primeros meses de 2007. Incluso cuando la inflación comenzó a acelerarse en 2007, los incrementos salariales del sector le ganaron la pulseada al aumento de precios, forjando una expansión del poder de compra hasta el 2010 inclusive. 
 
De modo en que entre el 2007 y el 2010, con algunos vaivenes, el salario real del sector público superó los niveles del 2003.
 
Justamente este avance del salario contribuyó a deteriorar “la salud” de las cuentas públicas; primero a nivel provincial (dado que los haberes tiene un mayor peso en la estructura de gastos) y luego a nivel nacional.
 
En efecto, el deterioro de las cuentas fiscales provinciales impone un techo a la expansión del salario, ya que el gasto en personal es la partida de mayor peso relativo en la estructura de erogaciones del Sector Público Provincial. 
 
Concretamente, hacia fines de 2010 y comienzos del 2011, el salario estatal se retrasó respecto de los precios, haciendo que el poder adquisitivo del ingreso asalariado se reduzca, se ubique por debajo de los niveles de 2003 y se amplifique la brecha con respecto al resto de los salarios de la economía. 
 
Además de esta brecha, el poder adquisitivo de los empleados estatales (según en CVS de INDEC y la inflación del Congreso) se encuentra un 34% por debajo de los niveles de la salida de la Convertibilidad (2001).
 
Por último, cabe señalar la dinámica reciente del poder adquisitivo de los haberes. Los últimos doce meses muestran una marcada desaceleración del salario real promedio en comparación con el mismo período un año atrás. Mientras que el poder adquisitivo de los haberes promedios se incrementaba un 4% anual en agosto de 2011, este año hay una expansión de sólo un 1%. La desaceleración es todavía más pronunciada si se consideran los ocho meses de este año, comprendidos entre diciembre y agosto, en donde se exhibe una mejora todavía menor al 1%.
 
Lo que ocurre es que la desaceleración de la inversión atenta contra la creación de empleo; haciendo que los salarios pierdan dinamismo y empiecen a ajustar por detrás de la inflación.
 
En pocas palabras, a medida que se enfría la demanda de empleo y la economía reduce su capacidad para generar puestos de trabajo, los aumentos de salarios convergen a la inflación.
 
A su vez, la falta de inversión elimina la posibilidad generar mejoras de la productividad que se transfieran al salario. Es decir, la insuficiente inversión, aunque indirectamente, también le pone un techo al incremento del poder adquisitivo del salario.

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