Como buenos aspirantes al dominio de las masas, los K han sido represores con la disidencia, paternalistas con los aduladores, demagogos con los derechos, corruptos con las ganancias, aliados de los visionarios de turno y manipuladores de la memoria histórica.
Por Pilar Rahola
Las noticias de allende el Atlántico vienen, como diría el poeta, "cargadas de futuro".
Porque, pese a la victoria del peronismo, es indiscutible que la formación de la todopoderosa Cristina ha sufrido un revés.
Y aunque continúa dominando el Congreso, su dominio se ha empequeñecido seriamente.
Lo cual no es baladí, porque lo que hay en juego es la necesaria reforma de la Constitución para que el imperio K continúe reinando sobre la tierra argentina.
No olvidemos que todas las maniobras de la presidenta han ido dirigidas a asegurar la continuidad, y para ello necesita una abultada mayoría parlamentaria que hoy por hoy está debilitada.
Además, dada la tradición peronista de seguir al victorioso tanto como despreciar al derrotado, K puede sufrir notorias deserciones.
El resultado, pues, de estas elecciones se produce en el 2013, pero su eco resonará con notable contundencia en las presidenciales del 2015.
Lo cual ¿es bueno o malo?
Personalmente, creo que es el inicio de una revolución interior de la sociedad argentina, cuya deriva hacia una persistente destrucción de los fundamentos democráticos se había tornado preocupante y casi irrefrenable.
Pero como ha pasado tantas veces en la historia, Argentina sabe sorprender para bien, y estas elecciones, con un Massa dominando la escena y un imperio K mostrando fatiga en el hormigón de su palacio, traen buenos augurios.
Y no tanto por quienes pueden llegar a desbancar a esta aprendiz de Evita, en versión pos moderna, sino porque el intento de mantenerse en el poder sine die, cual monarquía camuflada, empieza a resquebrajarse. Y teniendo en cuenta lo que ha significado el kirchnerismo en estos años, la noticia es esperanzadora.
Pero "¿qué ha significado?", me preguntan algunos amigos del buen progresismo que creen que la señora K ha sido un dechado de derechos sociales.
Y mi respuesta es tan desoladora como aparenta:
El kirchnerismo ha significado el uso mesiánico y autócrata de los recursos que las democracias modernas tienen para garantizar los derechos ciudadanos.
Como buenos aspirantes al dominio de las masas, los K han sido represores con la disidencia,
paternalistas con los aduladores, demagogos con los derechos, corruptos con las ganancias, aliados de los visionarios de turno y manipuladores de la memoria histórica.
Todo aquello que suena bien en la retórica de los discursos fue secuestrado por los K, pero sólo era retórica vacía preñada de populismo.
En lo real, la república se iba agujereando, y los diferentes controles del Estado se mezclaban hasta el punto de depender del Ejecutivo.
En Argentina ha habido incluso miedo al poder, y ello en una tierra con tan buenos analistas políticos.
Por supuesto, no sé lo que depara el futuro, pero por primera vez después de tiempo, el presente da señales de vida más allá del imperio K.
Y ello es tan buena noticia que disipa el miedo a las incógnitas.
(*) Pilar Rahola Martínez es una filóloga, ex política y periodista española.
Boletín Info-RIES nº 1102
-
*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
No hay comentarios:
Publicar un comentario