"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 31 de enero de 2014

Ortega entre nosotros


Por: Carlos Mira - Publicado: 31/01/2014 - EDITORIALES

Hoy, avaros.
Ayer, inescrupulosos.
Antes de ayer, anti patriotas y desestabilizadores.
Todo eso somos nosotros a juicio del jefe de gabinete.
¿Ellos?
Nada, víctimas, junto a los argentinos desprendidos, escrupulosos, patriotas y responsables que sufren las consecuencias de los actos de rapiña de los primeros.

¿Hasta cuándo los insultos?, ¿no advierte el ministro que todos somos todo?

¿Acaso el “inescrupuloso” en su calidad de verdulero no es “víctima” en su calidad de consumidor de licuadoras?,
¿Acaso el “avaro” exportador no es “víctima” en su calidad de consumidor de artículos con componentes importados (que son la inmensa mayoría de la oferta argentina)?

Como decíamos ayer es posible que algunos oídos inflamados y otros individuos excitados de la sociedad, a quienes se les insufló durante todos estos años una dosis abundante de odio y rencor, no alcancen a ver estas obviedades y realmente crean que la sociedad puede dividirse linealmente entre “buenos” (víctimas y pobre gente a la que el gobierno defiende) y “malos” (especuladores, avaros, desestabilizadores).
Pero lo cierto es que eso es una fantasía demagógica solo inventada por el poder del Estado para seguir reinando sobre una manda de estúpidos que en mayor o menor medida sufren los mismos problemas, causados, justamente, por el Estado.

Por eso sería interesante que más allá de nuestras diferencias, aunque sea por una vez en la vida, dejemos de lado las mentiras clasistas y tomemos el insulto a uno de nosotros como un insulto a todos y que sepamos distinguir que aquello que nos imputan son las pocas herramientas que manejamos para tratar de defendernos del enorme desmanejo al que nos ha sometido una mezcla de ignorantes y caprichosos que dirigió a la Argentina a la situación en la que se encuentra hoy, desaprovechando la oportunidad histórica más relevante que el país ha tenido en el último siglo.

Mientras el jefe de gabinete nos dedica sus improperios cotidianos, la presidente sigue mostrando un alarmante costado “a la defensiva” como probablemente nunca lo haya puesto de manifiesto otro presidente de la democracia.
Ayer volvió al aire con una serie de tuits preanunciado, con un notorio vuelo de su imaginación, los titulares de los diarios de hoy.
En la presidente anida, evidentemente, una periodista frustrada.
Estoy seguro de que le habría encantado componer las noticias en la seguridad de que, con eso, domina la mente de sus lectores.
Cada vez que puede se imagina a si misma en la mesa de edición, titulando y ordenando los títulos, como si fuera un jefe de redacción.

Una vez que redacta el diario que ella cree que otros van a redactar se dedica a criticarlo como si su invento ya fuera una realidad.
Lo hace con el brío que tendría alguien que tuviera enfrente algo real.
Pero no es real.
Los “titulares” fueron los que ella misma imaginó unos minutos antes.

En 1929 José Ortega y Gasset, después de visitar la Argentina por segunda vez, escribió un ensayo magistral llamado “El hombre a la defensiva” en donde invierte unas 80 páginas tratando de entrarle a la personalidad de ese fascinante y nuevo tipo humano llamado “argentino”.

Va y viene, disconforme con las conclusiones parciales a las que va llegando.
Finalmente advierte una característica que lo conmueve y lo sorprende.
Durante su estadía descubre que el argentino es impenetrable.
No es exactamente taciturno o retraído pero a poco que uno quiere traspasar una especie de caparazón que ha construido a su alrededor, levanta sus espinas como un erizo.
Se siente atacado y se sitia a sí mismo en una fortaleza inexpugnable desde donde lanza ataques impiadosos a los que cree son sus ofensores.
Roza el límite de la mala educación y se convierte en un “guarango”.

Ortega arriba a esta palabra y reconoce que ha tenido que recurrir a ella porque no encuentra en el castellano “español” un término adecuado para describir a ese tipo humano que tiene enfrente.
Adivina en él a alguien muy preciado de sí mismo pero que en algún rincón de su conciencia reconoce no estar a la altura de lo cree que un espejo le devuelve.
Presume una discordancia entre lo que es y lo que cree ser.

Cuando alguien -como en este caso, un visitante extranjero- intenta dialogar para llegar más allá, el argentino cree ver en peligro el descubrimiento de la verdad, cree que, quien lo indaga, podría ver la diferencia entre la verdad y la creencia.
Antes de que eso se suceda entonces, el argentino reacciona con violencia “repartirá insultos y dará codazos” a diestra y siniestra, dice Ortega, antes de que alguien pueda distinguir lo que es verdad de lo que es mero cartón piedra y arreglo escenográfico.

Parecería que Ortega estuviera entre nosotros hoy, 85 años después.
El gobierno es un gobierno “a la defensiva”.
Tiene de sí mismo una imagen superior, tan alta como el cielo.
Pero en un rincón de su conciencia sabe que todo es mentira.
Sabe que sus números son mentira, que sus “logros” son mentira, que sus “valores” son mentira. 

Cuando presume que alguien se propone descubrir la escenografía alza sus espinas y dispara sus dardos venenosos.
Reparte insultos y culpas, aun cuando nadie lo ataque.
Si nadie lo ataca, inventa ataques y reacciona como si los ataques fueran reales.
Nunca se plantea la posibilidad de que lo que cree en general y de lo que cree de sí mismo en particular pueda no ser correcto.
Una buena andanada de “codazos” reprimirá las eventuales intenciones de internarse en esos sacrilegios.

Por eso la Argentina está atrapada en un callejón sin salida.
Para salir, su gobierno debería aceptar una completa derrota intelectual.
Debería, entre otras cosas: instalar un clima de negocios, liberar las capacidades de creación individual, desrregular y dejar de intervenir en los mercados,
cambiar su relación con Occidente,
pagas sus deudas,
admitir la libertad como base de la organización social,
reconocer el sentido común capitalista,
terminar con la demagogia y archivar el odio y la división social.
No lo harán.
Sería como si aquel argentino de 1929 hubiera abierto su alma ante la inquisitoria curiosa de Ortega y Gasset.

Por ahora el gobierno parece apostar todo su capital a una recreación de la guerrita “dólar” vs “tasas de interés”.
Una versión renovada del Plan Primavera.
Todos recordamos cómo terminó ese experimento de José Luis Machinea.

Parece mentira, pero la Argentina parece encaminarse a una severa crisis que tendrá efectos muy nocivos para todos simplemente por la intolerable altanería de unos cuantos que no quieren bajarse de sus caprichitos.

Ortega jamás hubiera presumido que fuerámos capaces de llegar a tanto.
En las líneas finales de su ensayo pidió disculpas por llamarnos “guarangos”.

Aunque estoy seguro de que nunca imaginó que alguien debería pedirlas por decir que somos tan estúpidos...

No hay comentarios: