Persigo la idea de tu última mirada, y la práctica sin horario de este oficio solitario que es extrañarte.
Nada más parecido a la nostalgia, cuando te describo sin nombrarte, o cuando cerrando los ojos, te veo tan cerca, pero inalcanzable.
A veces la memoria no avisa, y propone recuerdos que no teníamos en mente convocar.
Es que lo que vuelve sin avisar, es porque nunca se fue sin preguntar.
Y las fechas se visten de circunstancias, ante los años que transcurren para esta vida, pero no, para lo que jamás dejamos de olvidar.
Por eso te recuerdo alegre, y me alegro.
Te recuerdo sonreír, y sonrío.
Y me doy cuenta que hay adioses sin despedidas que duran lo necesario, para evocar lo que nos hizo suficientes.
Siento hoy, que no se me ocurre olvidarte.
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