"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 15 de mayo de 2015

El viejo

Jose Benegas

El anciano juez fue bajado del auto por dos jóvenes de al rededor de 25 años con remeras de La Cámpora.
Estaba desnudo.
El cuerpo encorvado y frágil dejaba ver el contorno de sus huesos.
Los ojos húmedos reflejaban algo más que temor por lo que estaba por vivir...
Se notaban capturados por una profunda e irremediable tristeza.
El pelo se le iba sobre los ojos pero no podía arreglarlos porque las esposas se lo impedían.
Se lo condujo al escenario montado especialmente en la Plaza Néstor Kirchner (ex Plaza de Mayo).
Los concurrentes gritaban excitados consignas como
“Legítima justicia, el pueblo te propicia”, 
“estos son los pibes de la revolución” y 
“Néstor no murió”.
El crimen del juez había sido precisamente no morir cuando la presidente necesitó su lugar en la Corte para colocar a su nieto, quince días atrás.

Mientras lo ataban a los engranajes del potro armado en forma vertical para que todos pudieran ver al Pueblo haciendo justicia, se entonaron las estrofas del Himno Nacional.
Al gritar la muchedumbre la estofa que dice “oh juremos con gloria morir”, la excitación se potenció, la gente levantaba el brazo izquierdo con el puño cerrado y ponía un énfasis mayor al cantar.
Después corearon “viejo hijo de puta”, una y otra vez.

“Señor procesado ese es el Pueblo”, dijo el joven ministro.
“¿Acepta usted que su mandato ha terminado pues los legítimos representantes populares lo han determiando?”
Acercó el micrófono a los labios del juez, quién levantó la cabeza para mirar al ministro a la cara e intentó escupirle, pero no tuvo la fuerza para alcanzarlo.

“Como así no lo habéis hecho, la patria te lo demanda”, gritó mirando a la gente.
Hizo una señal y otros dos integrantes de La Cámpora comenzaron a girar la rueda.

Se sintieron los quejidos del juez, que luego se convirtieron en un grito ahogado y en espasmos.
Sus ojos se dieron vuelta hacia atrás y ya parecía inconsciente cuando su brazo derecho se desprendió porque no se le notó reacción.
El brazo suelto chorreaba abundante sangre y se produjo un silencio en el que no se oían siquiera las respiraciones de los asistentes.
La pierna izquierda se separó de inmediato, expulsando más sangre, como una explosión que manchó a las personas de la primera fila que se limpiaban con desesperación y escupían el líquido que les había ingresado a la boca.
Algunas personas miraron a su alrededor, buscando referencias sobre cómo debían reaccionar.
El ministro quebró el silencio al comenzar a aplaudir.
Poco a poco lo fue siguiendo el resto de la gente.

“Tenemos otra vacante en la Corte” certificó el médico poniendo sus dedos en la carótida del magistrado.
Se puso a saltar y a gritar “legítima justicia, el pueblo te propicia.
Se agachó para mojar sus manos en la sangre, y salpicó al público agitándolas.
El ministro festejaba la ocurrencia con la mirada desorbitada.
Todos eran uno ahora que el juez no estaba más y gritaban con la consigna del escenario, más fuerte aún que al comenzar.

“Conmociona al mundo el fallecimiento del juez” tituló el diario más vendido.
Su principal columna de opinión señalaba que “La presidenta tiene que darse cuenta de que no puede tener ministros así, que desprestigian a su gobierno”.
En la radio por la mañana se oyeron más críticas:
“Este gobierno no tolera a la gente que piensa distinto”,
“así no es una democracia verdadera”,
“casi parecen el gobierno de los noventa”,
“ejecutar jueces no es de izquierda, le están haciendo el juego a la derecha”.

Algunas voces más moderadas destacaron que el país vivía una gran división entre los que apoyaban la ejecución y los que estaban en contra, como si no pudiera haber posiciones más objetivas y equidistantes

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