Otra vez sopa: gobierno y sociedad con
necesidades diferentes.
Sin
embargo, esta vez las diferencias no enfrentan, no implican ninguna oposición a
la actual administración.
Sí
marcan que las prioridades no son las mismas.
Mientras
Macri se desvela por cerrar el acuerdo con los fondos buitres y sacar a la
Argentina de un default, tan económico como moral, la sociedad quiere castigo
para los corruptos con nombre y apellido.
La
ansiedad social no encuentra límite.
Es imperioso ver presos a quienes
robaron al pueblo.
El
problema es que esta vez la paciencia escasea y puede que no alcance con un
Ricardo Jaime o un Lázaro Báez.
Ya todos saben quién es la jefa.
La
indignación es legítima, el deseo también.
La
justicia en cambio, maneja tiempos muy peculiares.
Reclamarle
a Macri justicia es no haber aprendido nada del error y el horror de la pasada
década.
Si hay
alguien que no debe intervenir en esa materia es el Presidente de lo contrario,
el Poder Judicial seguirá siendo lo que fue y parece seguir siendo en muchos
casos todavía: un apéndice del Ejecutivo, la anulación misma de la
administración de justicia.
Sin
embargo, la gente necesita ser oída.
Los jueces deben abandonar la
mala costumbre de hablar en los medios y actuar sin presiones y con valentía.
Salta a
la vista que el Poder Judicial aún no entendió el reclamo de cambio que se hizo
en las urnas en octubre pasado. Puede que los tiempos procesales no sean los
tiempos sociales pero el reloj los apura a decidir si estarán a la altura de
las circunstancias o si urge que el Consejo de la Magistratura lo haga.
Así como se limpió ministerios y
dependencias públicas de “ñoquis”, hay que limpiar los tribunales.
Hay un
exceso de despachos donde trabajar es solo sinónimo de “cajonear”.
Es tanta
la obscenidad manifiesta que todo es materia de duda.
La corrupción hizo mella por los
cuatro puntos cardinales.
El
sector privado no está ajeno a esas prácticas aunque se dirá que el mal es
menor porque en esos casos, el dinero o los intereses que se manejan no
pertenecen a la gente.
Esto es
verdad en cierto punto porque el daño se hace igual aunque no sea netamente
material.
Veamos el caso de los medios y la
militancia comunicacional, tal vez no cercenaron bolsillos pero sí cerebros.
La
consecuencia es la falta de credibilidad en el periodismo en general.
De un lado y del otro hay que
demostrar ética y probidad.
No nos
sirve un Estado pulcro si el sector privado no acompaña el cambio.
En este
escenario, nadie puede ocupar el rol de Poncio Pilato.
Los
espectadores deben ocupar un rol activo y aprobar o reprobar con el control
remoto de la televisión en la mano o haciendo girar el dial de la radio.
Esta
semana, mientras tanto, la sociedad tendrá una demostración cabal de la
sentencia de Hobbes:
Se presenciará el fin del kirchnerismo
no por irrupción de otro espacio político sino por implosión.
El
kirchnerismo es el lobo del kirchnerismo, ya lo dijimos.
Se
fagocitan entre ellos, las lealtades duraron lo que duró el poder y el dinero.
Como
rezaba el anillo del fallecido ex titular de la AFA:
“Todo pasa”
Pero
duró demasiado e hizo mucho daño.
Los
efectos colaterales van a sentirse durante un tiempo más.
No es gratuito haber hecho la
vista gorda a la barbarie porque se nos ofrecían fines de semana largos, cuotas
para electrodomésticos o se subsidiaban autos.
En otro
orden de cosas, la visita de Barack Obama merece un párrafo aparte.
Una
imagen dijo más que mil palabras.
La
Argentina vuelve a ser algo más que un mal ejemplo en el mundo entero.
Ahora
bien, el cambio que los países desarrollados esperan de nosotros no radica solo
en un cambio de hombres al frente del gobierno.
No basta
con que el jefe de Estado hable inglés y la Primera Dama sea educada.
El empresariado y la dirigencia
gremial deben demostrar también que prefieren Estados Unidos a Venezuela o Irán.
Ambos
deben destetarse y asumir la libertad con sus responsabilidades, el Estado no
puede seguir asistiéndolos cuando las papas queman o cuando cometen errores
garrafales.
Si se quiere sentarse a la mesa
de los grandes hay que madurar y crecer.
El clima
de negocios es trascendente porque define inversiones, y solo con inversiones
Argentina sale adelante.
No hay
ni habrá milagros y tampoco hay crédito para relatos.
Mauricio
Macri no es un redentor ni un predestinado…
Es un
administrador lo que equivale a decir que estamos en manos del profesional
acertado.
El país
no podía seguir dirigido por deidades autoproclamadas y héroes falsos.
Los pies
sobre la tierra no sobre pedestales de barro.
El
Senado será el teatro donde ver el último acto de la decadencia kirchnerista
cuando se vote a favor del pago a los holdouts.
También
será el lugar donde evidenciar que el gobierno anterior no tenía consensos sino
intereses creados, gobernadores extorsionados, obediencia debida y más caja que
pericia.
Sintetizando,
el kirchnerismo se termina.
La
presencia del Presidente de Estados Unidos puede leerse también como un “The
End” de la pesadilla.
Pero
cuidado porque la implosión hará que salgan disparados kirchneristas en ruinas
para todos lados.
Puede
que malheridos no sean tan dañinos, pero no dejarán de ser lo que siempre han
sido:
Baldosas flojas que
en un descuido, salpican y te arruinan...
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