"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 9 de abril de 2016

El odio peronista

Por Ernesto Tenembaum

Durante muchos años, el kirchnerismo se quejó de sufrir los efectos de lo que denominaba “el odio gorila”.
En el relato del gobierno saliente, la señora de Barrio Norte, estilo Amalita, que llevaba a una marcha a su servicio doméstico uniformado para que golpeara la cacerola Essen, era un clásico.
De un lado estaba el pueblo encarnado por el gobierno nacional y popular, y del otro lado ellos, los gorilas, los sectores del privilegio.
En estos días, ha aflorado un nuevo fenómeno que algunos analistas bien informados percibían como larvado hasta el 10 de diciembre pasado.
Además del odio gorila –y tal vez más trascendente que él– existía un odio peronista contra el kirchnerismo, o al menos contra el cristinismo, que en estos días se pone de manifiesto de manera muy brutal.

Ese elemento se expresó claramente esta semana.
En los mismos días en que personajes centrales del entorno de Cristina Fernández eran detenidos o asediados por el avance de distintas causas judiciales, el peronismo debió elegir sus autoridades y desplazó de manera muy clara a todos los dirigentes que responden a la ex presidenta.
O sea que, mientras los jueces avanzaron decididamente sobre ella, el peronismo dejó en claro que está aislada.
En la cúpula de la nueva conducción del PJ figuran personalidades que acompañaron hasta el mismo día del final a Cristina, como José Luis Gioja y Daniel Scioli.
Sin embargo, en la conducción no figura ningún dirigente de La Cámpora, la agrupación del hijo de la Presidenta que pretendió conducir al justicialismo y ahora es marginada de todos los espacios de poder.
En la conformación de la nueva conducción estuvieron presentes todos los gobernadores menos una:
no es necesario dar su nombre.

¿Qué es lo que expresa tanta crueldad?
Las semanas anteriores, el gobierno nacional necesitaba decididamente del Frente para la Victoria para aprobar leyes clave en el Congreso.
El bloque del Senado no solamente desobedeció la orden de resistir la propuesta oficialista y así Macri consiguió un inédito 75 por ciento de los votos.
Además, nunca incluyó en la mesa de negociaciones la situación judicial de la ex presidenta y los suyos.
A diferencia de lo ocurrido cuando Carlos Menem fue detenido, que se realizaron una serie de actos de solidaridad con él, en estos días la única muestra de solidaridad la pronunció Daniel Scioli y no fue hacia Cristina sino hacia el actual presidente Mauricio Macri, por el escándalo de los “Panamá papers”.
“Creo en la explicación y en la inocencia del Presidente”, dijo Scioli, días después de que Cristina acusara a Macri por el escándalo.

El peronismo, en cierto sentido, realizó la misma voltereta que el sector mayoritario de la justicia federal.
En un caso, las causas dormidas despertaron a una velocidad de vértigo.
En el otro, todos los que levantaban la mano para obedecer a Cristina, hoy lo hacen para desarmar el andamiaje de poder e ideas que rigieron a la Argentina durante doce años.

Los acontecimientos se suceden unos a otros de tal manera que no hay tiempo de analizarlos en profundidad, pero la seguidilla de estos días conforma una línea de puntos cuyo destino final es Cristina Fernández de Kirchner.
Si detienen a Ricardo Jaime y dejan trascender que dijo que era Cristina quien le daba las órdenes,
si luego encierran a Lázaro Báez,
si se multiplican las causas que afectan a Julio De Vido, empieza a quedar claro que,
al menos en el área judicial, la ex presidenta llevará una vida muy agitada.
En ese contexto, solo los jóvenes de La Cámpora gritan que se va a armar quilombo si la tocan.
En cada pueblo del país hubo dirigentes peronistas que bautizaron algo con el nombre de Néstor Kirchner.

Ahora no abren la boca.
Los voceros más expresivos de la bronca del peronismo son Juan Urtubey, Diego Bossio y Miguel Pichetto.
Pero cualquiera que recorra los pasillos lo escuchará por todos lados, incluso de boca de ex ministros de Cristina. Todos repiten historias de maltrato, exigencias de obediencia desmedidas, enumeran supuestos errores políticos que llevaron a la derrota y contrastan el estilo de Cristina con el de Néstor Kirchner.
En ese sentido, debería interpretarse la frase de Pichetto respecto de que Kirchner les hubiera pagado a los fondos buitre.
Y mucha más, la otra:
“Recuperé la capacidad de decir lo que pienso”

En el peronismo hay una especie de desahogo.
Su actitud no es solo producto del oportunismo habitual que les lleva a respetar a sus líderes sólo mientras les sirven y luego los abandonan en un tris.
Hay, además, un componente de ensañamiento que se revela en la velocidad y en la crueldad con que abandonaron y comenzaron a desobedecer a quien hasta hace poco mencionaban como “la Jefa.
En ese desahogo, y en ese ensañamiento, encuentra un piso cómodo donde apoyarse el macrismo.
Parece inverosímil que el gobierno nacional anuncie que ya ha despedido 20 mil empleados públicos, y que la mayoría son de La Cámpora, sin que los cuerpos orgánicos del PJ, sus gobernadores, legisladores, intendentes, digan una sola palabra.
Por supuesto, en esta dinámica no hay solo una parte.
Si Cristina les resultaba autoritaria, maltratadora, humillante, loca o lo que fuere, las personas grandes tranquilamente pueden denunciar lo que les parece mal, frenar un maltrato o, directamente, abandonar el barco.
De hecho, muchos peronistas lo hicieron.
El precursor fue Felipe Solá, luego seguido por José Manuel de la Sota, Sergio Massa, Carlos Verna, Carlos Reutemann y tantos otros.
Son todas personas grandes, con experiencia y respaldo económico:
Nada los obligaba a obedecer hasta las órdenes más absurdas de Cristina.

El proceso de descomposición de todo lo que existía hasta el 10 de diciembre llega hasta Santa Cruz.
Días antes de la detención de Lázaro Báez, Alicia Kirchner le quitó todas las obras de la provincia gracias a las cuales se había enriquecido y Ricardo Echegaray sostuvo que el empresario debía ir preso.
Lázaro respondió que ni Alicia ni el ex titular de la AFIP pueden explicar su patrimonio.
O sea que las personas que fueron de confianza de la ex presidenta se acusaban de ladrones mutuamente.

Sobre ese castillo de naipes pasa la aplanadora macrista.
Hace unos años, cuando esa maquinaria pertenecía al kirchnerismo, para muchos era obvio que su crueldad establecía reglas de juego que tarde o temprano se les volverían en contra.
Es lo que está ocurriendo. Esa parábola no frena nunca.

Los que hoy festejan, tal vez deberían saberlo.

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