Por Dardo Gasparre
El
presidente Mauricio Macri, en su actitud de bondad universal, viene predicando,
pese a las pedradas, la necesidad de eliminar lo que se dio en llamar la
“grieta”, un tajo en nuestra sociedad, máxima herencia kirchnerista
El
presidente Mauricio Macri, en su actitud de bondad universal, viene predicando,
pese a las pedradas, la necesidad de eliminar lo que se dio en llamar la
"grieta", un tajo en nuestra sociedad, máxima herencia kirchnerista.
El Papa se ha
sumado, si bien asimétricamente, a la misma prédica.
La
paralela necesidad de gobernabilidad, fruto de la supuesta decisión democrática
del pueblo en las últimas elecciones, ya se ha visto plasmada en muchas
decisiones tomadas y no tomadas por Cambiemos.
Sería
infantil creer que esa grieta es ideológica o política, o que la brecha se
gestó sólo durante los últimos 12 años fatales, y también sería pueril pensar
que sólo es uno el tajo que surca la piel de la república.
Más
precario sería pretender que esas brechas se cerrasen como si tal cosa, por
obra del acuerdo, el voluntarismo, el perdón o el olvido.
Como un tejido
infectado y muerto, que debe ser removido para que se pueda iniciar la
cicatrización, muchos tajos en la piel de nuestra sociedad supuran e hieden.
El
desprecio insalvable de una buena parte de la población hacia los jefes de la
banda kirchnerista no se debe tampoco a reivindicaciones históricas...
Ellas fueron la
excusa, la justificación, el relato de una destrucción masiva, pergeñada con
fines de robo y toma de botín.
Sólo
se salda con la justicia.
Esa justicia
está por verse.
El
riesgo de que se diluya en acuerdos que muchos adivinan y que se inician en la
noche misma de la elección, en nombre del fin de la grieta, no es menor.
La
necesidad de gobernabilidad, trampa en
la que caímos a causa de la boleta sábana, la lacra de nuestra democracia,
puede ser la razón-excusa que se esgrima en ese proceso.
El
proyecto de ley del arrepentido duerme en el mismo estante donde yacen aquellos
sueños de Laura Alonso sobre los contratos con Chevron y la investigación sobre
las coimas de que se acusa a Pan American Energy en la concesión de cerro
Dragón.
¿Qué grieta
quiere cerrar Macri?
No
hay cicatriz posible entre Julio de Vido y Juan José Aranguren, y los actos y
las conductas que representan.
Tampoco es
posible encontrar puntos de acercamiento entre cualquier persona decente y Hebe
de Bonafini…
No sólo por su
accionar delictivo y depredador, sino por su actitud sociópata, irreconciliable
con el modo de ser de alguien normal.
Nadie
quiere soldar el tajo con Estela de Carlotto, ni con Susana Trimarco, ni con
Milagro Sala, cada una en su especialidad.
Más bien esa
brecha debería profundizarse y convertirse en un foso con cocodrilos.
No
parece que una estudiante, un trabajador o un profesional tendrían interés en
compatibilizar sus ideales y sus esperanzas con un barrabrava, un trapito
violento o un golpeador.
Ni
con un homínido que cree que las mujeres quieren ser violadas y lo pregona por
los medios,
o
con los muchos quemadores (sic) de género,
o con los que
inventaron 30 mil desaparecidos para darles subsidios compartidos a sus
supuestos familiares y ahora defienden esa mentira para no ir presos.
¿Qué
reconciliación puede haber con las cientos de Rosaditas que caracterizaron y
viabilizaron el despojo al que se sometió a la sociedad con los que vaciaron el
PAMI, entregaron remedios falsificados a los enfermos de cáncer, o destrozaron
y destrozan la educación pública?
Pregúntese
el lector si quiere cerrar esa grieta o
si más bien la quiere acentuar con rejas de por medio.
Y
habría que preguntarles a los tucumanos que pagaron la fiesta si quieren
reconciliarse con José Alperovich, o a los santiagueños humillados si desean
cerrar la brecha con Gerardo Zamora.
Elisa
Carrió, que pronto volverá a ser llamada loca, pero esta vez por sus amigos de
Cambiemos, sigue señalando con su dedo republicano a los portadores de los
huevos de la serpiente que están enquistados en las nuevas estructuras.
¿Serán esas
presencias, que se defienden tercamente, el modo de cerrar la grieta?
Los que
blanquearon el fruto de su corrupción con el sistema de Cedines no fueron jamás
denunciados por el Banco Nación a la Unidad de Información Financiera, como
correspondía (Recordar
que los bancos privados no quisieron participar del atropello).
Pero
tampoco ahora se remedia esa omisión dolosa, pese a la responsabilidad penal
que pone la ley en cabeza de los funcionarios.
Cerrando
la grieta, se llamaría.
¿Alguien tiene
interés en reconciliarse con los que asesinaron a Alberto Nisman y firmaron un
pacto delirante, corrupto y anti patria con Irán?
Y
no se trata de los tres o cuatro delincuentes visibles que lo defendieron.
Se trata de
estructuras estatales comprometidas gravemente en aberraciones impensables.
¿Alguien se
quiere reconciliar con los Moreno, Szpolski, Eskenazi, Báez, López (2), D'Elía,
Fernández de Kirchner, Scioli, Aníbal, Zannini, para citar sólo los nombres de
unos pocos de los ejecutores visibles?
No
habría que equivocarse y pensar bondadosamente que se trató de unos pocos malos
que contaminaron el sistema.
Se trata de
muchos, que se trasvasaron al kirchnerismo, pero que están escondidos en las
estructuras institucionales y partidarias desde hace rato.
Esos
muchos que hoy siguen influyendo, opinando, recomendando, liderando y
gobernando, conspicuamente o no.
Nuestro
sistema democrático es monopolizado por los partidos, que si bien no son los
inventores de la corrupción y del mal, los
canalizan y viabilizan con envidiable eficiencia.
Tienden
un manto de anonimato, respetabilidad y dilución de responsabilidad sobre
cualquier barbaridad que se perpetre contra los intereses de la población.
A eso se le
llama gobernabilidad y cerrar la grieta.
El
kirchnerismo aportó nombres y prácticas demenciales nuevas.
Recicló
nombres de viejos protagonistas políticos, empresarios, sindicales,
futbolísticos, los mezcló con nuevos canallas o los puso a su servicio, y así
ganó su década.
La
pregunta de oro es si esa nueva clase se ha extinguido con la derrota
electoral.
La
respuesta sigue siendo:"está por verse".
Las
concepciones económicas, gremiales y estatistas que destruyeron el país y que
desembocaron linealmente en el robo desembozado del kirchnerismo siguen en pie.
Sus
representantes y sus beneficiarios dialogan a diario con el Estado, con el
Gobierno y la oposición.
¿La
grieta que esos factores han creado en la sociedad también debe ser
cicatrizada?
¿Dejarán
mágicamente de desangrar a la república?
¿Para
ir un escalón más arriba tenemos algún punto en común los que creemos en la
patria con los que creen que por encima de la patria está la patria grande?
No
hay puentes posibles.
Ni
debería intentarse tenderlos.
Se
habla como si se creyese que, retirados de la escena algunos pocos responsables
—suponiendo que se vayan a retirar—, el resto del país tiene intereses y
conductas más o menos homogéneas, o por lo menos un pequeño grupo de ideales
comunes.
Ello
puede ser otro acto de inocencia.
La
grieta es no sólo honda sino ancha, y está compuesta, a su vez, de un entramado
de grietas que nos separan, concepciones de país que jamás se reconciliarán.
Tal vez no sea
sano intentar cerrarlas.
Entre
los que están del otro lado del abismo y nosotros, entre esos tipos y yo, como
dijera Joan Manuel Serrat, hay algo personal.
No
hay una grieta.
Hay
una secesión virtual.
Que no se
efectivice es una cuestión técnica.
...
El
autor es periodista y economista.
Fue
director de "El Cronista" y director periodístico de
"Multimedios América"
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