Porque introdujo conceptos militares modernos para afrontar la Guerra de la Independencia.
Porque demostró que la disciplina es un recurso fundamental para alcanzar objetivos.
Porque convirtió a patriotas que apenas podían aportar su juventud y entusiasmo, en profesionales que descollaron en los campos de batalla.
Porque fue tan severo como magnánimo.
Porque se puso al frente de sus soldados.
San Martín no los empujaba, los guiaba.
Porque les inculcó que una victoria no se logra únicamente en el campo de batalla, sino que comienza con una buena instrucción sumada a la capacidad para obtener recursos.
Porque nunca fue demagogo.
Al contrario, reclamaba sacrificios, aun sabiendo que podía ganarse enojos y odios.
Porque fue ejemplo de austeridad y de conducta, aun habiendo organizado la más atrevida campaña para sostener las ideas de libertad que pregonaron los Hombres de Mayo.
Porque tuvo enorme influencia política en el desarrollo del Congreso que declaró la Independencia de nuestra Patria en Tucumán.
Porque jamás pretendió algún tipo de reconocimiento de sus contemporáneos.
Frente a las críticas intencionadas, el general San Martín respondía que “los hombres juzgan lo pasado según la verdadera justicia; y lo presente, según sus intereses”.
Porque consideraba una falta muy grave el hecho de que alguno de sus hombres le levantara la mano a una mujer, aún cuando hubiera sido insultado por ella.
Porque siempre se mantuvo por encima del tironeo político que desembocó en el cruento enfrentamiento de unitarios y federales.
Porque nunca concibió los privilegios:
En cada espacio ubicó a los más aptos, sin detenerse a evaluar su nacionalidad, condición social o relación de amistad.
Porque padeció enfermedades y desajustes, con graves dolores físicos.
Sin embargo, desatendió el cuidado de su salud y partió al frente de campañas extensas y agotadoras.
Porque en el célebre encuentro de Guayaquil, supo dar un paso al costado y no generar un conflicto con Bolívar que pudo haber puesto en peligro los logros que venían acumulándose.
Porque luego de diez años, desde su austero arribo a Buenos Aires hasta el encuentro con Bolívar en Guayaquil, sin dejarse llevar por la veneración de los pueblos que había liberado, sostenía:
“Mi alma es la misma con que empecé la Revolución”.
Porque el enfrentamiento político no lo enceguecía.
Cierta vez escribió a Tomás Guido:
“Usted sabe que Rivadavia no es un amigo mío. A pesar de esto sólo pícaros consumados no serán capaces de estar satisfechos de su administración, la mejor que se ha conocido en América”.
Porque a pesar de que en la provincia de Mendoza había encontrado su lugar en el mundo, optó por exiliarse en Europa para no ser utilizado en disputas políticas internas.
Porque con su acción aseguró la libertad de tres naciones, como así también de las demás que se vieron beneficiadas con la campaña que ideó, preparó y comandó con notable éxito.
Porque a pesar de que su grandeza fue usada de manera sesgada por ciertos gobiernos, se mantiene por encima del manoseo partidario.
Austero, riguroso, valiente, capaz, noble, paciente, dedicado, buen patriota y magnífico líder.
El Padre de la Patria, José Francisco de San Martín, merece el reconocimiento de todas las generaciones de argentinos.
Daniel Balmaceda
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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