Por
Gabriela Pousa
Así
no nos vamos a entender.
Estamos a punto
de volver a caer en uno de esos errores que no conducen a nada positivo y
hacerlo, cuando aún la gente mantiene expectativas y esperanzas favorables al
oficialismo, sería un desatino.
Lo
cierto es que nuevamente se empieza a ensanchar la brecha entre ciudadanos y
dirigentes, entre las demandas de los primeros y los temas de la agenda
política que desvelan al resto.
Es
verdad que dentro del gabinete hay quienes hablan y refieren a los problemas de
la gente, pero se soslaya cierta prioridad a la campaña capaz de tirar por la
borda un apoyo nada despreciable considerando el escenario devastado del que se
han hecho cargo.
El gobierno de
Macri tendría que evitar caer en ese juego.
Qué
Sergio Massa o Margarita Stolbizer le entren de lleno al proselitismo,
movilizados por las ambiciones personales o de partidos desvencijados es quizás
razonable, que el macrismo lo haga no lo sería en lo más mínimo.
Está a tiempo.
Stolbizer
debería pensar que el “dime con quién andas” aún pesa en
esta sociedad.
El
peronismo es quien está perdido en la noche de los tiempos…
Cambiemos
debería mostrarse como la contrapartida:
La
fuerza erguida capaz de administrar y convertir esa administración en razón
convincente para que el electorado lo elija.
El
kirchnerismo vivió doce años en campaña proselitista, fue puro discurso, relato
hasta el hartazgo.
El
hartazgo subsiste hoy y ese dato no debe olvidarlo el macrismo.
Es
un gobierno de gestión, ahí radica o debiera radicar su fortaleza mayor.
Que
la demagogia sea el monopolio de Sergio Massa no hay mayor problema.
El
aspirante a heredero de Perón anda hace tiempo en ese trance con suerte
desigual:
Bastante
periodismo a su favor pero la sombra de
Elisa Carrió desvelándolo.
La
duda que no se despeja:
¿Pudo
salir tan pulcro de un gobierno signado por la desidia y la corrupción?
Algunos
creen que se puede andar por el barro con zapatos blancos,
habrá
que ver si es así o si los zapatos no están sucios y disimulados.
El hombre que
días antes de la última elección llamaba por teléfono para decir que era él
quien entraba al balotaje con el candidato del kirchnerismo en una maniobra
bastante sucia, quien fuera además titular de ANSES y jefe de gabinete de
Ministros, es un enigma para cualquier analista:
Es
el único ex funcionario de Néstor y Cristina que no vio, no sabe, no contesta
sobre corrupción.
Una
rareza.
También
es verdad que nadie lo increpa.
¿La causa?
No parece haber
voluntad de buscarla.
Massa
es como si hubiese logrado dejar atrás el pasado, algo poco común en este
teatro.
Se
verá en lo sucesivo la suerte que corre quién creyó que vestiría la banda y el
cetro, y quedó a medio camino por vender una renovación viciada de reciclados.
Hasta
ahora capitalizó triunfos parlamentarios que, en rigor, no le eran 100%
propios, utiliza el chicaneo con pericia aduciendo que no tiene compañías “off
shore”…
Poco argumento y
nulo como propuesta para un pueblo que necesita otras respuestas.
La
sociedad argentina debería exigir algo más que palabras oportunistas y
encuestas que han demostrado responder a intereses sectarios.
Hablan
como clarividentes ahora, quienes el año pasado fallaron garrafalmente
resultados.
Macri,
mientras tanto, vuelve al país con promesas de inversiones que, es verdad,
requieren una seguridad jurídica aún pendiente para plasmarse en obras, y
ofrece una Argentina reinsertada en el mundo:
Un
logro que debería tener mucho más peso que el otorgado por la mayoría de los
medios.
En organismos
públicos se trabaja a destajo, sacando pus de todos lados, sin mucha
bandera quizás, puertas para adentro pero forjando instituciones que sirvan
para mucho más que cuatro años.
Hay
visión de largo plazo que no vende porque se nos ha inoculado el cortoplacismo
con creces.
La
tarea del oficialismo es de Sísifo.
En
rigor, hay mucho más que el gobierno hace por el bienestar general pero no es
probablemente la oratoria de campaña que se utilizará.
Estamos
acostumbrados a que nos endulcen los oídos y nos prometan todo lo que incluso no
han hecho cuando pudieron.
Tal
vez el cambio ahora deba mostrarlo el pueblo más que el gobierno, pidiendo
respeto y no comprando artilugios electorales baratos porque luego salen caros.
Ya
se le mintió demasiado, pero la verdad no cotiza aún lo suficientemente alto…
Una
pena.
Sigue
siendo hora de actos, los tiempos los debe marcar la calle y no los partidos
desesperados porque se quedaron sin plataforma.
Que el peronismo
resuelva su identidad en un plenario interno en lugar de involucrar a todos en
su juego.
Que
él oficialismo haga y en el hacer gane adherentes para seguir creciendo.
Y
en definitiva, que la sociedad argentina madure y no caiga en la trampa de los
que dicen que no se hace nada cuando apenas pasaron 9 meses, y la construcción requiere primero cavar
hondo para arrancar las raíces de un sistema que pudrió todo el tronco.
Al
kirchnerismo se le dieron 12 años, esta administración con menos de un 1%, nos
evitó que cualquier selección de futbol, por ejemplo, deba venir a jugar al país con jabón y papel higiénico, no parece
ser un detalle pequeño.
Qué
la campaña la empiecen los de siempre, que se esfuercen por mostrar como
distinto más de lo que ya hicieron o deshicieron.
En última
instancia, el problema no es el mensaje de ellos sino la decodificación que
hagamos nosotros del mismo.
Dejamos
atrás Venezuela, pero aún hay quienes
quieren llevarnos a ella.
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