"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 3 de octubre de 2016

La decisión

Decidir es tomar una determinación o una resolución, es optar por una de las opciones que se plantean ante un hecho o una situación determinada.
En rigor de verdad el hombre decide permanentemente y a cada instante su acción y su conducta, pero la mayoría de estas decisiones son casi automáticas y de acuerdo al estilo de vida, a la condición de la persona y a sus costumbres o la de su sociedad.
Tomar una decisión significa asimismo tener firmeza de carácter, poseer un estilo de vida y ser coherente con el pensamiento interior.
Pero la decisión puede ser una resolución o una sentencia, que escapa a la persona que la toma y condiciona a otros seres humanos.

También puede ser un concepto existencial de compromiso con la vida misma y comprende en el mismo sentido una elección, una vocación y el destino mismo del hombre.
Desde la psicología se entiende como la elección que sigue a la deliberación y es lo que hace posible la conducta, comprendiendo la voluntad del sujeto que la toma.
El grado de la decisión depende de la determinación subjetiva y de la capacidad volitiva de la persona.
Hay un compromiso que se puede asumir de una manera lábil o profundamente y hasta las últimas consecuencias.
Porque en ellas es posible un riesgo, ya que la persona no sabe las consecuencias que pueda acarrear y también hace responsable a la persona de la toma de decisiones, por lo que pueda acarrear socialmente en el grupo o comunidad en que se encuentra.
Tomar una decisión es posicionarse en un lugar, asumir un rol, evaluar un diagnóstico de situación y proyectar el futuro en relación a lo planteado.
La magnitud y la importancia de las decisiones dependen de cómo influye el conflicto en uno mismo, y de la trascendencia que tenga el mismo hacia lo externo del sujeto.

Hay decisiones que marcan un tiempo específico, que voy a hacer hoy, esta semana o mes, o este año.
Hay las que marcan un período más extenso y hay algunas de tal magnitud que marcan la vida.
Y hay otras que son decisivas, no tienen vuelta, tomadas, sus condiciones son tales que no es posible reverlas.
Son primordiales las de índole moral, porque nos marcan y nos señalan no sólo en nuestro interior sino también en nuestra relación.
Las de índole social nos indican hacia dónde va nuestro pensamiento y nuestra voluntad, y como respondemos al compromiso con los demás, en nuestra relación, en tomar partido e intentar hacer algo que posibilite una vida mejor y más buena.

La decisión más importante es la decisión de amar.
Elegir en priorizar el amor al prójimo antes que el amor a sí mismo.
Esta decisión nace de lo más profundo del corazón y marca ineludiblemente el carácter y la personalidad.
Pero el amor para ser auténtico debe ver al otro, al sujeto al que se ama en su condición de tal.
Porque dar amor es la posibilidad que el otro lo reciba.
¿y que amor entregamos?
Acaso el amor que nosotros queremos o el que nuestro prójimo quiere.
Es muy común amar aún demasiado, pero en las condiciones que uno considera, y entonces impostamos en el otro lo que queremos y ese amor se transforma en control, en autoridad hasta en una pesadilla.

Amar de verdad es buscar la felicidad de quien amamos y darle la posibilidad que exprese lo que quiere y lo que siente, desde él, no desde nosotros.
Por eso el amor es entrega y el verdadero amor no espera reciprocidad, solo le basta amar y si se produce un vínculo de relación de amor recíproco se eleva a un ideal casi paradisíaco.

Al hombre hay que amarlo tal cual es, sin condiciones y respetando su libertad y su personalidad…
Nuestra capacidad de amor es infinita e incalculable y la vida entera debe ser un acto de amor, como decisión libre, voluntaria y responsable.


Elías D. Galati

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