“El
más terrible de los sentimientos es el de la esperanza perdida”
Federico García
Lorca
Hoy,
el mundo está mejor, ya que un canalla, Fidel Castro, finalmente, se fue al
infierno anoche.
Fue
el responsable, con el Che Guevara, de la ola de sangre y fuego que arrasó
nuestro continente, y hundió a su país en la miseria durante casi seis décadas.
Que
Lucifer lo acoja en su seno.
A
un año de la asunción de Mauricio Macri, estamos en un momento muy complicado
de la economía, a pesar de la merma en la inflación y a conservar el Gobierno
elevados índices de aprobación de su gestión, ya que el gasto público continúa
en alza, la actividad no arranca, el consumo cae, crece el endeudamiento en
pesos y en dólares, el plan de obra pública no avanza y hay una perceptible
parálisis en la gestión de la administración pública, producto de la
inexperiencia burocrática de los nuevos funcionarios.
La
presión impositiva bate records históricos y mundiales, y el voraz Estado
recaudador y pseudo benefactor frustra la posibilidad de recibir inversiones
(en realidad, las ahuyenta) y asfixia las iniciativas, sin ofrecer los
servicios y beneficios a los que la población accede en otros países, lo cual
la obliga a contratarlos privadamente, duplicando sus costos.
Claro
que todos esos males tienen su raíz en décadas de prácticas populistas, que
hacen que hoy la Argentina, uno de los territorios del globo más favorecidos
–no dije ricos- con recursos naturales, haya construido un núcleo duro de
pobreza, por cierto difícilmente erradicable en el corto plazo.
Pero
no veo aún un plan para terminar con esa situación estableciendo metas más
lejanas mediante políticas de estado que incluyan la aplicación de correctivos
inmediatos, acompañados por la planificación del futuro a diez, veinte y
treinta años.
Una
porción importante del gasto público hoy está destinado, como es natural, a
atender a las necesidades más urgentes y a paliar la conflictividad social,
derivadas de la crisis heredada a la cual no se le encuentra una solución,
mediante la masiva distribución de planes sociales.
Esta
misma semana, fue incrementado en $ 30.000 millones.
Entre
esos planes hay muchas variantes, como la asignación universal por hijo, el
trabajo en cooperativas, etc., pero todos tienen defectos remarcables, amén de
permitir, por la falta de controles eficientes y por la tercerización de la
distribución, la persistencia de nichos
de corrupción.
Esos
verdaderos subsidios tienen, en verdad, enormes falencias e inconvenientes, ya
que no sólo tienden a consolidar la pobreza, manteniendo bajo esa línea a
generaciones enteras (los montos no alcanzan para cubrir las necesidades
mínimas) sino que, además y ante el riesgo de perder esos “derechos”, aún
quienes tienen vocación de trabajar lo hacen “en negro”, incrementando la
informalidad de nuestra economía, que ya
alcanza al 40%, que no paga impuestos ni cargas sociales.
Por
otra parte, pensemos en cuántos de esos subsidios –“Argentina Trabaja”, por
ejemplo- impiden a quienes acceden a ellos perfeccionarse, en un momento
caracterizado, mundialmente, como “el siglo del conocimiento”.
Dado
el crítico escenario actual, no resulta lógico pretender que esa asignación de
recursos públicos se detenga, ya que quedarían en la más absoluta intemperie
los sectores más vulnerables, que generarían comprensibles dificultades a toda
la sociedad.
Pero
sí podemos realizar algunos cambios beneficiosos, ya que algunos de los planes
sociales funcionan como verdaderos empleos públicos encubiertos y, en general,
resultan innecesarias e inútiles las tareas que se encomiendan: pintadas,
cortes de pasto, reparaciones de construcciones, etc..
El
progreso tecnológico y la globalización está haciendo que las personas que
realizan funciones repetitivas sean reemplazadas por robots, y el mercado
laboral impone cada vez mayor perfeccionamiento y especialización a los
trabajadores.
En
la Argentina, hemos visto recientemente insensatas reacciones frente a un
futuro que ya está aquí y, nos guste o no, es imparable:
El
rechazo de los camioneros de Moyano a la distribución electrónica de
documentación bancaria, o el de los taxistas de Viviani a aplicaciones como
Uber, Easy o Cabify, son algunos ejemplos.
Entonces,
al revés de tantos políticos y economistas, propongo al Gobierno que cambiemos
algunas figuritas.
Sin
disminuir en lo inmediato la cantidad de pesos destinados a paliar esta recurrente
emergencia, reemplacemos para siempre, en lo social, gasto por inversión.
Es
decir, sigamos pagando planes, pero que éstos sirvan para transformar no sólo a
quienes los reciben sino a la sociedad toda.
Me
refiero a que el pago de las asignaciones mensuales tenga su correlato en
educación pero, en especial, en escuelas técnicas, cualquiera sea el nivel al
que cada beneficiario acceda, y se verifique su cumplimiento mediante la
permanente evaluación de su rendimiento y su evolución.
A
pesar de que son obvios los beneficios que este cambio -¿Cambiemos?- traería
aparejados, en especial para los llamados “ni-ni”, es decir, para aquéllos que
no trabajan ni estudian y que en el Conurbano son legión, tal vez convenga
recordarlos.
Facilitaría
a los beneficiarios, a través del esfuerzo personal, acceder a trabajos
formales y más calificados, con mejores salarios y con protección en materia de
salud y de seguros y, sobre todo, recuperar las esperanzas al lograr salir de los asentamientos y villas
en los cuales transcurren sus tristísimas vidas.
La
extensión de un programa como el que propongo servirá, sin duda, también para
combatir el flagelo de la drogadicción, que se ha constituido en un trágico
refugio para quienes carecen de expectativas, y en ampliar la base de los
contribuyentes, lo cual permitiría disminuir la presión impositiva sobre el
sector económico registrado.
Para
concluir, una breve reflexión ante la desobediencia de la viuda de Kirchner a
la citación del Juez Claudio Bonadío para cumplir un trámite obligatorio para
todos los procesados.
Aquí
también me pregunto si no ha llegado la hora de cambiar figuritas porque algo
similar ocurrió con Lula quien, intimado a presentarse ante un magistrado, se
negó a hacerlo…
El
Juez Moro ordenó a la Policía su inmediata presentación.
Pese
a que, sin lugar a dudas, el ex Presidente tiene una popularidad mucho mayor
que la viuda de Kirchner, el hecho no produjo incidente alguno en Brasil.
Aquí,
jueces y funcionarios se aterran ante la posibilidad de incidentes que, ante
una detención de Cristina, podrían generar sus seguidores.
En
el fondo, ocurre lo mismo con la famosa represión de la “protesta social”,
nombre que hemos dado a las constantes interrupciones del tránsito, a los más
desaforados agravios a la investidura presidencial y, en general, hasta a las
huelgas salvajes de los servicios públicos.
Parecen
no comprender que esas minorías revoltosas están minando, todos los días, la
imagen de un Presidente y de un Poder Judicial que se muestran débiles y temerosos
y que, si la impunidad continúa, desaparecerán la gobernabilidad y la paz.
En
cambio, si ambos cumplen y aplican la ley a rajatabla, sus prestigios subirán
como la espuma, impidiendo toda ensoñación golpista.
¡Ojalá Cambiemos
acepte cambiar figuritas!
Bs.As.,
26 Nov 16
Enrique
Guillermo Avogadro
No hay comentarios:
Publicar un comentario