“En
materia de asuntos militares, es vergonzoso decir ‘no lo había pensado”. Escipión, el
Africano
En
la sesión que aprobó el proyecto conjunto de modificación del impuesto a las
ganancias presentado por todos los bloques de “muchachos”, los elaborados
disfraces, confeccionados con el “relato” de la historia reciente, se esfumaron.
Pero
el Gobierno, como ya había sucedido con el rechazo a la reforma política, quedó
descolocado al pecar de ingenuidad.
El
episodio me recordó una vieja canción española, “La mal pagá”.
Es
que, como recordó recientemente Jorge Fernández Díaz, los propios peronistas
confiesan que, para tratar con ellos, debe
obligárselos a pagar al contado y cobrar en cuotas.
Es
decir, exactamente lo contrario de cuanto ha hecho hasta ahora Macri mediante
enormes concesiones financieras a gobernadores, sindicatos y organizaciones
sociales.
El
pecado de no asumir algún riesgo ha hecho que los subsidios continúen
otorgándose sin transparencia alguna, canalizándose a través de los punteros y
alimentando a quienes, confesadamente, están dispuestos a todo para derribar al
Presidente, como Hebe Bonafini, Luis D’Elía y Fernando Esteche.
El
más importante de los disfraces que cayeron fue el de Sergio Massa, que lleva años tratando de hacernos
olvidar, bajo afeites diversos, que es un “muchacho” más.
Si
bien debemos agradecerle su victoria contra el Frente ¿para la Qué? en la
Provincia de Buenos Aires, en octubre de 2013, ya que impidió que doña Cristina
pudiera aspirar a un tercer mandato,
no
podemos dejar de recordar su pasado como alto funcionario de Carlos Menem,
su
íntima relación con Aldo Ducler, el lavador de los fondos de Santa Cruz y de
organizaciones narco,
como
Administrador de la ANSES con don Néstor (q.e.p.d.) -cuando se fue,
dejó
en su lugar al amadísimo Boudou, que confiscó los fondos de las AFJP’s- y como
Jefe de Gabinete de la ex Presidente.
En
este último puesto padeció del mismo mal que afectó a todos los que lo ocuparon
durante la década más infame de nuestra historia:
La ceguera
funcional.
Este
raro síndrome debiera ser estudiado en profundidad por lo selectivo de sus
efectos: como ellos -Alberto Fernández (su socio político), Anímal Fernández,
Koki Capitanich y Juan Manuel Abal Medina)- no logró ver, siquiera una vez, los bolsos de dinero que circulaban
frecuentemente por la Casa Rosada, aportados -entre otros muchos- por Ricardo
Jaime y transportados al sur por el secretario privado del matrimonio, Daniel
Muñoz; por si no lo ubica, fue quien al morir dejó una fortuna de US$ 65
millones en propiedades en Miami.
Don
Sergio no tuvo empacho alguno en mostrarse como lo que realmente es, un
verdadero “muchacho”, populista y demagogo irresponsable, capaz de cualquier
chicana, por muy impracticable que resulte, para lograr sus objetivos.
Hubiéramos
debido saberlo, en especial observando a quienes lo acompañan como primeras
espadas, donde se destaca Roberto Lavagna, ese pseudo prócer económico que se
viste con plumas ajenas; recibió, en 2002, un país ya transformado en orégano
por la gestión (devaluación asimétrica) de su predecesor, Jorge Remes Lenicov,
pero se atribuye la paternidad de la salida.
No
sé cómo se desarrollará el trámite del proyecto en la Cámara de Senadores, ya
que los “muchachos” gobernadores podrán optar entre acompañar al Gobierno y
mandarlo al limbo o continuar mintiendo como lo hicieron en Diputados,
obligando así a Macri a vetarlo; en este caso, creo que el costo político que
pagará el Gobierno será infinitamente menor que el que afrontan los “muchachos”
después de la foto del martes en la cual y junto a Sergio Massa, aparecieron
Axel Kiciloff, Héctor Recalde, Máximo Kirchner y otros tantos otros prohombres
del saqueo, ya condenados por la sociedad.
¿No
resulta llamativo que los mismos que impidieron discutir el tema del impuesto
durante el kirchnerato, ahora sean sus paladines?
A
ninguno de los integrantes de ese verdadero tren fantasma, que 70 años después
siguen “combatiendo al capital” y buscan consolidar la pobreza más infame para
mantener la clientela, parece importarles cómo se nos ve desde el exterior, ese
extraño lugar de donde deben venir las inversiones que necesitamos más que agua
en el desierto.
Usted,
querido lector, ¿pondría un dólar en un país que extrema sus esfuerzos en
exprimir hasta la inanición a sus ciudadanos y empresas con cada vez más
impuestos sin brindar servicio alguno, donde los “muchachos” pueden volver en
cualquier momento, en el que se cambian las reglas de juego cada día, la
seguridad jurídica es una entelequia y donde no tendrá ni luz ni gas para
producir? Desengañémonos: los kamikazes se acabaron.
El
otro tema complicado, y por el cual el Gobierno está pagando un costo suicida
entre quienes lo votaron, es el de los piquetes de toda índole y las huelgas
salvajes que amargan tanto la vida a los ciudadanos, los mismos que pagan los
monumentales tributos para subsidiar a quienes no trabajan. Todos nos
preguntamos hasta cuándo deberemos soportar la prepotencia y la violencia de
estas organizaciones, casi todas kirchneristas, que se arrogan la propiedad del
espacio y de los servicios públicos, impidiendo a los demás, violentamente,
circular y trabajar.
Existe
un protocolo, anunciado con pompa, que nunca fue aplicado y que hoy se ha
transformado en un verdadero hazmerreír para esos abusadores. Los ministerios
de Seguridad, tanto federal cuanto porteño, debieran recordar que ninguna de
estas salvajadas son toleradas en regímenes tan cercanos al corazón de quienes
aquí las cometen, como Cuba, China, Irán, Venezuela, Ecuador o Bolivia;
obviamente, tampoco en los países civilizados.
Entonces, si Cambiemos pretende
realmente cambiar el país y, sobre todo, imponerse en las elecciones del año
próximo, debe ejercer el poder que le fue conferido, aplicar la ley con toda la
fuerza necesaria y poner fin a este desastre cotidiano.
Al menos podría seguir,
si prefiere la debilidad frente a la extorsión, el consejo del Diputado Alfredo
Olmedo y disolver los piquetes ofreciendo picos y palas a quienes los forman.
Y
el tercer tema fue el escándalo desatado por la prisión preventiva de Milagro
Salas, otra “muchacha” K, cuya libertad reclaman con tanta fuerza organismos
internacionales totalmente tuertos: no han aceptado un solo caso presentado por
un militar argentino, no condenan las violaciones a los derechos humanos en los
regímenes del “socialismo del siglo XXI”, el actual Secretario General de la
OEA fue canciller del régimen tupamaro uruguayo y la CIDH ahora la integra
nuestro inefable Eugenio Zaffaroni, dueño de prostíbulos y evasor, abogado de
las Madres y de Cristina Kirchner y padre del derecho penal favorable a los
delincuentes. También en este caso, el Gobierno se durmió; en lugar de tomar
las riendas diplomáticas y jurídicas cuando el conflicto se inició, allá por
febrero, lo dejó estar y se sorprendió cuando llegaron las exigencias
internacionales. Porque, si bien su detención original puede ser cuestionada,
lo cierto es que hoy está en prisión por ser autora de innumerables delitos
como defraudación al fisco, intimidación pública, extorsión, incitación a la
subversión, asociación ilícita, etc., y su libertad pondría en peligro el curso
de las investigaciones, por la destrucción de las pruebas y el amedrentamiento
a los testigos.
Es
bueno recordar esto último porque, siguiendo el criterio de quienes ahora
reclaman por la jujeña, el Estado debería poner inmediatamente en libertad a
los 1.791 presos políticos (militares y civiles) que mantiene en sus mazmorras,
a los cuales debemos agregar los 385 ya fallecidos (44 desde el 10 de diciembre
de 2015).
El promedio de edad es de 74 años y 642 están en prisión preventiva
por plazos que superan el límite constitucional (2 años, prorrogable con
fundamentos por 1 más), muchos de ellos por más de 10 años y, pese a que la
detención domiciliaria es legalmente aplicable a los mayores de 70 años,
siempre que no se corra peligro de fuga ni se pueda poner en riesgo la
investigación.
¿Qué posibilidades pueden tener estos ancianos de escaparse o de
alterar las pruebas de hechos sucedidos 40 años atrás?
En la medida en que
ninguno de los tres poderes del Estado ha tomado nota de la situación, todos
los presos políticos han iniciado una huelga de hambre que, dado lo endeble de
la situación física en que la mayoría se encuentra, significará para muchos la
muerte.
Para
concluir, destacar que el escudo que Carlos Zannini (¿seguirá repartiendo
sobres?) armara para proteger a Cristina Elizabet Fernández volvió a funcionar,
y los jueces Gustavo Hornos y Mariano Borinsky, tal como se preveía, fueron
desplazados de la Sala I por acción del Presidente de la Cámara de Casación,
Alejandro Slokar, de Justicia Legítima.
El Consejo de la Magistratura, que ha
sido desacatado por esa resolución, ¿tampoco hará nada esta vez?
¿Hasta cuándo
la Corte Suprema continuará tolerando la impunidad del encubrimiento del
terrorismo, la traición a la Patria y el asesinato de un Fiscal en funciones?
Bs.As.,
10 Dic 16
Enrique
Guillermo Avogadro
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