Por
Carlos Lanusse
Nuestro
país ha cambiado.
Ya
no tomamos las elecciones para mirar por la ventana a ver quién consigue más
votos.
Todo
lo contrario, sabemos que en cada elección está en juego nuestro estilo de
vida, nuestros valores éticos y nuestra pertenencia a la Cultura occidental.
El
espíritu del primero de Abril está vivo e irá por lo suyo.
Para
ello la lectura partidaria no sirve, nuestros políticos se mueven en el
cortísimo plazo tras sus objetivos como partes, de espaldas al conjunto, que es
la Nación.
Se
han convertido en alcahuetes del statu quo, evitan discutir sobre temas
objetivos como la dimensión del Estado, prefiriendo el personalismo.
No trabajan en
el Congreso y tampoco envían sus proyectos al mismo.
No son
representantes del pueblo, ya que solo representan al jefe partidario que los
incluyó en la lista de cargos. No acceden a lo trascendente, administran lo
fútil y mediático, lo popular a nivel de intendencia.
Ningún
amontonamiento de votos es un proyecto de nación.
La Nación les
queda grande, hacen la partidocracia abandonando a la democracia que los parió.
Los
independientes miramos lo que permanece y lo que tenemos que erradicar para
despejar el futuro, desde el punto de vista del conjunto, nunca desde el
egoísmo mediocre de las partes.
Nuestra
miseria partidaria es un colador roto, insuficiente para filtrar una elección
diluida en nuestra liquidez electoralista:
Es Cristina o
Argentina.
Argentina
vs. Cristina
Cristina
representa el odio al prójimo, la grieta, el resentimiento frente a cualquiera
con éxito y el apoyo a toda forma de corrupción, considera a ésta como acceso
válido al poder.
Su
poder es su corrupción.
Cristina
significa la destrucción de nuestra moneda, siguiendo la lógica de Lenin,
aunque con adoración a su riqueza personal.
Representa
el uso del Estado con fines políticos, como el avasallamiento de sus críticos,
empezando por la prensa libre e impidiendo la libertad de expresión.
Es quintaesencia
de la compra de jueces, del manipuleo de la justicia y reina de la traición a
la patria.
Cristinismo
es chavismo.
Es
verduga totalitaria de nuestra clase media independiente.
Todo
argentino responsable la quiere presa, porque su ejemplo es aval a la
demagogia, al uso de incultos y engaño popular.
Todos
sabemos que ella es egocentrismo mesiánico sin realismo y tendrá que responder
por los acuerdos con Irán más la muerte de nuestro mejor fiscal, uno íntegro y
digno.
Cristina
representa la derrota Argentina, ante nos y nuestros hijos, ante el mundo.
Por
eso nos dirigimos al peronismo…
El
peronismo fue un partido enorme de la Argentina, ya no lo es por su permanente
ambigüedad, división interna y pérdida de identidad, pero sin dudas puede
volver a serlo.
Hoy,
no está en condiciones de discutir el poder, no tiene propuesta.
Y nunca lo
estará si abraza causas perdidas y agotadas como la continuidad de Cristina.
Peor
cuando la Justicia la requiere a diario y ella burla al justicialismo.
Un
apoyo del peronismo a su candidatura tendría consecuencias irreversibles para
su identidad.
Quedará
asociado al atraso cultural, a la manipulación caudillista de personajes
oscuros y comprables, a odiadores seriales, a la asociación con terroristas
resentidos con la cultura europea, de la que somos parte.
Nos
haría socios de la Nada populista, mundialmente desprestigiada.
¿Quiénes
seríamos sino parias detrás de un cristinismo avalado por el peronismo?
¿Por
qué el partido de los trabajadores tiene que ser el partido de los corruptos?
¿Porque
abandonar la magnífica tradición de construir dignidad a partir del trabajo?
¿Por
qué los sindicatos peronistas tienen que arrastrarse hacia una mujer
desquiciada y mesiánica?
¿Acaso
no los traicionó repetidas veces, por sus celos enfermizos de poder?
¿A
dónde puede terminar un partido histórico y digno si marcha debajo de polleras
sucias, viejas y mal usadas?
No
nos estamos abonando a Florencio Randazzo y Julián Domínguez, estamos diciendo
que así como Massa entendió que debía romper con la locura cristinista, ellos
lo van entendiendo con clara ventaja:
Carecen de
soberbia.
Oponen
elecciones internas a una cadena de mando verticalista.
Ellos
y varios gobernadores peronistas están para sentarse en la mesa del largo plazo…
Cristina está
para el olvido,
Massa
para mirarse en el espejo.
Cristina
es la humillación del peronismo.
Es
su trampera, y los independientes seremos felices cuando haya sido expulsada.
No
queremos un peronismo convertido en cueva de corruptos por poder, lo queremos
limpio y lúcido, que Dios los ilumine y los vuelva al camino del Trabajo y el
estudio, que es el de la Nación.
Y
entonces, ya en ese camino sobrio, austero y verdadero, llegará el momento
equilibrante de acordar entre todos, de reconstruir las columnas de una
sociedad abierta y competitiva, guiada por el conocimiento y la ética del
respeto mutuo.
Para
mal de ninguno y gloria de la Nación.
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