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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 15 de julio de 2017

Hace tiempo que la verdad no importa en la Argentina


Francisco Olivera
LA NACION

Dice Jaime Durán Barba que el macrismo no tiene que confrontar discursivamente con Cristina Kirchner.
Lo dice hace tiempo y lo repitió en público hace dos semanas en Parque Norte, durante un encuentro en el que él, Marcos Peña y Rogelio Frigerio les dieron instrucciones a los candidatos de Cambiemos.
El asesor ecuatoriano argumenta que, por ejemplo, resaltar la corrupción kirchnerista es un error.
"¿Para qué sirve eso? -planteó ese día, según consigna una transcripción que el Gobierno difundió entre funcionarios de todas las áreas-.
Los votos que tienen, los tienen, y en los estudios que se han hecho hay un montón de gente que dice:
"Y está muy bien, ¿cómo querían que hiciera campaña la hija de un colectivero?
“No es ése el tema, no es la corrupción, no es el tema jorobarla a Cristina".

Su tesis es que los votos kirchneristas corresponden a fanáticos y que, por lo tanto, difícilmente se modifiquen.
Cambiemos irá entonces por lo que él llama "voto blando".
Aquellos electores que no están del todo convencidos o, peor aún, que votaron a Macri en 2015 y ahora se sienten defraudados. Ese porcentaje, todavía no especificado porque va variando según los días, y también diferente del voto anti kirchnerista consolidado, definirá en octubre el triunfo o el fracaso del Gobierno.
En el oficialismo consideran que a ese público deberán mostrarle las obras hechas hasta ahora, todas las que no se hicieron durante la última década y, lo más relevante, que ninguna mejora estructural puede llegar en apenas un año y medio.
Pretenden entonces una renegociación de los plazos de la paciencia porque, como acaba de admitir la vicepresidenta Gabriela Michetti, pensaron que la reactivación económica llegaría antes.

Otra conclusión importante en la Casa Rosada es que, a diferencia de lo que ocurre en el universo de kirchneristas y antikirchneristas, entre los indecisos puede todavía gravitar electoralmente el avance de las causas judiciales de corrupción.
Si esto es cierto, con su decisión de condenar a Lula a nueve años de prisión por recibir sobornos, el juez Sérgio Moro acaba de hacerle a Macri su pequeña contribución.
No sólo por el contraste que representa lo que pasa en Brasil versus Comodoro Py:
Lula estaba invitado por Juan Grabois, representante de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, a exponer el mes próximo en el Congreso.
La idea inicial, que Grabois impulsó junto con dirigentes de Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa, era que el ex presidente brasileño respaldara el proyecto de emergencia y soberanía alimentaria de la Argentina.
¿Expondrá un condenado?
Dilema interesante para los organizadores.
Impedimentos operativos no hay:
La Cámara de Apelaciones de Brasil, instancia que debe resolver si el fallo queda firme y la prisión se hace efectiva, suele tomarse varios meses para estos casos.
Y tampoco faltarán ovaciones para Lula en la Argentina.

En el kirchnerismo, por ejemplo, dicen estar convencidos de que las acusaciones forman parte de una campaña orquestada por Michel Temer con la complicidad de los medios.
Exactamente lo que piensan en el PT, donde han decidido no prestarle atención al testimonio del CEO de la constructora Oas, Léo Pinheiro, que señaló a Lula como destinatario de una coima:
Un tríplex de 215 metros cuadrados en Guaruyá.
Es lo que motivó la condena.
"Moro es parcial, actúa como un fiscal", dijo el miércoles a LA NACION Marco Aurelio García, asesor de las administraciones de Lula y Dilma Rousseff.
"Es una operación del diario O Globo", agregó.

Las investigaciones del Lava Jato no sólo avanzan en Brasil, donde mandaron a la cárcel a unos 160 políticos y empresarios sin distinguir ideologías, sino que han despertado en los últimos días cierta inquietud entre los constructores argentinos.
Por ahora sólo se manifiesta en vagas consultas a las instancias más altas del Poder Judicial.
Es cierto que ése es también un mundo de contrastes entre la Argentina y Brasil.
Hace tres meses, de visita en Buenos Aires, Moro almorzaba en Puerto Madero con el ministro de Justicia, Germán Garavano, y alguien de la mesa le preguntó cuáles eran los motivos del éxito en el esclarecimiento de las causas.
El juez resaltó entonces el respaldo que él y sus pares estaban recibiendo de los fiscales del Ministerio Público.

Ésa es la gran distancia que el gobierno argentino cree percibir con el sistema brasileño, y de ahí sus urgencias para desplazar a la procuradora Alejandra Gils Carbó.
"Tendría que estar en la cárcel", dijo el miércoles Elisa Carrió, que sin embargo se opuso desde el comienzo a que fuera, como planteaban muchos en Pro, removida por decreto.

Pero la jefa de los fiscales acaba de encontrar para su defensa una imperdible comparación regional.
Su caso es igual, dice, al de la venezolana Luisa Ortega, hostigada por el régimen de Maduro, que por propiedad transitiva vendría a equivaler al de Macri.
No es la primera vez que un miembro de Justicia Legítima elige un espejo bolivariano:
El último paralelismo había sido el de Leopoldo López con Milagro Sala.
Esas supuestas simetrías sobrevolaron anteayer la sesión extraordinaria que, por gestiones de Gils Carbó, la Asociación Iberoamericana de Ministerios Públicos hizo en Buenos Aires para respaldar a Ortega, a la que se contactó desde el recinto por teleconferencia.
Las diferencias y particularidades de cada caso quedarán para los puntillosos.

Hace tiempo que la verdad no importa en la Argentina.
Lo planteó, con ironía y cinismo, el propio Durán Barba en su adoctrinamiento de Parque Norte.
"Deben ser creíbles y a veces la verdad no es creíble -les dijo a los candidatos-.
Así es la vida, hay cosas que son ciertas, pero que la gente no cree:
Si usted dice que Mauricio Macri gobierna para los pobres no es creíble, no es creíble.
Que él es una persona que gobierna para todos los argentinos sí es creíble, ahí están incluidos los pobres.
Pero decir que sólo está obsesionado con los pobres no es creíble, no lo digan.
Digan algo que, además de ser cierto, sea creíble.
Yo sé que Mauricio Macri está preocupado por los pobres, ésa es la verdad.
Pero digan algo que, siendo cierto, parezca creíble: que la gente diga «este tipo dice la verdad»."

Difícil discutir sobre corrupción si nadie repara en el fondo de las cosas.
Con resultados económicos, si llegan, tal vez será más fácil.
La gran virtud de Brasil es que se ha permitido hacer justicia en plena caída de la actividad.


Es lo que diferencia a un sistema republicano de uno emotivo…

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