Por Federico Andahazi
El martes pasado habíamos hecho pública la versión local inédita
de la célebre obra de Mark Twain “Príncipe y Mendigo”
Me refiero, claro, a nuestra propia versión: “Reina y mendiga”.
En la novela original de 1881, el célebre escritor
estadounidense, relata la historia de dos niños idénticos:
Tom Canty, nacido en la pobreza, y Edward Tudor, el hijo del
rey Enrique VIII.
Cuando el azar los coloca frente a frente, al descubrir que
eran idénticos, se ponen de acuerdo para invertir los papeles: durante un día, el pordiosero será príncipe
y el príncipe, mendigo.
En la versión local, “Reina y mendiga”, el protagonista no
es Edward Tudor, aunque, recordemos, tiene un papel protagónico otro Tudor: Pelo Tudor, el sirviente de la
reina, a quien solía anunciarle: “Soy yo,
la reina Cristina, Pelo Tudor”.
También aquí los papeles se invierten: la reina termina como
una sufrida pordiosera. Ella, que siempre había despreciado a los medios
independientes, terminaba mendigando una notita para la birra.
Pero el mundo le fue hostil.
Susana, Mirtha y
Santiago del Moro se negaron a entrevistarla.
El único que estaría dispuesto a correr el riesgo es Nicolás
Repetto, pero con la única condición de hacerlo encapuchado, como lo hizo con
Fernando Hualas, para no pasar vergüenza.
La alternativa que le quedaba era que la entrevistara Víctor
Hugo Morales, pero sólo le podía asegurar un rating de tres.
-Tres puntos no está tan mal… -se sorprendió Cristina.
-No, tres espectadores: Víctor,
Hugo y Morales -le aclararon.
Finalmente, Cristina se resignó a quedarse sin entrevista.
Pero todavía podía mendigar en el mundo de la política.
Así, se puso los harapos más lastimosos, y salió a recoger
migajas entre sus antiguos subordinados cuyo cariño se supo ganar.
Como los pordioseros que se cuelgan un cartelito al cuello
en el que expresan sus penurias, Cristina mostró una penosa carta abierta para
conmover a sus rivales.
Pero lo hizo con tan poco tino que a la carta abierta la
tituló…
Carta abierta,
dejando en evidencia que fue escrita por los pordioseros de la agrupación
homónima.
En el pasaje que menciona las “sensibilidades opositoras” se
nota la pluma indigente de Horacio González y Ricardo Forster.
Harapienta y cabizbaja, Cristina fue a suplicarle votos a su
antiguo Jefe de Gabinete.
-Pero Cristina, vos me trataste de traidor.
-Fue de onda, en el buen sentido, Sergio querido. Además,
vos sabés que yo adoro a los traidores. De hecho, conviví con uno que traicionó
a Menem, a Duhalde y a los que les quedó la casa hipotecada con la 1050.
-Pero Cristina, le dijiste a tu sirviente Pelo Tudor “Hay que embocarlo al hijo de puta de
Massa”, yo escuché el audio.
-Y, sí, que estoy diciendo: qué mejor forma de embocarte que chorearte los votantes, traidor, hijo
de puta -dijo la mendiga Cristina con la voz furiosa de cuando era reina.
Ante el desplante de su ex funcionario, Cristina extendió la
palma cóncava ante el paso de Randazzo.
-Un votito por el amor de Dios -le suplicó.
-Pero Cristina, como voy a creer en vos, si ni siquiera me dejaste
participar de las PASO.
-Justamente, eso ya PASO, ahora miremos hacia adelante.
-Pero si me basureaste diciendo que no ibas a competir con
un empleado -le recordó el ex Ministro.
-Si me das los votos, yo te entrego a… Alicia.
El longilíneo Randazzo corrió dejando una estela ígnea tras
de sí.
Viendo que seguía con los bolsillos vacíos, se dijo que tal
vez los pobres fuesen los más generosos y se sentó en la puerta de un local del
Frente de Izquierda, justo cuando entraba Marcelo Ramal.
-Un sufragio para esta pobre viuda -imploró con la expresión
lastimera que le había enseñado Andrea del Boca.
-Pero Cristina, vos y Verbitsky siempre dijeron que yo era
la paleo izquierda, me dijiste que era
un dinosaurio…
-¿Vivo? -preguntó Cristina, todavía herida por el desprecio de Susana.
-Además, acabo de decir en Clarín que dejaste el país en
quiebra y que jamás se hicieron cargo del asesinato de Mariano Ferreyra.
-¡Zurdo tenías que ser, gorila de izquierda, anti patria! -le
espetó la pordiosera Cristina antes de que el referente de la izquierda la
esquivara con desprecio.
Entonces se encaminó al viejo peronismo.
Los compañeros no iban a darle la espalda en las malas.
En ese preciso momento se cruzó con José Luis Gioja.
-Un votito para esta pobre víctima del ajuste neoliberal.
-Pero Cristina, vos me mandaste a suturar el orto.
-Pero lo hice por tu bien, tontito. No podías andar así por
la vida.
-Pero vos nos dejaste así a los gobernadores, nos manejabas
con el látigo y nunca abrías la billetera.
-¡Sabés qué, descosételo y que te lo vuelva a
sutura la Barrick Gold, cipayo!
Como los viejos estafadores de poca monta, Cristina entendió
que para robarles el voto a los otros candidatos, en lugar de pedir, debía
ofrecer.
Entonces escribió:
“No les pedimos el
voto para nosotros, sino que ofrecemos nuestra boleta para representar el voto
opositor”.
Y, como es su costumbre, fue por más:
“Ante la desconfianza en el sistema bancario, no les pido su
dinero para mí, sino que ofrezco mis propias cajas de seguridad y las de mi
hija Florencia para que pongan a buen resguardo su efectivo”.
Pero ya casi nadie le cree.
Y así, con las cuentas embargadas por la justicia, con los
bolsillos vacíos y las urnas huérfanas de votos, hasta octubre escucharemos el
lamento de quien fuera la reina, suplicando:
-¡¡¡Un votito, por el amor de Dios…!!!
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