Con
este esquema el país no puede crecer a largo plazo, en base a inversiones,
porque nadie invierte para ser saqueado...
Por
Roberto Cachanosky
Si
se confirman los pronósticos que dan ganador al oficialismo, tanto en la
provincia de Buenos Aires como los distritos electorales con mayor peso
electoral, el presidente Mauricio Macri no tendrá la mayoría en ambas cámaras,
pero habrá acumulado un capital político nada despreciable que le otorgará un
margen de maniobra más amplio, para llevar adelante reformas estructurales que
nos permitan entrar en una senda de crecimiento de largo plazo.
Que
hoy varios indicadores económicos estén dando bien no quiere decir que sean
sostenibles en el tiempo.
A
modo de ejemplo, y salvando las distancias, Cristina Fernández logró mostrar
durante un tiempo un fuerte aumento del consumo, pero basado en artificios
económicos que hacían que ese aumento del consumo no fuera sustentable en el
tiempo.
Es la famosa
herencia recibida.
Esperemos,
entonces, que con ese mayor capital político, Macri comience a cambiar el
discurso y, sobre todo, el rumbo económico.
Lo
que sirve para ganar las elecciones no necesariamente sirve para crecer en el
largo plazo.
Mi
visión es que la economía argentina tiene por delante dos grandes problemas.
Uno,
el de solucionar la cuestión estrictamente económica.
Déficit fiscal,
inflación, distorsión de precios relativos, tipo de cambio real, etcétera.
El
otro es la política económica de largo plazo.
Cambiar
por completo la política económica apuntando a crear las condiciones necesarias
para atraer inversiones, incrementar la productividad de la economía, generar
más demanda de trabajo y así comenzar un ciclo de crecimiento de largo plazo.
Que
hoy varios indicadores económicos estén dando bien no quiere decir que sean
sostenibles en el tiempo
Pero
claro, esas condiciones necesarias para atraer inversiones requieren de algo
que vengo repitiendo hasta el hartazgo: calidad institucional.
Me
refiero a las reglas de juego, códigos, leyes, normas, costumbres que regulan
las relaciones entre los particulares y de éstos con el Estado.
Lo que hoy
tenemos es un sistema de saqueo generalizado.
El
Estado es el gran saqueador que luego decide a quien le da parte del botín.
Es
el que a su antojo reparte el botín del saqueo.
Pero
ojo, esto no es nuevo en Argentina.
Nuestra
larga decadencia tiene como germen esta "cultura" por la cual todos
pretenden vivir a costa del trabajo ajeno y usan el monopolio de la fuerza del
Estado para que saquee a otros y luego les transfiera a ellos parte del botín.
El
kirchnerismo ha llevado hasta niveles insospechados esta cultura del saqueo y,
a mi entender, el gran desafío de Macri consiste en empezar a desandar ese
nefasto camino que se ha traducido en un gigantesco gasto público con la
correspondiente presión impositiva, que ya nadie puede negar que está
destruyendo la economía argentina.
¿Qué quiero
decir con cultura del saqueo?
No
me refiero solamente a la legión de gente que recibe los llamados planes
sociales y se siente con derecho a ser mantenidos por el resto de la sociedad o
a la legión de ñoquis que permanecen en el estado, también me refiero a que
buena parte de la dirigencia empresarial local (de capitales argentinos y
extranjeros) pretenden parte del botín pidiendo proteccionismo, créditos
subsidiados y otros privilegios que les evite competir.
Quieren
un mercado cautivo para vender productos de mala calidad y a precios que no
podrían cobrar en condiciones de una economía abierta para obtener utilidades
extraordinarias.
Además
hay sectores profesionales que actúan como corporaciones, dirigentes políticos,
sindicales, etcétera. que pretende también vivir de ese saqueo generalizado.
Esperemos
que, con mayor capital político, el presidente Macri comience a cambiar el
discurso y el rumbo económico
La
política económica que impera en nuestro país se basa en esta regla por la cual
diferentes sectores recurren al Estado para que éste, utilizando el monopolio
de la fuerza, le quite a otro para darles a ellos.
Es
todos contra todos.
Una
sociedad que vive en permanente conflicto social porque el que es saqueado por
el Estado pide algo a cambio y, entonces, el Estado saquea a un tercero para
conformarlo y ese tercero protesta y el Estado saquea a un cuarto sector para
conformar al tercero y así sucesivamente.
Obviamente
que los que menos poder de lobby tienen son los perdedores de este modelo de
saqueo generalizado.
Con
este esquema de saqueo generalizado el país no puede crecer en base a
inversiones porque nadie invierte para ser saqueado.
En
todo caso hace un simulacro de inversión para luego saquear a otro. Pero
inversiones en serio, aquellas que tratan de conseguir el favor del consumidor
son mínimas con estas reglas. Es más, casi tienden a cero.
En
consecuencia, no tenemos un sistema de cooperación voluntaria y pacífica por la
cual un sector solo puede progresar si hace progresar a sus semejantes
produciendo algún bien que la gente necesite y vendiéndolo en el mercado a
precio y calidad competitivos.
Por el
contrario, tenemos un sistema de destrucción de riqueza.
De
destrozo del sistema productivo.
Y
eso se traduce en menos bienes para ser saqueados y repartidos.
Cuanto más saquee
el Estado, menos se produce, menor es el botín a repartir y mayor la
conflictividad social.
Hay
que cambiar un sistema de saqueo generalizado por otro de productividad y
crecimiento a largo plazo
Las
recurrentes crisis económicas argentinas son el fruto de esta cultura del
saqueo.
Cuando
se acaba el botín viene la crisis y empezamos de nuevo, pero no cambiamos la
cultura de fondo.
El
mayor problema que tenemos que enfrentar es cambiar esta cultura del saqueo por
la cultura del trabajo, de la competencia, de la innovación.
No
es cierto que el país no esté en condiciones de cambiar esta cultura decadente.
Que
sea imposible llevar a cabo un cambio de estas nefastas reglas de juego sin
evitar una crisis social.
Eso es lo que
venden los políticos que prefieren seguir teniendo el poder de saquear porque
saqueando pueden retener poder político.
Saqueo
a unos pocos y reparto entre muchos y así gano votos, es decir, kirchnerismo en estado químicamente puro.
Podremos
discutir hasta el hartazgo si gradualismo fiscal o baja del gasto público.
Si
hacemos una reforma impositiva que atraiga inversiones o continuamos con la
cantinela que primero hay que recaudar más para luego bajar los impuestos y
delirios de ese tipo.
Ahora, lo que
seriamente tenemos que plantearnos es si vamos a seguir usando al Estado para
robarnos unos a otros
(el robo legalizado, como lo llamaba Bastiat) o le ponemos un límite al Estado
en que el monopolio de la fuerza que le delegamos es para defender el derecho a
la vida, la libertad y la propiedad de las personas y no para que lo use para
saquear en nombre de la solidaridad social.
Verso
también inventado por los políticos para decir que tienen el monopolio de la
benevolencia y así seguir saqueando a los sectores productivos para repartir el
fruto del saqueo y ganar votos.
En síntesis,
terminar con esta competencia populista en que se ha transformado la democracia
en Argentina y volver a una democracia republicana
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