Por Federico Andahazi
“Las mil y una noches” es un recopilación de tradiciones orales, relatos y cuentos árabes compilados entre los siglos 9 y 19, cuando se introduce el personaje de Sherezade, la narradora que hilvana todas las historias.
El libro está compuesto por tres grupos de relatos que describen de forma fantástica la India, Persia, Siria, China y Egipto.
En nuestra versión, estos grupos de relatos corresponden a las tres grande mecas en las que se forjaron los relato más fantasiosos e inverosímiles:
Santa Cruz, Venezuela y las míticas tierras de Cocha del Mono, una suerte de paraíso perdido donde abundaba el azúcar, como metáfora de la eterna dulzura.
En la versión original, se trataba de una suerte de colección de tradiciones orales.
En la nuestra, empieza a tomar la forma de una colección de juicios orales,
cuyos protagonistas forman parte de un grupo de sultanes venidos a menos:
El sheik Boudou (o, dicho, con propiedad, “shake”, por la forma en la que se sacudía cuando se reía a carcajadas en los viejos tiempos),
el sultán De Vido (sultán, porque si lo desaforan y lo meten adentro no lo “sultán” nunca más);
el emir Báez, dueño del desierto todo;
el camellero López, que llevaba 9 millones de dólares en las alforjas de los animales hasta que se empacaron y, se sabe, los camellos imponen condiciones obscenas para avanzar en el desierto)
y, por supuesto, la arquitecta egipcia, que todavía tiene otras mil y una historias para contar frente al juez Bonadío, dispuesto a disfrutar cada relato.
En la versión original, como dijimos, la narradora es Sherezade.
En la nuestra, quien sostiene el relato es Cristinizade.
Antiguamente, estas narraciones orales fueron adaptadas a la tradición de Persia...
Actualmente Irán.
Pero Crisitinazade, con el asesoramiento de los sabios D´Elía, Esteche y Timerman firmó un pacto con Irán para que aquella traducción quedara silenciada para siempre.
Los cuentos más recordados son el de “Aladino y la lámpara”, que narra la historia del famoso genio que sale de la lámpara y que nuestra Cristinizade cuenta como nadie...
(“Si fuera una genia haría desaparecer a unos cuantos”)
“Los viajes de Simbad el marino” que, en la voz de Cristinizade se tituló “Sin Bad Informeiyon el marino”, una historia triste en la que a nuestra narradora le retienen la fragata en el reino de Ghana
y, por supuesto, “Alí Babá y los cuarenta ladrones”.
En nuestra versión, la hija de Cristinizade le indica a su madre en qué cajas de seguridad esconder el dinero y le pregunta por su antiguo gabinete.
El cuento se tituló “Ahí Mamá, ¿y los cuarenta ladrones?”. De hecho, la estructura narrativa responde a la lógica de las cajas orientales que ocultan otras cajas.
Nuestra versión es igual, sólo que ante la aparición de una nueva caja, el narrador se abraza a ella al grito de “¡éxtashish, éxtashish”!
Recordemos la historia principal:
Para evitar ser decapitada por el sultán, Sherezade, su condenada esposa, cautiva a su marido con un relato cada noche, cuyo final deja en suspenso hasta la noche siguiente para postergar la ejecución noche tras noche.
En nuestra Versión, Cristinizade debe inventar un relato cada día para permanecer con vida política.
Las noches que separan las elecciones primarias de las legislativas son setenta, pero el padecimiento es tan grande, que a Cristinizade le resultan mil y una.
Así, para evitar la muerte política, iniciará un largo derrotero contando cuentos fantasiosos hasta lo inverosímil, primero en el harén de Daniel Hadad, luego en el “shil” de Chiche Gelblung.
Les contará cuentos a los niños en los que les dice (Toma DE COLEGIOS)
“Ustedes no tienen nada que aprender, a ustedes no hay que enseñarles nada”, mientras en ese mismo momento en el colegio un grandulón de 18 años abusa de una nena de 14.
Cuando el electorado le baja el pulgar, disconforme con el relato, al ver peligrar su vida política, Cristinizade baila árabe en una clase de zumba.
La gente, azorada, le pide explicaciones al verla perder la compostura la dignidad y la vergüenza.
“Ah, perdón, pensé que eran clases de punga”.
Durante doce años, Cristinizade mantuvo la vida política a costa de un relato que, día a día, se hacía más inconsistente e inverosímil:
“En Argentina hay menos pobres que en Alemania”, excelente cuento que, lamentablemente, se olvidó.
“Las cifras mágicas del INDEC”.
“Escondiendo pobres debajo de la alfombra voladora” y tantos otros.
Crsitinizade vive así una extraña paradoja:
Si se calla, los fanáticos de sus relatos le piden que siga contando historias.
Pero cada vez que abre la boca, pierde mil un votos cada noche…
“Las mil y una noches” es un recopilación de tradiciones orales, relatos y cuentos árabes compilados entre los siglos 9 y 19, cuando se introduce el personaje de Sherezade, la narradora que hilvana todas las historias.
El libro está compuesto por tres grupos de relatos que describen de forma fantástica la India, Persia, Siria, China y Egipto.
En nuestra versión, estos grupos de relatos corresponden a las tres grande mecas en las que se forjaron los relato más fantasiosos e inverosímiles:
Santa Cruz, Venezuela y las míticas tierras de Cocha del Mono, una suerte de paraíso perdido donde abundaba el azúcar, como metáfora de la eterna dulzura.
En la versión original, se trataba de una suerte de colección de tradiciones orales.
En la nuestra, empieza a tomar la forma de una colección de juicios orales,
cuyos protagonistas forman parte de un grupo de sultanes venidos a menos:
El sheik Boudou (o, dicho, con propiedad, “shake”, por la forma en la que se sacudía cuando se reía a carcajadas en los viejos tiempos),
el sultán De Vido (sultán, porque si lo desaforan y lo meten adentro no lo “sultán” nunca más);
el emir Báez, dueño del desierto todo;
el camellero López, que llevaba 9 millones de dólares en las alforjas de los animales hasta que se empacaron y, se sabe, los camellos imponen condiciones obscenas para avanzar en el desierto)
y, por supuesto, la arquitecta egipcia, que todavía tiene otras mil y una historias para contar frente al juez Bonadío, dispuesto a disfrutar cada relato.
En la versión original, como dijimos, la narradora es Sherezade.
En la nuestra, quien sostiene el relato es Cristinizade.
Antiguamente, estas narraciones orales fueron adaptadas a la tradición de Persia...
Actualmente Irán.
Pero Crisitinazade, con el asesoramiento de los sabios D´Elía, Esteche y Timerman firmó un pacto con Irán para que aquella traducción quedara silenciada para siempre.
Los cuentos más recordados son el de “Aladino y la lámpara”, que narra la historia del famoso genio que sale de la lámpara y que nuestra Cristinizade cuenta como nadie...
(“Si fuera una genia haría desaparecer a unos cuantos”)
“Los viajes de Simbad el marino” que, en la voz de Cristinizade se tituló “Sin Bad Informeiyon el marino”, una historia triste en la que a nuestra narradora le retienen la fragata en el reino de Ghana
y, por supuesto, “Alí Babá y los cuarenta ladrones”.
En nuestra versión, la hija de Cristinizade le indica a su madre en qué cajas de seguridad esconder el dinero y le pregunta por su antiguo gabinete.
El cuento se tituló “Ahí Mamá, ¿y los cuarenta ladrones?”. De hecho, la estructura narrativa responde a la lógica de las cajas orientales que ocultan otras cajas.
Nuestra versión es igual, sólo que ante la aparición de una nueva caja, el narrador se abraza a ella al grito de “¡éxtashish, éxtashish”!
Recordemos la historia principal:
Para evitar ser decapitada por el sultán, Sherezade, su condenada esposa, cautiva a su marido con un relato cada noche, cuyo final deja en suspenso hasta la noche siguiente para postergar la ejecución noche tras noche.
En nuestra Versión, Cristinizade debe inventar un relato cada día para permanecer con vida política.
Las noches que separan las elecciones primarias de las legislativas son setenta, pero el padecimiento es tan grande, que a Cristinizade le resultan mil y una.
Así, para evitar la muerte política, iniciará un largo derrotero contando cuentos fantasiosos hasta lo inverosímil, primero en el harén de Daniel Hadad, luego en el “shil” de Chiche Gelblung.
Les contará cuentos a los niños en los que les dice (Toma DE COLEGIOS)
“Ustedes no tienen nada que aprender, a ustedes no hay que enseñarles nada”, mientras en ese mismo momento en el colegio un grandulón de 18 años abusa de una nena de 14.
Cuando el electorado le baja el pulgar, disconforme con el relato, al ver peligrar su vida política, Cristinizade baila árabe en una clase de zumba.
La gente, azorada, le pide explicaciones al verla perder la compostura la dignidad y la vergüenza.
“Ah, perdón, pensé que eran clases de punga”.
Durante doce años, Cristinizade mantuvo la vida política a costa de un relato que, día a día, se hacía más inconsistente e inverosímil:
“En Argentina hay menos pobres que en Alemania”, excelente cuento que, lamentablemente, se olvidó.
“Las cifras mágicas del INDEC”.
“Escondiendo pobres debajo de la alfombra voladora” y tantos otros.
Crsitinizade vive así una extraña paradoja:
Si se calla, los fanáticos de sus relatos le piden que siga contando historias.
Pero cada vez que abre la boca, pierde mil un votos cada noche…
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