Humor Político
Alejandro Borensztein
Cuando
Moisés guió al pueblo judío en su salida de Egipto, lo hizo caminar por el
desierto durante 40 años hasta que todas las generaciones que habían vivido
bajo la esclavitud del Faraón se fueron muriendo en el camino.
Así Moisés
logró que únicamente llegaran a la Tierra Prometida, generaciones de judíos
libres.
Lo mismo
debería hacer el peronismo.
¿Por qué un
joven de 20 años, con todas las ganas de militar en el peronismo, tiene que
hacerse cargo, por ejemplo, de Amado Boudou?
¿Qué culpa
tiene el pibe del mamarracho que hizo el kirchnerismo?
O peor aún,
¿por qué a esta altura del siglo XXI?, un peronista flamante tiene que hacerse
cargo de los libros de primaria con la cara de Evita en los ´50, de López Rega
y los Montoneros en los ´70, de Menem en los ´90 y así sucesivamente con todos
los pecados del peronismo hasta llegar a los monstruos más recientes, como por
ejemplo…
(Completar a
voluntad, tanto con kirchneristas que todavía andan sueltos, como con aquellos
que ya han sido detenidos por la dictadura de Macri gato).
Pensemos:
¿qué clase de peronismo pueden construir hoy aquellas generaciones que, física
o mentalmente, siguen entrampadas con Isabel y su Triple A, con Menem y sus
indultos o con Kirchner y sus De Vidos, sólo por nombrar algunos hitos
imborrables?
Sin duda,
hay que liberar al peronismo de su pasado esclavizaste.
Nuestra democracia no va a funcionar
como Dios manda hasta que al menos no haya dos partidos que contengan una buena
sarta de dirigentes con ideas distintas, pero con el mismo espíritu republicano.
Por
supuesto, abundan los que dicen que uno de esos partidos es el frente Cambiemos
y que el otro todavía no existe.
O sea, ya
salieron los gorilas de siempre a decir, una vez más, que el peronismo se
terminó.
Puede ser
que se haya terminado el partido peronista, pero lo que seguramente no se
terminaron son los dirigentes peronistas.
Y en algún lugar hay que ponerlos.
Y ya que
tenemos al peronismo, ¿para qué vamos a andar inventando un partido nuevo?
Acomodémoslos
ahí adentro.
El problema
es que hoy el partido peronista está muy cascoteado.
Los últimos inquilinos que se fueron
en 2015 lo dejaron a la miseria.
Eso obliga
al peronismo a dos tareas titánicas.
Por un lado,
un plan integral de refacciones y por el otro, lo más difícil:
Hay que encontrarles un
Moisés.
Si no, la
competencia con Cambiemos va a ser muy despareja.
Los
peronistas traen la mochila muy cargada, mientras que los de Cambiemos vienen
livianitos.
Es mucha
ventaja deportiva.
Ojo, digamos
las cosas como son; no es que en Cambiemos no haya impresentables de larga
trayectoria.
Los hay, y a
medida que pase el tiempo y ganen confianza, van a ir apareciendo muchos más.
Pero
borraron sus pasados.
La mayoría
tiene los números de chasis y motor adulterados.
Algunos de
ellos vienen de la UCR, de la Alianza, de De la Rúa y del Grupo Sushi.
Otros vienen
de diversas vertientes peronistas, mayormente chamuscados. Nunca falta alguno
de la UCeDe.
En fin, hay
de todo.
Pero Cambiemos es también una
formidable máquina de blanqueo político donde nadie tiene que hacerse cargo de
casi nada que haya ocurrido algunos años atrás.
Es un
partido nuevo, con mucha gente joven pero también con algunos galanes maduros y
divas baqueteadas cuyas macanas quedaron en sus partidos de origen y, luego de
recorrer el desierto por un rato, entraron a Cambiemos y pusieron el cuenta
kilómetros en cero.
En cambio
los pobres peronistas, todavía están poniendo la cara por Herminio Iglesias.
No
terminaron de explicar Gostanián, que ya tienen que estar explicando Moreno.
No habían terminado de justificar por
qué los Kirchner promovieron la privatización de YPF, cuando ya tuvieron que
salir a justificar por qué los mismos Kirchner la estaban estatizando.
Es injusto.
Llegó el
momento de ponerle más garra que nunca o darle la razón al gorilaje que vuelve
a preanunciar el final del peronismo, esta vez de una manera diferente.
Ya no por
culpa de un nuevo líder republicano ni de un carismático populista que arrastra
masivas voluntades.
Según esta
teoría, el peronismo habría terminado a manos de un ecuatoriano bajito de pelo
negro Alba latex y dos dedos de distancia entre la hebilla del cinturón y el
eje horizontal entre pezones, con una fórmula muy sencilla, magistralmente definida
por el politólogo Eduardo Fidanza: “Metrobus
mata lucha de clases”.
Durán Barba
habría convencido a Macri de una estrategia simple: “Mauricio, no te juntes con nadie. Vos sos lo nuevo y los demás son el
pasado. Hacé cloacas y dejate de joder”.
¿Así de
fácil era el tema?
Puede ser,
pero por las dudas rearmemos un partido alternativo, no sea cosa que nos
volvamos a poner el país de sombrero.
En
principio, un partido peronista.
Después
vemos si se nos ocurre algo mejor.
Antes que
nada le aggiornaría el nombre. Seguir diciéndole PJ a secas, da viejo.
Podría ser
“iPj” o “iPerón”.
Te da un
peronismo más Apple, más innovation.
Me parece
que eso le sumaría mucha más juventud que seguir cantando la pelotudez de “los
pibes para la liberación” con la que ya no engañan a nadie.
Con respecto
al contenido, a la hora de reconstruir el peronismo evitaría las definiciones
ideológicas.
Ya que las
vienen evitando hace 70 años, por un par de añitos más que posterguen el debate
no va a pasar nada.
¿Con quiénes
adentro?
Con todos, salvo
con la gavilla kirchnerista que todavía cree que el sol gira alrededor de
ellos.
Hasta que no
reconozcan que Galileo Galilei tenía razón, los dejaría en la campana
sandwichera.
Sobre todo
dejaría afuera a los dirigentes más jóvenes que curiosamente son los que tienen
pensamientos más antiguos.
Son mucho
más rescatables Filmus, Taiana o hasta Diana Conti que Larroque, Máximo,
Vallejos o Wado.
Y eso que hay que ponerle mucha onda
para pensar en rescatar a Diana Conti…
Pero hagamos
el esfuerzo.
Además, la
diputada saliente declaró que tiene pensado hacer un programa de televisión.
Si usted
supiera, amigo lector, la cantidad de veces que en mi vida escuché gente decir “me
cansé de todo, ahora voy a hacer un programa de televisión”.
Es la escala
previa al parripollo.
Hay que
rescatarla, por el bien de ella y de la televisión.
Y si insiste
mucho, le daremos una mano con el programa.
Ya tengo el
título: “Fascistas en el aire” con
la conducción de Diana Conti y un panel compuesto por Sabbatella, D’Elía,
Recalde (padre) y el tipo de barba candado que lloriquea porque los empresarios
kirchneristas lo rajaron de C5N.
Si lo
producimos bien, puede andar.
Mañana lo
llamo al “Chueco”.
Sólo por ver
a Sabbatella diciendo “Prendete al Trece”, ya vale la pena.
Volviendo al
punto, para mí en esta nueva versión del peronismo entran todos. Massa, Camaño,
Urtubey, Uñac, Schiaretti, Solá, Bossio, Domínguez, Abal Medina, el Chino
Navarro.
Bue, ponele
a Manzur también.
Y agrégale a
Randazzo, que tanto aportó a los triunfos de 2015 y 2017.
Yo sería
amplio.
Finalmente,
hay que buscar un Moisés que los guíe.
Me gusta más Julio Bárbaro que
Pichetto.
Si Cambiemos
hace las cosas bien, tendríamos 6 años más de Macri + 8 de Larreta + 8 de Peña
+ 8 de Vidal (orden alfabético para que no se me ofenda ninguno).
Eso te daría
30 años en el desierto.
En esos 30
años, Pichetto se te puede volver a hacer kirchnerista o menemista.
Hoy es más
importante, pero es más inestable.
En cambio Julio Bárbaro es un sabio
patriarca indiscutible.
Tal vez el
único que le queda al peronismo capaz de llevarlos a la Tierra Prometida.
Tiene 75
años, más 30 en el desierto serían 105.
Complicado.
Pero según
el Viejo Testamento, Moisés vivió 120 años, 80 en Egipto y 40 en el desierto.
Le tengo fe.
Vamos Julio,
un esfuercito más por la Patria, el movimiento y los hombres.
Abrazo grande…
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