Alejandro
A. Tagliavini
"Trump
es ´maquiavélico´, pero Obama también lo era" escribió Marc Bassets en El
País de Madrid y cuenta que
"hay Maquiavelos y Maquiavelos"…
Unos
son astutos y maquinadores y otros son
“los que, consciente o inconscientemente, aplican… los consejos que de verdad
Nicolás Maquiavelo dejó escritos en El Príncipe”.
Según
el florentino a veces hay que desviarse de las normas morales, o sea, ser inmoral.
Cuando
en El Príncipe explica qué debe hacer un gobernante para ser estimado, elogia a
Fernando de Aragón porque “siempre mantuvo los espíritus de sus
súbditos en la espera, la admiración y la ansiedad de su éxito” bélico.
Trump, a golpe
de Twitter, mantiene al mundo en estado de ansiosa expectación.
Obama,
por su parte, nunca fue tan maquiavélico como en su discurso de aceptación del
Nobel de la Paz, en 2009, al repudiar la violencia y la guerra y, al mismo tiempo, saber que la
permanencia de su Estado se fundamenta en la violencia y la guerra.
Porque
un príncipe, escribe Maquiavelo, “con frecuencia se ve obligado a actuar
contra su palabra, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión”.
Obama
citó a Gandhi y Martin Luther King, apóstoles de la no violencia.
Pero
añadió: “… no puedo guiarme sólo por sus ejemplos… el mal existe en el
mundo (…)
Decir
que la fuerza puede ser necesaria… es un reconocimiento… de los límites de la
razón”.
Los
límites de su pobre razón, por cierto, ya que contradice a la metafísica
clásica, la de Aristóteles, Santo Tomás y tantos sabios, que afirma que el mal
no tiene existencia propia, sino que
es ausencia de bien.
Según
El Príncipe un “buen” gobernante “no debe tener otro objeto ni otro pensamiento que la
guerra y las instituciones y la ciencia de la guerra”.
Donald
Trump, en su gira por Asia instó a Japón a que “compre una cantidad masiva de
equipos militares” norteamericanos, contra una población que ha demostrado en
las encuestas su adhesión a la política pacifista desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial (SGM).
Y
la misma estupidez hizo en Corea del Sur.
Sin
inmutarse, demostrando un canibalismo inaudito, aseguró que:
“Se
trata de un montón de puestos de trabajo para nosotros”,
mientras
que en Corea del Sur aseguró que “nos va a pedir millones en equipos (militares)
y con ello se reducirá nuestro déficit comercial”.
A
Trump, no se le puede negar su manera de decir la verdad frontalmente sin
disimulos ni escondidas:
Para
los políticos, la guerra, el asesinato masivo de personas, es una cuestión
comercial.
Trump, tiene
mérito como para que le otorguen el Nobel de la Paz.
Solo
faltaría que agreguen a Putin que no festejó el centenario de la revolución
bolchevique de 1917 (que se inició el 7 de noviembre, que era 25 de octubre en
el calendario juliano vigente entonces), porque tiene sus dudas…
Mandó
instalar el primer busto del tirano Stalin -que asesinó a más de treinta millones de personas dentro de la URSS- desde que murió en 1953.
Y,
después, inauguró el monumento a las víctimas de la represión en la URSS.
Por
cierto, Stalin todavía tiene admiradores que aseguran que convirtió a la URSS
en una potencia después de ganar la SGM.
¡Y
qué razón tienen!
Sin
esta guerra, sin guerras, la tiranía stalinista jamás se habría consolidado y,
probablemente, hubiera luchado con el nazismo hasta desaparecer ambos.
Y
luego se dio la lógica, el peor imperio de la historia, el soviético, cayó sin
guerras...
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