¡Viva
Tabarnia, libre y española!
Javier R.
Portella
fuente: El Manifiesto.com
También se
destaca en el mapa el valle pirenaico de Arán, comarca que, hablando además un
dialecto propio, rechaza independizarse de España.
Pagando a
los secesionistas con su misma moneda, lo que hace el proyecto Tabarnia es
segar simple y llanamente la hierba bajo sus pies.
No va a
quedar ni una brizna.
Todo empezó
como una broma, grandiosa, desopilante.
Seguro que
hasta los independentistas se reían de la gracia.
“Mira, mira, amb què surten ara els putos
espanyols! Ja, ja, ja”.
Ahora, en
cambio, ya están empezando a ponerse nerviosos.
Aunque ya
casi todo el mundo sabe en España qué es eso de Tabarnia, bueno será
recordarlo, sobre todo para nuestros amigos del otro lado del Atlántico, los
cuales, dicho sea de paso, están siguiendo cada vez más en mayor número este
periódico.
Y ello, pese
a toda la tabarra que les estamos dando con la cuestión del secesionismo
catalán.
Como se
puede ver en el mapa, Tabarnia es el conjunto de la principal parte de las
provincias de Tarragona y Barcelona, incluida por supuesto la capital (de ahí
el acrónimo), un conjunto de diez comarcas que se caracterizan por tres
pequeños detalles:
Son la parte
más poblada, la más rica y productiva y la más decididamente española de
Cataluña.
Las cifras
son rotundas:
5.612.802 son los habitantes de
Tabarnia, frente a
los 1.828.374 del resto de Cataluña (la Cataluña rural, a la que se conoce en
broma con el nombre de Catatonia).
En las
elecciones del pasado 21 de diciembre el voto de los tabarneses (gentilicio
que, por cierto, la Real Academia Española de la Lengua ya ha aprobado) fue a
parar mayoritariamente a los partidos unionistas, y muy en particular a
Ciudadanos.
Con tales
datos en la mano, un pequeño grupo de gente se puso, desde 2012, a darle
vueltas al asunto que ahora ha estallado con la desbordante fuerza con la que
irrumpe la historia cuando se ponen a rugir los generalmente apagados,
herrumbrosos engranajes del mundo.
“Tabarnia”
ya ha sido trending topic mundial en Twitter, las Redes Sociales se han
desbordado (sin Internet nada de esto sería posible) y 200.000 catalanes ya
hemos firmado una solicitud en favor del más novedoso, original… y maquiavélico
de los proyectos:
El consistente en que, separándose
del resto de Cataluña
—pero en absoluto de España—, Tabarnia
constituya una nueva Comunidad Autónoma dentro del Reino.
Los
independentistas, ¿no querían tanto el derecho a decidir?
¡Pues ahí lo
tienen!
Un derecho a
decidir que, en este caso, es totalmente legal y cuyo objetivo —la remodelación
de una entidad administrativa— está claramente contemplado en el artículo 144
de la Constitución.
Un derecho a
decidir que, pagando a los secesionistas con su misma moneda, lo que hace es segar simple y llanamente la
hierba bajo sus pies.
No va a
quedar ni una brizna.
¿Qué podrán
hacer el día en que —así lo quieran los dioses— Tabarnia se independice de la
plaga independentista?
Perdida la
capital —la joya de la corona—, privados de la parte simbólica y económicamente
más importante de Cataluña, reducidos a sus despojos —despojos cuyos paisajes,
es cierto, son de una belleza sublime, y se me parte el corazón por tener que
abandonárselos—, ¿qué podrían hacer entonces los separatistas?
¿Seguir
encenegando hasta el fin de los días la sola Cataluña rural que les es adicta?
¡Ridículo!
No les
quedaría más remedio que arrojar la toalla.
Sí, es
cierto, desde el punto de los principios todo esto es una completa aberración.
Tienen razón
los amigos de Somatemps: desde el punto de vista tanto histórico como
identitario, el proyecto Tabarnia carece de toda base, de toda justificación.
Olvidan, sin
embargo, que aquí estamos en política y no discutiendo de principios teóricos o
éticos.
Por supuesto
que Tabarnia no es en absoluto la solución ideal.
Lo es tanto
menos cuanto que la configuración del nuevo régimen autonómico sería
acendradamente liberalo-individualista e inmigracionista-globalista
—exactamente igual, desde este punto de vista, que bajo los independentistas.
Sí, es
cierto, Tabarnia no es la solución ideal, pero es la única posible.
Y la
política, amigos, es ese arte de lo posible (ya lo explicaba un cierto
Maquiavelo) en el que resulta aberrante —suicida, en realidad— proclamar grandes
objetivos cuando se carece de toda posibilidad de ponerlos en práctica.
Una de dos,
que aquí no hay tres.
O bien la
solución Tabarnia, la única que puede conseguir, frente a la Cataluña adusta y
cerril, una Barcelona y una Tarragona jubilosas, alegres, rompedoras,
españolas, taurinas, libertinas... (cosa, esta última, que es la negación misma
de la cutrez grosera y vulgar que predican y practican las nenas y nenes de la
CUP).
O bien, si
no se acepta Tabarnia, seguir con lo mismo y los mismos.
Con el mismo
cáncer.
Hasta que
haga metástasis.
Hasta que
acabe con Cataluña —y con España.
Sí, ya sé,
otra solución sería deseable:
Aplicar a fondo, dejándose de
tibiezas, todas las posibilidades que ofrece el Estado de derecho.
Y puesto que
los secesionistas han roto sobradamente la baraja, no permitirles seguir
jugando al mismo juego y haciendo las mismas trampas; ponerlos ahí donde ellos
mismos se han puesto: fuera de la
ley.
Tanto a
ellos mismos como a sus medios: a sus TV3, a sus radios, a sus escuelas…
Pero eso,
desengañémonos, ningún “constitucionalista” tiene la menor intención de
hacerlo, y eso jamás se hará.
Hablando de
“constitucionalistas”, ¿cómo van a
reaccionar ante el fenómeno Tabarnia?
La pregunta
es crucial porque es ahí donde todo se va a jugar.
O bien
apoyan y juegan el juego tabarnés, o de lo contrario…
De momento, el PP y el PSOE no han
dicho esta boca es mía.
Ciudadanos,
en cambio, sí se ha manifestado: sin apoyar abiertamente el proyecto (hubiese
sido, desde luego, prematuro), pero sin criticarlo tampoco en modo alguno.
Así reza el
tweet que envió Inés Arrimadas:
“Lo de Tabarnia es una
ocurrencia que pone al independentismo ante el espejo de sus propias
contradicciones y de la fragilidad de sus argumentos. Es muy significativo lo
nerviosos que se han puesto algunos.”
Y, mientras
tanto, pese a que ya se celebraron las elecciones catalanas, pese a que el
procés está de momento liquidado, pese a que la cuestión catalana ha dejado de
ser la principal por no decir la única cuestión de la actualidad, pese a todo
ello la bandera española sigue izada, ondeando en un extraordinario número de
ventanas y balcones de Madrid.
Habrá pronto
que colgar a su lado, solidariamente, la bandera de Tabarnia.
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