“Pedirles, además, que me quisieran, ¿no les
parece que era pedirles demasiado?” -
Joaquín Sabina
Ya quedó claro, y la mayoría de sus Gordos
colegas así lo han entendido:
Hugo Moyano está dispuesto a incendiar el
país –o, al menos, a intentarlo- para impedir el inexorable avance de la
Justicia sobre su libertad y los bienes mal habidos por sus varias familias y
saqueados a los afiliados a su sindicato y al club de fútbol que preside.
No está inventando nada nuevo, porque desde
los más cercanos adláteres de Cristina Elisabet Fernández (la subversiva Hebe de Bonafini y el proxeneta Raúl Zaffaroni)
hasta Juan Pablo Pata Medina han proferido amenazas semejantes.
Para la pelea que se avecina, el Negro y su
transitorio socio, el siempre verborrágico Luis Barrionuevo, han subido a su
esquina del cuadrilátero, convirtiéndola así en un verdadero cambalache,
a La Cámpora, a algunos intendentes del
Conurbano, al Partido Obrero y al trotskismo,
al mugriento Roberto Baradel, al
impresentable Hugo Yaski, al bancario Sergio Palazzo,
a las dos CTA, a ATE, a los “metro delegados”
y a los movimientos sociales
patrocinados por el Papa.
Ese rejuntado menjunje saldrá el 21 de
febrero a la calle para ofrecerse como garante de la honestidad de un enorme
ladrón, del cual abjuró y al que insultó hasta enronquecer, pero el defendido y
los defensores han exhibido jamás alguna coherencia.
Es previsible que una vez más se opte por la
violencia más irracional –la misma que sacudió la Plaza de los Dos Congresos en
diciembre pasado- para dar mayor visibilidad al acontecimiento, puesto que la
ausencia de los grandes gremios (Unión Ferroviaria, La Fraternidad, Unión
Tranviarios Automotor, Comercio, etc.) augura una fuerte reducción en la
asistencia.
Y la explicación a esta conducta de los
Gordos debe buscarse en dos razones diferentes:
La vocación por mantener el diálogo con el
Gobierno, dadas las ventajas que esa actitud puede representar para sus
sindicatos y, no es un dato menor, también para negociar algún camino para
dejar de ser, ellos también, blancos móviles de los organismos de investigación
financiera estatales, ya transformados en auxiliares de los magistrados, una
función que dejaron de cumplir durante toda la década anterior.
Moyano, esta vez, ha errado en el diagnóstico
de la realidad y, sobre todo, en la percepción del carácter de Mauricio Macri…
Éste no es, como creyó equivocadamente,
comparable a Raúl Alfonsín ni a Fernando de la Rúa, y me parece que al
Presidente le cae mejor el lema yrigoyenista de “que se rompa, pero que no se
doble”, en especial cuando se le quiere imponer una decisión por la
fuerza.
Por lo demás, el peronismo de hoy no tiene la
unidad (pese a la penosa foto de ayer, que reunió a Víctor Santamaría -otro
“perseguido”-, Alberto Fernández, Daniel Filmus, Agustín Rossi, Felipe Solá,
Daniel Arroyo y Fernando Chino Navarro) ni la potencia de las que podía
vanagloriarse en la época de los fracasados gobiernos radicales, y la
dirigencia gremial se ha constituido en la corporación más desprestigiada del
país; la reciente y bochornosa exhibición de tantos automóviles, aviones,
casas, joyas y dinero efectivo en manos de tantos mafiosos ha tenido una enorme
repercusión en la sociedad, incluyendo a los propios trabajadores esquilmados.
Quizás, antes de jugar con fuego, le hubiera
resultado útil al Negro volver a ver un video que se ha viralizado esta semana,
grabado allá por el 2000 en un programa de Mariano Grondona que contó con la
presencia del camionero y de una joven Patricia Bullrich, por entonces Ministro
de Trabajo.
Si ya entonces, cuando era miembro de un
gobierno sumamente débil, la Piba se atrevió a zamarrearlo como lo hizo, ¿qué cabe esperar de ella ahora, cuando
tiene tras de sí a una sociedad harta de patoterismo y, además, es Ministro de
Seguridad?
La ciudadanía, aunque este personaje no lo
entienda, no quiere más garantías para los delincuentes y olvido para las
víctimas.
En estos días, además de batir records en
materia de represión del narcotráfico, el Ministerio que encabeza pidió el
procesamiento de los falsos testigos impuestos por el terrorismo mapuche y, con Macri en primer plano, salió en defensa
de Luis Chocobar, el policía que se atrevió a disparar contra el armado y
frustrado asesino de un turista, devolviendo a las fuerzas de seguridad el
respaldo del Estado en el cumplimiento del rol que la ley les asigna, es
decir, reprimir el delito en todas
sus formas.
Lo curioso, cuando uno piensa en
Latinoamérica como una entidad y percibe las olas –ciclos o tendencias- que la
recorren entera, comprueba que los males que aquí aquejan a Moyano y a su nueva
socia, doña Cristina, son comunes en toda la región.
Ecuador acaba de rechazar masivamente la
posibilidad de reelección indefinida de Rafael Correa, que se encamina a ser
juzgado por corrupto y acompañar al actual Vicepresidente en la cárcel;
en Brasil, Lula, con sentencia de prisión en
doble instancia por la misma razón, no podrá ser candidato a una nueva
presidencia y, en menor medida, sucede algo parecido en Perú, en Chile, en
Colombia y en Uruguay.
Es decir, la impunidad se terminó y las sociedades
exigen reparación –o sea, la restitución de lo robado- y
castigo para todos, todos los ladrones.
Lamentablemente, aún resisten en la trinchera
populista del “socialismo del siglo XXI”, la bien administrada Bolivia de Evo
Morales y la torturada Venezuela de Nicolás Maduro;
la gerontocrática Cuba de Raúl Castro y la
siniestra Nicaragua de Daniel Ortega,
todos países que confluyeron en el nefasto Foro de San
Pablo con el fin de implementar esa fracasada ideología en el
subcontinente.
El Gobierno nacional realizará, en la corta
semana que se inicia, un “retiro espiritual” para analizar su relanzamiento,
después de la fuerte caída en la aprobación de su gestión, del cuestionamiento
a conductas reprochables de alguno de sus miembros, de la azarosa aprobación de
la reforma jubilatoria, del paralizante rechazo de la oposición a los cambios
en materia laboral y, sobre todo, a las
complicaciones que trajo aparejado el fin de año para la economía, por el
recrudecimiento de la indomable inflación y el incierto panorama internacional
en un país vulnerable en esos escenarios.
Sigo pensando, de todos modos, que estamos en
la senda correcta y, aunque nos cueste sangre, sudor y lágrimas –un precio que
pocos estamos dispuestos a pagar, es cierto- saldremos adelante y creceremos
lenta pero decididamente en el futuro inmediato.
Parte de ese calvario lo recorreremos cuando
comiencen los gangsteriles aprietes de los gremialistas más emblemáticos, que
todavía tienen el poder de complicar la vida a todos los conciudadanos,
privándolos de combustibles, remedios, alimentos y dinero para continuar su
trayectoria de repulsivo saqueo.
Ahí veremos si los argentinos aún tenemos
reserva de aquél coraje y de ese estoicismo que tantos laureles nos permitieron
conseguir en el pasado…
Lamentablemente, no fueron tan eternos como
pretendíamos entonces…
Bs.As., 10 Feb 19
Enrique Guillermo Avogadro
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