Si una persona vota por un candidato y después en ejercicio de su
función se entera que el mismo está a favor de la legalización del aborto, como
laico católico se encuentra en la
obligación de manifestar su posición y hacerla pública.
En mi caso no es una quijotada más, ya que he
emitido y se ha editado en numerosas oportunidades mi posición sobre el aborto.
Seguramente también es el caso de la Diputada
Lilita Carrio que ha exteriorizado su
punto de vista en contra de la legalización del aborto.
En ese sentido el Presidente de los
Argentinos aceptó que el tema sea debatido pero además declaró públicamente que
en caso que se resuelva de manera favorable la legalización en el Congreso no
vetaría la ley. Lo que significa lisa y
llanamente que sería corresponsable directo por los niños que van a ser
abortados en el futuro.
Sobre el tema un sacerdote alemán me envió un
correo en donde me revela que
actualmente culpan a los alemanes que nacieron en otra época como responsables por el holocausto con los
judíos.
Expone consternado ¿Será que sí?
Yo no nací en este tiempo, no obstante, me
echan cosas de este tipo en la cara hasta hoy, porque soy alemán.
Es que los alemanes de aquel tiempo votaron
en Adolfo Hitler, sabiendo que en su
programa político estaba la extinción de los judíos.
Los alemanes lo sabían y votaron por él.
En seguida Hitler ejecutó el programa que
antes ya había publicado.
Pero era tan absurdo este programa que los
alemanes pensaban que él no podría ser tan malo.
De hecho en el tiempo de Adolfo Hitler casi
no había desempleados.
¡Qué político tan bueno que acaba con el
desempleo, que promueve la economía, etc.!
¿Y por qué ya no había desempleados en el
tiempo de Hitler?
Porque los ponía a trabajar en carreteras y en la
industria de guerra, en las fábricas que producían armas.
Por unos años, la economía alemana conoció un
crecimiento increíble.
Pero cuando tenía suficiente armas
disponibles empezó a hacer guerra.
Los judíos en este tiempo o fueron asesinados
o tenían que trabajar en las fábricas que producían guerras. Nuestra
responsabilidad de alemanes consiste en que el pueblo alemán conocía el libro
“Mein Kampf” de Adolfo Hitler y no obstante votó.
Adolfo Hitler, más adelante, después de la extinción de
los judíos, quería acabar también con los sacerdotes católicos.
Muchos de ellos fallecieron en campos de
concentración o en la cárcel o fueron ejecutados bajo su régimen.
En aquel tiempo muchos sacerdotes católicos
se opusieron al régimen de Adolfo Hitler y sus métodos - y pagaron con la vida.
Cf. el beato cura de la catedral de Berlín,
beatificado por Juan Pablo II en Alemania.
Me puse a pensar en la aplicación de la
situación de lo que me describe mi amigo el curita con la situación actual,
obviamente no llevada a tal extremo:
Es que uno puede tener ideales maravillosos y
trabajar a favor de los valores del Evangelio, pero es necesario tener en
cuenta que en el momento en que se tenga una nueva oportunidad de votar a un candidato debemos meritar ¡como cristiano! su posición en su ejercicio y su
responsabilidad delante de DIOS y de la Iglesia.
Si el
Presidente al que voté tiene en su programa político la legalización del aborto
o la acepta sin más, la persona que vota
en un futuro por él se hace
corresponsable por los millones de abortos que se practicarán en el país.
Es que la tendencia del pueblo en general es dejarse llevar por la onda, por
la moda, por lo que se propaga en las novelas o en los medios de difusión.
Si las jóvenes embarazadas están en
situaciones de conflictos, en muchos casos optarán por lo más cómodo:
Por el aborto.
Claro que cada persona tendrá que afrontar su
propia responsabilidad moral, pero si la legislación facilita el crimen del
aborto, el desvarío sin duda se
multiplicará.
Si un católico dijera: la moral exige que entre
dos males se elija el mal menor.
Aplicando este aforismo en las próximas
elecciones dirá sin dudas:
Macri no es el mal menor, pues él va a
permitir con su acción u omisión que millones de bebés sean asesinados en el seno de sus madres.
Católicos argentinos no se dejen echar arena
en los ojos para no ver más la verdad:
Quién vote en su oportunidad por Macri o por
el candidato que este a favor del aborto se
hace corresponsable por muchos abortos más, porque la gente va a
colegir:
Si ya no es prohibido, entonces no puede ser
tan malo.
El Código de Derecho canónico excomulga a quien directa o indirectamente
colabora en un aborto.
El asunto es grave en sí mismo.
Se dice que nuestra Iglesia se está
inmiscuyendo en asuntos que sólo le toca al Estado.
En ese sentido debo recalcar y sostener que
hay “asuntos de humanidad que no se pueden reducir a lo meramente político”.
El asesinato, la discriminación, la injusticia, incluso
la corrupción y el fraude político y otros temas sumamente graves por sus
consecuencias, son asuntos que nos conciernen a todos los seres humanos, a
todos los habitantes de este mundo que se jacten de tener un poco de humanidad.
“El aborto, la vida desde su concepción, es
un asunto universal”.
La vida es un asunto de todos los tiempos…
O estamos a favor de la vida o seguimos
avanzando por el camino de la muerte.
Aprobar legalmente que una madre decida
terminar con la vida de su hijo aún no nacido, porque considere que su embarazo
y la crianza de su hijo puede "afectar" su proyecto de vida y su
desarrollo integral, resulta una
justificación aberrante en sí misma.
Las leyes siempre deben estar fundadas en la
razón, la verdad y el bien.
Cuando así sucede, tales normas son legítimas
y obliga a los ciudadanos a ajustarse a ellas.
Nadie niega el dolor y el sufrimiento que
viven las mujeres que abortan y que, en ocasiones, trágicamente culmina con su
propia muerte.
Tampoco se objeta las condiciones insalubres
en las que muchas veces, personas sin escrúpulos y algunos sin conocimientos
médicos, practican abortos.
Pero mejorar las condiciones de higiene y
asegurar que quienes practiquen abortos sean especialistas en la materia, no atiende ni resuelve el problema de
fondo.
Es cierto que la práctica de un aborto puede
poner en riesgo la vida de la mujer que se lo realiza, pero lo que es
innegable, es que se acaba con la vida de un ser humano ya concebido.
Quienes abogan a favor de la legalización del
aborto argumentan que la Iglesia y en general quienes se oponen a ello,
fundamentan su posición en simples creencias, mitos y en ideas retrógradas y
que con ello se está en contra de la ciencia.
Por el contrario, es la propia ciencia y no
la Iglesia, la que establece que desde
el momento en que un espermatozoide fecunda a un óvulo, surge una nueva vida.
Es el conocimiento científico y no las
creencias religiosas, el que establece que a partir de la fecundación, ese
nuevo ser vivo está esencialmente completo y que únicamente requiere tiempo
para su desarrollo.
Es el avance de la medicina y no los
principios morales ni los dogmas religiosos, la que ha registrado el proceso de
desarrollo acelerado que el nuevo ser humano alcanza día tras día, semana tras
semana, dentro del vientre materno.
Que no nos engañen, al menos en este tema, “no existe conflicto alguno entre ciencia
y religión”.
Al contrario, la Iglesia fundamenta su
posición justamente en el conocimiento científico.
No es la fe la que lleva a la iglesia y a las
personas a estar en contra del aborto, sino la certeza de lo que la ciencia
reconoce: la vida humana inicia desde el momento de la concepción.
Por eso, el
aborto es un crimen.
Por eso una persona que se dice católica que
en un futuro vote por el candidato que favorece ese flagelo se
hace corresponsable de muchos abortos más.
Es ahora el momento de luchar y abrir la
boca, antes que sea tarde.
Después no tiene sentido llorar sobre la
leche derramada.
Ahora
debemos actuar.
Me gustaría que la Diputada Carrio a la que
le tengo en gran estima por su enorme lucha contra la corrupción manifieste
abierta y claramente su postura sobre
esta situación mucho más grave.
Jorge Bernabé Lobo Aragón
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