Extrañas
actitudes en la Corte
López
y yo trabajábamos en coordinación permanente con los otros ministros
consultando sus posiciones, y uno de los llamados que yo mismo realicé fue al
doctor Gustavo Bossert, que se encontraba veraneando en Cariló.
Su
respuesta fue contundente: debía declararse la inconstitucionalidad del
corralito del modo más terminante posible, y en esas condiciones estaba
decidido a firmarlo.
Como
ya sabía que muchas veces Bossert hacia ese tipo de manifestaciones entusiastas
pero después o se abstenía de votar o lo hacía en otro sentido, le leí los
párrafos más duros para comprobar que estuviera de acuerdo.
Él,
incluso, agregó comentarios endureciéndolos aún más en los fundamentos y
corrigió otros.
Con
su permiso, copie y transcribí sus dichos para que no hubiera dudas, pero mi
cuidado no fue suficiente ya que una vez llegado el momento de firmar decidió
abstenerse.
Y
no sería el único en cambiar de criterio sobre la marcha…
En
los días previos, es decir, en la última semana de ese enero de 2001, Petracchi
había tenido un incidente con unos veraneantes argentinos en la localidad
Brasilera de Canasvieiras, estado de Florianópolis, Brasil.
Esa
situación se dio cuando algunos argentinos, al reconocerlo, lo “escracharon”,
como se dice vulgarmente.
Por
ese motivo, en su carácter de ministro de Corte había pedido protección
policial.
Pasado el
incidente, me llamo por teléfono y me pidió que, en mi carácter de juez de
feria, convocara a un acuerdo extraordinario para declarar la inconstitucionalidad
de la confiscación de los depósitos en moneda extranjera.
Le
respondí que, ante la inminencia del fin de la feria, si bien el tema era
extremadamente grave me parecía innecesario hacer tal convocatoria, ya que de
ese modo el pronunciamiento solo se adelantaría veinticuatro horas, y además
que no estaba seguro de que todos los ministros pudieran llegar antes del 1º de
febrero.
No
obstante, le dije que daría orden de que fuera enviado inmediatamente un pasaje
oficial para que viajara a la Argentina y pudiera estudiar el fallo, que
coincidía textualmente con su pedido de declarar inconstitucional la
confiscación.
Así
le pedí inmediatamente al habilitado de la Corte, el señor Mariano Riviello,
que era quien manejaba todos estos temas económicos operativos junto con el
señor Luis Freire, que le remitieran en forma inmediata el pasaje para el
primer avión que saliera hacia Buenos Aires.
Así
Petracchi regresó en un viaje especialmente adelantado, para estudiar el caso y
evitarle a su familia un eventual mal momento si debía compartir el avión con
los mismos argentinos que lo habían agredido.
El
ministro Guillermo López, apenas llegó, le entregó el proyecto, que tuvo
oportunidad de estudiar unos días antes del acuerdo.
Y
al comenzar el acuerdo ese viernes 1º de febrero del 2002, ante la opinión de
declarar la inconstitucionalidad de la confiscación de la propiedad privada,
grito a viva voz y en forma enfática: “Sí, señor, este es inconstitucional, y
así hay que decirlo”.
Sin
más.
Luego
de firmar más de ochocientos fallos con sus remisiones confirmando expedientes
de amparo de diversos juzgados y cámaras con efectos similares a la sentencia
que dictaríamos pocos minutos después y dejando firmes los amparos formales que
ordenaban la protección de los depositantes, llegó el momento de votar la
famosa "causa Smith”, que resolvía sobre el fondo de tan trascendente
cuestión.
En
esa situación se pasó a un cuarto intermedio porque el doctor Fayt quería hacer
algunas modificaciones de mera forma a su voto concurrente y, una hora y media
después, se continuó con el tratamiento de la sentencia.
Pero,
imprevistamente, ya que a excepción de Belluscio los ocho restantes habíamos
firmado esas ochocientas causas donde el “resultado formal” era idéntico al que
se fundamentaría con el "caso Smith”, Petracchi
y Bossert manifestaron un cambio de criterio y resolvieron abstenerse
de firmar.
¿Cómo
puede ser que hayan tenido tiempo de estudiar los ochocientos proyectos
anteriores para firmarlos y después del cuarto intermedio no firmar el
"caso Smith” alegando falta de tiempo para su estudio?
¿Qué había
pasado?
Petracchi
lo había estudiado bien ya que había mencionado declarar la
inconstitucionalidad.
Hay
un dato que tal vez pudiera echar luz a este confuso episodio.
Poco
antes de reiniciado el acuerdo, cuando regresaba yo de mi despacho en camino
hacia la sala, entre al despacho del doctor Fayt, me encontré con Petracchi tratando de
convencerlo de que desistiera de votar, a lo que Fayt se rehusó
terminantemente.
El
cambio inexplicable y ostensible indicaba que la Corte estaba alterada para
funcionar de manera normal, y esas dos abstenciones luego del cuarto intermedio
lo demostraban.
La influencia y la presión políticas eran tan feroces como
despiadadas.
Petracchi
adujo después en algunos medios que no había tenido tiempo de interiorizarse en
el caso.
El
fallo salió un viernes 1º de febrero de 2002, el primer día hábil posterior a
la feria de enero.
Y
más tarde, para preservarse de su inexplicable proceder, inventó el
incomprensible pretexto de no poder intervenir en todos los temas de la defensa
de la propiedad de los depósitos, ya fuese del llamado “corralón” o su anterior
“corralito”, por ser titular de un depósito a plazo fijo.
Sin
embargo, eso no le había significado ningún conflicto a la hora de firmar
aquellas ochocientas causas anteriores (que, dicho de paso, están como prueba
en los registros de la Corte).
Pero,
además, su impedimento no era tal porque se trataba de un depósito en una
institución bancaria pública, y según lo disponía expresamente el artículo 17
del Código Procesal, por la característica de estos depósitos no eran causal de
excusación.
¿Qué
había sucedido en un lapso no más de noventa minutos del cuarto intermedio?
¿Qué
cosas habían ocurrido en los días y horas anteriores?
No hay comentarios:
Publicar un comentario