Por
Diego Schurman
Fuente:
Infobae.com
El
diario de la guerra del cerdo es un clásico de la literatura.
La
novela de Adolfo Bioy Casares tiene de protagonista a un jubilado que un día
despierta y descubre que los jóvenes decidieron atacar a los viejos.
La
narración, claramente, no es amable con la ancianidad.
La
presenta como lo execrable y repulsivo en la antesala de la muerte.
"En
esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser", describe
Bioy Casares la psicología del agresor.
El
libro llegó al cine de la mano de Leopoldo Torre Nilsson y el reproche a los
mayores abunda en los diálogos.
"¡Yo
me pregunto qué clase de corazón tienen, qué herencia nos dejaron, qué hicieron
por nosotros!
¡Cerdos!
¡Sí,
señor, cerdos, basuras!", dice uno de los protagonistas en la cruzada
contra los veteranos.
El
recuerdo viene a cuento por la manera en que sectores de la sociedad
vituperaron una eventual candidatura de Roberto Lavagna.
La
mayoría de las observaciones ocurrieron en privado, pero algunas otras, en
público.
Desde
el oficialismo la más dura fue Elisa Carrió.
"Yo
competí con Lavagna y él ya era grande. Hay que dejarles lugar a las nuevas
generaciones", expresó.
La
líder de la Coalición Cívica se refería a las elecciones del 2007, en las que
Lavagna fue candidato a presidente acompañado en una fórmula (UNA) por el
radical Gerardo Morales.
Sergio
Massa también puso el tema sobre la mesa al asegurar que "por edad y
energía" él se consideraba en su mejor momento para sacar adelante el
país, lo que pudo leerse como una manera tácita de bajar la cotización del
economista y competidor directo, ya que ambos integran el mismo espacio.
Algunos
analistas políticos fueron más concesivos:
Lo
consideraron un candidato competitivo, ya que, por la edad, no podría ser
presidente más que para un solo mandato, y eso lo volvería atractivo para una
solución contingente.
Esta
columna no trata de determinar si Lavagna es buen o mal aspirante presidencial,
si tiene buenas o malas ideas, si hay que apoyarlo o darle la espalda. Eso es
harina de otro costal.
El
propósito es defender a los llamados viejos, utilizando como ejemplo al
economista por su irrupción en la escena pública.
¿Qué
significa ser viejo?
¿A
qué está inhabilitada una persona mayor?
¿Quién
establece que los jóvenes son más aptos para determinadas actividades?
El
mundo cambió.
Las
expectativas de vida se modificaron.
Hoy
la gente vive más.
Es
más longeva.
Y
llega a lugares de responsabilidad a una edad más avanzada.
Se
puede especular si Lavagna tiene ganas de lanzarse a la competencia o si se
está prestando a un juego de marketing, si tiene vocación de suceder a Mauricio
Macri o si oficia de anzuelo en busca de votos para el espacio del peronismo
que lo cobija.
Pero
descartarlo de plano por ser mayor parece más bien un acto de defensa de
aquellos que le temen, y denota el deseo de sacarlo de un partido al que aún no
se sabe si el propio ex ministro está dispuesto a jugar.
Lavagna
tiene 76 años.
En
marzo cumple 77.
Ya
no puede aspirar a la primera de Independiente, equipo del que es hincha.
¿Pero
es viejo para ejercer un cargo público?
Este
mismo debate se dio en México porque Andrés Manuel López Obrador, a los 65
años, se convirtió en el hombre más grande en llegar a la presidencia de ese
país en lo que va del siglo XX y XXI.
En
el mundo hay decenas de ejemplos de gobernantes mayores, incluso a los 90 años.
Mahathir
Mohamad, quien se convirtió en primer ministro de Malasia el 10 de mayo del año
pasado, tiene 93.
Robert
Mugabe, también de 93 años, fue destituido en 2018 de la presidencia de
Zimbabue.
Beji
Caid Essebsi, a sus 92 años, es el primer mandatario de Túnez.
Shimon Peres ejerció la presidencia de Israel
con más de 90 años.
En
América uno de los ejemplos más cercanos es el de José Mujica, presidente de
Uruguay entre 2010 y 2015.
Tenía
75 años al momento de asumir el poder. En los Estados Unidos, Donald Trump tomó
el mando con 70 años.
Hasta
la monarquía, con Isabel II del Reino Unido, y la Iglesia Católica, con el papa
Francisco, de 92 y 82 años respectivamente, ofrecen evidencia de que
administración de poder y edad pueden ir de la mano.
En
la cultura oriental las personas mayores son pilares de la sociedad.
Al
viejo se lo asocia con la experiencia y la sabiduría.
En
Occidente, muchas veces es discriminado, se lo emparenta con la debilidad y se
lo considera un estorbo.
Lavagna
puede ser centro de innumerables polémicas por su trayectoria, sus ideas, su
vínculo con los grupos económicos, sus aires de arrogancia, su mote de
"esperanza blanca" y hasta por combinar sandalias con medias.
Pero
criticarlo por viejo es una suerte de veto o censura que no tiene asidero, a no
ser que nuestra sociedad pretenda reeditar la guerra del cerdo.
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