"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 5 de marzo de 2019

CREER EN DIOS


La vida es un acto de fe...
A pesar que mucha gente lo niega, todos los hombres creen.
La primera creencia es en la realidad, la propia y la que nos circunda.
Todos creemos en nuestra realidad, que somos de verdad y no una imagen en el pensamiento de otro, ni una virtualidad ni una idealidad.
Es la consistencia de la que hablaban los griegos.

También creemos en la realidad de la gente y las cosas que nos rodean.
Sin esa fe, estaríamos alienados, enloqueceríamos.
No entender la realidad, imaginarse virtualmente en otras circunstancias es muchas veces la causa de enfermedades mentales.
No estamos viviendo un sueño, no pasan las imágenes delante de nosotros como en el mito de la caverna, sino que son, tienen existencia.
Creemos también, cuando actuamos y tomamos decisiones; cuando decido tomar un vehículo para trasladarme, estoy creyendo que el vehículo en realidad pasará por donde lo espero, me llevará donde quiero ir, y estará allí el lugar que espero encontrar.
Creemos que pasará, ya que no tenemos ninguna certeza intelectual previa que así será.

Ortega decía, vivo en la creencia de mi barrio, de mi calle, porque no se me ocurre pensar de ninguna manera, que abra la puerta a la mañana y que la calle no esté ahí.
Tengo fe, creo ciertamente que así será.
Las relaciones humanas también son un acto de fe.
Si convengo encontrarme con alguien, estudiar con un compañero, asistir a un evento con un amigo, estoy creyendo que en realidad asistirá, nos encontraremos, estudiaremos o iremos al evento.
No tengo certeza previa que ello suceda, pero confío en que se realizará, que el encuentro se celebrará y estaremos juntos.
No podría vivirse de otra manera; no sin un acto de fe permanente, en cada instante y en cada decisión, que efectivamente se cumplirá lo que proyectamos, acordamos o convenimos.

Que podemos decir de los sentimientos.
Es imposible intelectualizar, medir o cotejar los mismos.
No hay forma de racionalizarlos.
El sentimiento, cualquier sentimiento dirigido a los demás, es un profundo acto de fe, es una creencia que surge en nuestro interior, se externaliza y se dirige hacia la persona, el grupo o el objeto sentido.
No tiene razón.
Es una emoción que se pone en acto, que deriva en una conducta, en un comportamiento referido al otro, del cual no tenemos ninguna medida, ninguna constancia que lo recibirá, lo aceptará, o lo compartirá con nosotros.
Es nuestra creencia interior impulsada hacia la persona o hacia el objeto que determina que la reciba y la responda.
Está determinada por la fe.

El mayor de nuestros sentimientos es el Amor, el que nos sentimos a nosotros, y el que damos y esperamos recibir de los demás.
Pero ¿cómo explico el amor?
Acaso ¿entrego mi amor, con la seguridad racional que está bien orientado, que será recibido y devuelto en la misma forma por la persona amada?
Acaso ¿tengo certeza que me ama y que seguramente lo recibirá, o pongo mi confianza en que ello sucederá y espero que se cumpla?

Me acuesto por las noches, confiando en que habrá otro mañana, que saldrá el sol, que las cosas estarán allí, y yo con ellas.
Planeo mi vida, confiando en que el futuro será tal cual lo ideé y proyecté.
Estudio para recibirme y trabajar de aquello que me gusta porque es mi vocación.
Comparto mi vida con una pareja, para vivirla juntos, tener hijos y proyectarme al futuro en ellos.
Más no tengo ninguna seguridad, sólo es un acto de fe, confío en que será así y que mis deseos se cumplirán.

La fe es un don, dado a todos los hombres por igual, para que en uso de su libertad la acepten o la rechacen.
La fe se nutre de la bondad y del amor.
Entonces ¿por qué no creer en Dios?

Elías D. Galati

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