Loris
Zanatta
Al integrar la
fórmula con Macri, el senador muestra su adhesión no solo a la Argentina
republicana, sino también a la secular, opuesta al mesianismo populista
Fuente:
LA NACION
BOLONIA.-
"Para
un peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro peronista", proclamaba
la sexta de las veinte "verdades peronistas".
Al
candidatearse junto a Mauricio Macri en contra de una fórmula integrada por
peronistas, Miguel Ángel Pichetto enterró aquella "verdad".
Se
ve que del otro lado no encontraba muchos peronistas "de bien".
O
que esas "verdades" no son ya tan verdaderas.
Sobre
su gesto, los motivos, las consecuencias, hay miles de versiones y
consideraciones.
¿Cuántos
votos moverá?
¿Cómo
cambiará la campaña electoral?
¿Quién
se beneficiará?
¿Es
creíble Pichetto?
Yo
no tengo la respuesta a estas preguntas; ya veremos.
De
una cosa, sin embargo, estoy convencido:
Su
gesto podría haber sido un evento histórico; y las palabras utilizadas para
explicarlo, aún más:
Lealtad
republicana, futuro del país, apertura al mundo, preocupación por las cuentas
públicas…
¡Palabras de
estadista, una revolución copernicana!
Estamos
muy lejos de los malabarismos a los que la política argentina nos ha
acostumbrado, de las tácticas desenfrenadas, de los cínicos cambios de
camiseta.
Claro,
gruñirán algunos:
Los
enemigos del peronismo, los "gorilas" de siempre, gente como yo,
celebran la "traición", abren sus brazos al "desertor".
Si
piensan eso, peor para ellos:
Ofuscados
por viejos dogmas, no ven más allá de su nariz.
Lo esencial se
les escapa:
Pichetto
no ha traicionado nada ni a nadie; eligió y explicó su elección, juzgándola
consistente con su militancia peronista, con su idea de lo que el peronismo
debería ser.
Este
es el aspecto más relevante.
Como
observador para quien el peronismo es parte del problema y no de la
solución argentina, podría encogerme de hombros:
Otra vez sopa…
Nadie rasguñará nunca al paquidermo
estatista, corporativo, sindicalista montado en su momento por Perón.
Nadie
se atreverá jamás a impugnar su retórica nacionalista, pauperista,
anticapitalista, causa de pobreza, ineficiencia, corrupción.
Tanto
es así que la alternativa liberal, Cambiemos, reformas liberales pudo hacer muy
pocas.
Visto
de esta manera, el acuerdo con Pichetto sería volver al redil, el eterno
retorno al mortífero abrazo peronista.
Pero
como historiador del peronismo -que
del peronismo no canta loas, por decirlo suavemente- creo que aquella
sería una lectura superficial.
Si
salimos un instante del eterno presente en el que todos vivimos hundidos, el
gesto de Pichetto adquiere un sentido mayor del que aparenta.
Y
tal vez mayor del que imagine él mismo.
Primero: La Argentina necesita como del oxígeno de
un peronismo republicano, democrático y pluralista.
La
solidez institucional, la lealtad de todos los actores a las reglas y al
espíritu del juego democrático son la premisa necesaria para cambiar de marcha
y salir de la eterna crisis del país:
Las casas se
construyen desde los cimientos.
Entiendo
a aquellos que temen que esto sea un oxímoron, dada la alergia de la cultura
política peronista a esos valores.
Pero
el pluralismo se hace entre diferentes, no entre iguales, y Pichetto dio el
paso en esa dirección.
Segundo: Pichetto hizo
en un momento, contra la famosa grieta, mucho más que los aspirantes a Rasputín
que desde hace tiempo ladran contra ella.
El
sentido profundo de la grieta, tal como se formó en los albores del peronismo,
me temo que escape a muchos de ellos:
El
país, según su premisa, no es un coro complejo de voces, sino el teatro de la eterna lucha entre el bien y el mal, la
virtud y el pecado, la primera llamada "pueblo", el segundo,
"oligarquía".
Es
un clivaje de tipo moral y religioso, más que político y sociológico, que el
peronismo encarnó:
El
pueblo es puro, inocente, cristiano…
La oligarquía,
corrupta, pecadora, descreída;
El
primero es patriótico; la segunda, cipaya, antinacional; así de simple y
brutal.
¿Puede
la verdad convivir con el error?
¿La
santidad con el demonio?
Así
es como la historia política argentina se convirtió en terreno de guerras
religiosas, cruzadas, "revoluciones".
Bueno,
lo que el peronismo creó solo los peronistas pueden desmantelarlo:
El
gesto de Pichetto hace precisamente eso…
Da
vuelta una página, tapa un hueco.
La
grieta ya no es relevante, o no debería serlo; se acepta un espacio republicano
plural.
Tercero: Dado que los
peronistas están casi en todas partes, muchos piensan que el general tenía
razón: en la Argentina todos son peronistas; el peronismo es "la ideología
de la Nación".
¿La
jugada de Pichetto marca entonces el triunfo del peronismo, capaz de absorberlo
todo?
Yo
lo vería al revés, como la agonía del peronismo tradicional, de un movimiento
que siempre aspiraba a ser el todo, nunca la parte.
Algo
similar sucedió en Italia cuando, al caerse el antiguo sistema, los líderes de
la Democracia Cristiana, que habían dominado el país durante décadas,
aparecieron en todos los otros partidos:
No
era ningún triunfo…
A lo
sumo, una desbandada.
Es
lo que sucede ahora con el peronismo:
Si
todos son peronistas, nadie lo es de forma exclusiva:
Ni
Pichetto, ni Cristina, ni Massa, ni los dinosaurios al estilo Bárbaro.
Siempre
ha habido varios peronismos, pero raramente se resignaban a vivir en casas
diferentes:
No
se abandona una iglesia, no se renuncia a una fe.
Sí, acaso, se abrían paso a codazos para tomar posesión de la casa común.
Pichetto
fue herético, descartó el llamado de la tribu.
Cuarto y último: El gesto de
Pichetto suena a última y definitiva rebelión del peronismo de Perón contra el
peronismo de Eva.
Como
todo movimiento populista, el peronismo siempre ha tenido un alma redentora y
una pragmática, una mesiánica y una secular.
El
general no era menos autoritario que Eva, pero en su universo corporativo había
espacio para la política, los compromisos, las alianzas…
Su
peronismo era susceptible de adaptaciones y evoluciones:
Franquismo
y fascismo terminaron por adaptarse a la democracia.
El universo de
Eva es otra cosa.
Su
furia maniquea es una forma de fanatismo religioso.
No
es casualidad que el inventor del evitismo fuera un jesuita…
Y
tampoco lo es que el kirchnerismo, su heredero, sea el credo del clero más
milenario, el que todavía sueña con el reino de Dios en la Tierra y la
eliminación de los infieles.
Contra
el evitismo, Pichetto no solo se adhiere a la Argentina republicana, sino
incluso a la Argentina secular.
Cuidado
con exagerar, pero se vislumbra una luz al final del túnel.
Ojalá
no sea un espejismo...

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