Manuel
De Paz
Mientras
Venezuela se hundía en la pobreza y en el autoritarismo en nombre de "la
revolución bolivariana y el socialismo del siglo 21",
Cristina
Fernández de Kirchner era víctima de una amnesia total respecto a esa nación.
De
ser defensora activa de todo lo que remitiera al chavismo y socia "exitosa" de Chávez y
Maduro, Cristina tuvo hace unos años un ataque feroz de realidad y, como
siempre le ocurre ante las verdades que no quiere reconocer, decidió no hablar
más de Venezuela.
Si
Nicolás Maduro es indefendible, pues entonces lo anulo, no existe y "san
se acabó", como nos enseñó su hijo Máximo Kirchner.
Para
"pelotudo" (el calificativo es de ella) ya lo tenía a Parrilli, su
asesor todo terreno.
Sí
sabe, pero no contesta
Además,
como Cristina no da notas al periodismo, no hubo en todos estos años
posibilidad de preguntarle si su posición sobre Venezuela había cambiado.
Tanto
Cristina como Néstor compartieron con el chavismo una visión política y
económica cambalachera del mundo junto a líderes latinoamericanos nacionales y
populares, más el zar Putin y los fanáticos teólogos de Irán, entre otros
"demócratas" del orbe.
Ahora,
en esos shows de stand up político que está dando por el país en las
presentaciones de su libro de desmemorias llamado Sinceramente, la
"precandidata a vicepresidenta" eligió Mendoza para admitir
sesgadamente, aunque de manera pública, que en Venezuela hay hambre.
"Sorry,
pero con la comida, en la Argentina estamos como Venezuela", acotó
alegremente la ex mandataria, creyéndose una canchera del año uno.
La
algarabía de los militantes que la fueron a escuchar a San Martín fue
indescriptible.
Poco
interesaba que la comparación lanzada por la dama fuera un disparate.
Como
no importan tampoco todos los hechos de corrupción desbocada que se están
investigando en los tribunales federales y que involucran no sólo a la ex
familia presidencial y a decenas de quienes fueron sus funcionarios, sino a una
cohorte de empresarios de la construcción que les pagaron coimas para hacerse
de la obra pública.
Lo
que importaba era cuestionar a Macri, algo que Cristina está en todo su
derecho de hacer, máxime como jefa de la oposición kirchnerista, sin necesidad
de mentir con descaro.
Alberto
se abre
Hasta
el propio precandidato "a presidente de la Nación", Alberto
Fernández, ha tenido que salir a despegarse de los dichos de su jefa sobre el
hambre en la Argentina y en Venezuela.
"Eso
no admite ninguna comparación", ha aclarado Alberto, además de
reconocer que Maduro ha virado a una gestión autoritaria.
La relación de
la Argentina kirchnerista con el chavismo fue nefasta y escandalosa.
Ese
intercambio nacional y popular incluyó, entre otras exquisiteces:
*El
financiamiento a tasas usurarias brindado por Chávez a la Argentina (cuando
todavía había dólares del petróleo en Venezuela).
*Los
jugosos negocios "por izquierda" que los empresarios amigos de los
Kirchner hacían con el chavismo en esa "embajada paralela" que se había montado en Caracas para armar
licitaciones a medida, y de la que luego brotaban las coimas para quienes usted
ya sabe.
*Pero
quizás lo peor de toda esa entente fue la concreción, en medio de esa
verborragia supuestamente libertaria, de una política energética calamitosa que
nos llevó de ser un país exportador de petróleo y gas a tener que depender de los barcos que nos
mandaban Maduro o los ayatolás de Irán a precios de enemigo.
Pobre
epílogo
"No
es de católicos ni de cristianos" tener en la pobreza a tanta
gente, ha dicho Cristina en Mendoza.
La
líder opositora se ha olvidado no sólo de Venezuela.
También
ha borrado de su mente que en 2013
cuando ella era presidenta ordenó no publicar más los datos de la pobreza y que
en diciembre de 2015, cuando se negó a entregarle los atributos de mando a
Macri, la cantidad de pobres era del 30%.
Sorry, Argentina.
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