López
Obrador sigue el manual chavista.
Las
señales de que López Obrador sigue el ejemplo chavista no escasean, y debemos
reaccionar ante tan ominosa alarma.
Una de las
discusiones más apasionantes sobre el régimen de Andrés Manuel López Obrador en
México es su supuesto parecido con el régimen construido por Hugo Chávez en
Venezuela.
Según
esta lógica, la llamada «cuarta transformación», como le gusta a López Obrador
llamar a su gobierno, no sería más que un esfuerzo consistente por trasplantar
a México el llamado “socialismo del siglo XXI”, edificando una especie de “Venezuela del norte”.
Quienes
así lo señalan tienen bases en su argumentación.
Y sus evidencias,
por desgracia, se acumulan y adquieren coherencia.
Al
respecto, esto lo dice y lo acepta quien desde un principio se ha negado a ver
a López Obrador como un simple emulador de Chávez:
En
mis colaboraciones siempre he destacado, en primer término, la raíz del
autoritarismo priista en López Obrador.
Quizás,
no obstante, sea momento de aceptar lo evidente y reconocer, al fin, cómo el
chavismo va adquiriendo protagonismo en el gobierno lopezobradorista.
Muchos
han señalado los evidentes parecidos entre ambos regímenes. O para decirlo más
claramente: la clara copia por parte de los estrategas de López Obrador de la
experiencia chavista. hasta hace poco la experiencia más exitosa en América
Latina, sobre cómo vaciar toda institucionalidad en una democracia liberal y
transformarla en un régimen iliberal, de cómo convertir una democracia
imperfecta en una dictadura perfecta a través de métodos democráticos.
Basta
hacer un rápido repaso de las propuestas de Hugo Chávez, para ver cómo fueron
copiadas por López Obrador y sus estrategas, con la esperanza de lograr una
transformación tan radical como la que operó Chávez sobre el régimen
venezolano:
El uso y abuso
de los medios de comunicación, especialmente la televisión, para popularizar
las prioridades del gobierno.
Desde
el programa “Aló Presidente” que inició Hugo Chávez en 1999 (que dejó de
trasmitirse hasta que murió en 2013) hasta las conferencias “mañaneras” de
López Obrador, una continuación legítima.
El
discurso de vender el avión, reducirse el sueldo y ser “humilde”, diciendo que
la riqueza es mala, fue patentado por
Chávez, con buenos dividendos electorales, ya que según él, no podía
haber gobierno rico con pueblo pobre, aunque después terminó comprado un avión
más costoso, por ejemplo.
También
anunció, como hizo López Obrador, no ocupar la residencia oficial e incluso,
que el Palacio de Gobierno se transformaría en una universidad, aunque estas dos promesas no las
cumplió.
La
idea de la revocación de mandato a la mitad del período presidencial tampoco es
de López Obrador, sino de Hugo Chávez, que anunciara al periodista Jorge Ramos
en una muy conocida entrevista en diciembre de 1998.
La idea de
transformar la Constitución nacional en una de carácter revolucionario,
bolivariano y amoroso,
fue también de Hugo Chávez, a través del Referéndum Constituyente de 1999, que
muchos analistas señalan es el proyecto estelar de López Obrador para la
segunda mitad de su mandato.
El
discurso de la lucha y el fin del neoliberalismo, un neoliberalismo que dio
origen a la corrupción, también es una idea patentada por Hugo Chávez, desde el
comienzo de su vida política hasta el final de sus días.
La
idea de crear una Guardia Nacional en la que se concentren todas las fuerzas
armadas comandadas por el “Jefe Supremo de la Nación” fue de Hugo Chávez, antes
que de López Obrador, quien solo la tropicalizó.
El
proyecto de tomar el control del Poder Judicial bajo el pretexto de que fue
corrompido, fue de Hugo Chávez, misma idea que López Obrador ha venido
desarrollando en México.
La
idea de construir un proyecto político amoroso, cristiano y humanístico, de valores
morales, fue de Hugo Chávez, el cuál se encuentra explicado y documentado en
varias entrevistas que le realizaron.
La
idea de “repotenciar” la industria petrolera a través de la empresa estatal
PDVSA, expulsando al capital privado de su estructura financiera, fue también
de Hugo Chávez, antes que de López Obrador.
A partir de este
gesto de machismo político, se sucedieron después las expropiaciones de
empresas, los controles de precios y de cambios, todo lo que arruinó la
economía venezolana.
Finalmente,
la vinculación entre Chávez y López Obrador termina siendo doblemente irónica:
Por
un lado, las dos personas que adoptaron esas medidas bajo su Presidencia tenían
como deporte favorito el béisbol;
la
segunda ironía es que quienes votaron por Chávez dijeron en algún momento: “es
imposible que una dictadura se instaure aquí”.
Y
es lo mismo que dicen los defensores de López Obrador en México; su defensa
automática es que “México no es Venezuela”.
El de López
Obrador es un régimen que aun no termina por perfilarse, pero cuyas
primeras escaramuzas ya se dan al nivel de los símbolos y la retórica.
Así,
López Obrador se reviste de los mismos símbolos e igual discurso que Hugo
Chávez.
Si
realmente queremos aprender del pasado y de sus errores, los mexicanos debemos ser conscientes de que el norte simbólico de
López Obrador
no
es Juárez, no es Cárdenas, tampoco Madero, sino
que es Hugo Chávez.
Y recordar también que, si algo fue un fracaso
trágico, como lo es la Venezuela chavista, no
se puede aspirar a algo distinto, haciendo exactamente lo mismo
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