La
ambivalencia discursiva y gestual del futuro Poder Ejecutivo ya se anticipa
como la marca de época de la Argentina años ´20.
Silvio
Santamarina
Desde el hecho maldito de que un presidente sea
nombrado por su vice, todo en la nueva Argentina presuntamente post
kirchnerista, lleva el sello de la ambigüedad
Cuando
el Frente de Todos tuvo que armar sus listas, quedó muy clara la impronta de La
Cámpora en la toma de decisiones, tanto que el propio Alberto Fernández se
sintió obligado a aclarar que no le importaba poseer esa lapicera, porque el
Gabinete lo armaría él solito.
Pero
ahora, luego de la visita presidencial
al departamento de Cristina Kirchner para consensuar la nómina de ministros,
tampoco queda tan claro el poder de decisión albertista en el mismísimo
Gabinete.
En
el medio, pasaron cosas.
Por
ejemplo, el embarazoso show revolucionario de Axel Kicillof y su jefa sobre el
escenario en la noche de la victoria electoral, episodio que también tuvo que
salir a relativizar Alberto Fernández.
Y
hablando de entrevistas, el presidente electo pasó demasiado tiempo de su pre mandato
hablando de la necesidad urgente de revisar la situación procesal de su jefa
política.
Y de su hijo, a
quien ya le auguró –innecesariamente- un auspicioso destino
presidencialista.
Para
que no queden dudas sobre quién manda, Agustín Rossi –que suena como posible
ministro- acaba de elogiar las capacidades de Máximo para ser el próximo jefe
del bloque de diputados K.
Desde
Héctor Cámpora, nunca se había visto un presidente jugando al “pato rengo” con
tanta docilidad.
Quizá
se trate de un saludable síntoma de robusta autoestima por parte de Alberto.
Ojalá.
Pero la
sensación de que el nuevo Presidente de la Nación asume rodeado y vigilado de
cerca por las redes de Cristina Kirchner no se ha disipado desde el lanzamiento
de la fórmula, más bien se ha acentuado.
Queda
la idea de que la dinámica de poder para el comienzo de la década del 20
arranca con el futbolero efecto “gol de oro”: si el equipo albertista emboca
algún éxito económico al comienzo de la gestión, puede que la relación de
fuerzas con el cristinismo comience a desequilibrarse a favor del Presidente.
Pero si el
arranque en la Casa Rosada es con tropiezos dolorosos, entonces el doble
comando controlado desde el Congreso, la gobernación bonaerense y el Instituto
Patria, se volverá inexorable…
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