Del
“cisne negro” de Malvinas al advenimiento de Hugo Chávez
Por
Juan Bautista "Tata" Yofre
En
la primera semana de noviembre de 1981 se inauguró la XIV Conferencia de
Ejércitos Americanos.
Se
llevó a cabo en una base del Ejército de los Estados Unidos, cercana a
Washington y pegada al río Potomac, que lleva el nombre de Lesley J. McNair, el
general de más alto rango que murió en combate en la Segunda Guerra Mundial, en
julio de 1944.
La cumbre de
comandantes se realizó en un momento llamativo.
En
esos días el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), una
conjunción de socialdemócratas (Guillermo Ungo), castristas y otras
organizaciones guerrilleras, luchaba
palmo a palmo contra las fuerzas legales en El Salvador.
En
Nicaragua, el gobierno pro castrista del Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN) transitaba un poco más de dos años en el poder, y desde
Honduras, los “contras”, con la ayuda estadounidense y argentina intentaban
voltearlo.
En la cumbre de
comandantes participaron todos los delegados latinoamericanos menos los de Cuba
y Nicaragua.
El
tema principal fue “cómo combatir la infiltración cubano- soviética en las
Américas”.
Edward
Meyer, comandante norteamericano abrió la conferencia con un discurso y
presentó el temario.
Los
generales más activos, según todos los informes, fueron los de Argentina, Chile
y El Salvador.
“Ya
estamos en guerra”, dijo uno de los presentes.
Durante
la cumbre castrense el jefe de la delegación argentina era el teniente general
Leopoldo Fortunato Galtieri, un claro exponente de la lucha contra el marxismo
que aspiraba a convertirse en un férreo aliado de los Estados Unidos.
Lo que no dijo
Galtieri a sus “aliados” americanos fue que aspiraba a convertirse en
Presidente de la Nación en el corto plazo, con el decisivo apoyo de la
Marina argentina.
Iba
a deponer a Roberto Eduardo Viola y, como concesión a la Armada, pensaba
aceptar la invasión o recuperación de las Islas Malvinas.
Hacerlo
-según él- no acarrearía ningún
problema.
Esperaba
de los americanos un gesto de “hands off” y de los británicos una protesta
diplomática.
Salió
todo al revés:
Ronald
Reagan, presionado por la opinión pública y por Margaret Thatcher, se vio
obligado a apoyar a Gran Bretaña, lo mismo que la OTAN.
Cuba
y sus aliados apoyaron a la dictadura argentina, su vieja enemiga y el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) voló por los aires.
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