Oficial
de Estado Mayor
Ya
oficial de Estado Mayor y profesor de historia militar en la Escuela Superior
de Guerra, Perón escribió artículos sobre historia y teorías bélicas.
Su
libro, Apuntes de historia militar, tuvo varias ediciones.
Entre
los pensadores militares que influyeron en su preparación académica figuraba
Juan Lucio Cernadas, quien lo introdujo en la lectura de Carl von Clausewitz,
Colmar von der Goltz y Ferdinand Foch y en la concepción amplia de la doctrina
de guerra que incluye “la nación en
armas”.
El
coronel José María Sarobe fue el jefe al que más admiró.
Según
Carlos Piñeiro Iñíguez, esta relación tuvo carácter discipular.
El
libro en el que Sarobe proponía tareas pendientes de unificación aduanera y una
cooperación basada en el eje
Argentina-Brasil resultó un antecedente de la relación de Perón y Vargas años
después, en la que revirtió la antipatía hacia el país vecino manifestada
en sus cartas juveniles.
En
la presidencia de Justo, Perón se desempeñó como ayudante del ministro de
Guerra, general Manuel Rodríguez.
Agregado
militar en Chile en 1936, sus informes fueron valorados por el general Luis
César Perlinger:
Pudo
sortear el fracaso de la misión de espionaje que inició en Santiago y que
recayó en su sucesor en el cargo, el entonces mayor Eduardo Lonardi.
Enviado a Italia
en 1939 en misión de estudio, Perón mereció muy buenas calificaciones.
Regresó
dos años después y fue destinado a Mendoza.
Ascendido
a coronel llegó a Buenos Aires en diciembre de 1942, a la inspección de Tropas
de Montaña. una sola sombra en esta foja:
En
1940, el general Juan Monferini reclamó tribunal de honor porque Perón y el
coronel Enrique Rottjer, autores de la obra Las operaciones en 1870, no lo
incluyeron en las citas bibliográficas.
La
sanción que mereció fue leve, y nada obstaría para que ese año obtuviera
excelentes calificaciones.
En la
conspiración del 6 de septiembre
Su
historia política fue más intensa que lo revelado en la foja.
Según
su propio relato, Perón se incorporó a la conspiración del general José Félix
Uriburu en 1930.
Era
entonces ayudante del coronel Francisco Fasola Castaño, jefe de ideas
nacionalistas.
Asistió
a reuniones secretas, a las que concurrían, entre otros oficiales, Juan Bautista
Molina, Álvaro Alsogaray, Pedro Pablo Ramírez, urbano de la Vega,
José
Humberto Sosa Molina, Miguel Mascaró y Franklin Lucero,
Allí se hablaba
del hartazgo de la oficialidad con Yrigoyen, de la prensa nacionalista, de
lo conversado entre Uriburu y Leopoldo Lugones y de otros temas.
Aunque
todo le pareció muy improvisado, el capitán Perón siguió adelante.
El destino que
le asignó el “Estado Mayor” de Uriburu fue la Escuela de Suboficiales.
Perón
intuyó el fracaso de su misión, se consideró desligado del compromiso y fue
expulsado del grupo revolucionario.
Se
acercó entonces al teniente coronel Descalzo y al coronel Sarobe, que formaban
parte del sector liberal de la conspiración que orientaban el general Justo,
los socialistas independientes y el diario Crítica.
La intención de
este grupo era derrocar a Yrigoyen con el objetivo de convocar a elecciones y
retornar al sistema constitucional cuanto antes.
A
ese efecto, Descalzo redactó un programa de acción, y Perón lo imprimió en
mimeógrafo.
En
un relato sobre los sucesos del 6 de septiembre, escrito a pedido de Sarobe, en
enero de 1931, dice Perón:
Solo
un milagro pudo salvar la revolución.
Ese
milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de una avalancha
humana se desbordó en las calles al grito de “viva la revolución”, que tomó la
Casa de Gobierno, que decidió a las tropas en favor del movimiento y cooperó en
todas formas a decidir una victoria que de otro modo hubiera sido imposible.
En
este texto, la palabra “pueblo” se identifica con los grupos juveniles de clase media y alta,
movilizados por los partidos de la oposición y por los nacionalistas.
Como
observó Carlos Fayt, el autor se manifiesta como un frío oficial de Estado
Mayor, dispuesto a no exponer inútilmente su vida y su carrera, partidario del orden y de las jerarquías,
que actúa en defensa de la Constitución
y que aprenderá la lección acerca de cómo, con quiénes y bajo qué condiciones
puede organizarse una acción revolucionaria.
8
Años después, Perón explicó que era muy joven y se había equivocado al sumarse
al golpe militar.
No
obstante, siguió la misma línea del grupo de oficiales justitas que en un
principio fue relegado por Uriburu.
Destinado
a La Quiaca, considerado un castigo, aprovechó la oportunidad para profundizar
su conocimiento del lugar y de su gente.
En
1931, el coronel José María Sarobe fue designado como agregado militar en la
embajada argentina de Japón.
Era
una forma elegante de alejarlo.
En
esas circunstancias, Perón le escribía dando cuenta de lo que sucedía en el
país.
En
abril de 1931 le informó a Sarobe sobre la actividad de la Legión Cívica Argentina,
“una
especie de milicia ciudadana que cooperaría en caso de alteración del orden”,
apoyada desde la Escuela Superior de Guerra.
Dijo
también que debido al fracaso del gobierno en las elecciones de la provincia de
Buenos Aires, que le dieron un nuevo triunfo al radicalismo, volvió Justo al
centro de la escena:
“El
general Justo parece ser en estos momentos el árbitro de la situación [...] no
creo que otra persona pueda salvar al gobierno provisional”.
A
continuación, lamentaba el desorden en el cuadro de oficiales, consecuencia
negativa de la revolución, y proponía más disciplina:
Será
necesario que los hombres que vengan a gobernar vuelvan las cosas a su lugar.
Esto
no tiene otro arreglo que duplicar las tareas.
El
año 1932, por lo menos, debe ser para los oficiales, en general, un año de
extraordinario trabajo de todo orden, solo así podrá evitarse el mal que
produce en el Ejército la ociosidad, la murmuración y la política.
Será
necesario que cada militar esté ocupado en asuntos de su profesión, de diana a
retreta.
De
lo contrario, esto irá de mal en peor.
Perón
calificó de “inicuo” el frustrado levantamiento radical de Gregorio Pomar en
Corrientes.
Con
respecto a las elecciones presidenciales de noviembre de 1931 en las que la
fórmula radical fue vetada, y compitieron Justo-Roca contra Repetto-De la
Torre, se burló de Lisandro de la Torre y concluyó:
“En
general, la gente que piensa entiende que la única solución es el general
Justo, y creo que será Presidente”.
Casado
con María Aurelia Tizón, joven de clase media porteña, hija de inmigrantes de
origen gallego y vasco, Perón desplegó una intensa actividad de propaganda en
la campaña electoral del justismo y justificó su trabajo político en la ya
citada correspondencia:
Muchos
oficiales que no entendemos nada de política estamos en plena tarea de
movilización de familiares y amigos.
Pensamos
que hoy no es una falta intervenir en favor del candidato de nuestra
predilección y lo hacemos con la conveniente y necesaria discreción.
Yo
tengo a todos los varones de la familia y amigos civiles ocupados en la
propaganda política activa y siento que las mujeres no voten porque, en ese
caso, de la familia nomás me llevaba más de veinte votantes [...]
Varios
amigos curas que tengo, a quienes he encargado que hagan propaganda, me han
dado un alegrón porque me hicieron una reflexión muy acertada:
Los
curas votan y propician al candidato más probable que permita asegurarles la
estabilidad.

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