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Caricatura de Alfredo Sabat

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Perón, un militar admirador de Mussolini… (2)


Oficial de Estado Mayor

Ya oficial de Estado Mayor y profesor de historia militar en la Escuela Superior de Guerra, Perón escribió artículos sobre historia y teorías bélicas.
Su libro, Apuntes de historia militar, tuvo varias ediciones.
Entre los pensadores militares que influyeron en su preparación académica figuraba Juan Lucio Cernadas, quien lo introdujo en la lectura de Carl von Clausewitz, Colmar von der Goltz y Ferdinand Foch y en la concepción amplia de la doctrina de guerra que incluye “la nación en armas”.
El coronel José María Sarobe fue el jefe al que más admiró.
Según Carlos Piñeiro Iñíguez, esta relación tuvo carácter discipular.
El libro en el que Sarobe proponía tareas pendientes de unificación aduanera y una cooperación basada en el eje Argentina­-Brasil resultó un antecedente de la relación de Perón y Vargas años después, en la que revirtió la antipatía hacia el país vecino manifestada en sus cartas juveniles.
En la presidencia de Justo, Perón se desempeñó como ayudante del ministro de Guerra, general Manuel Rodríguez.
Agregado militar en Chile en 1936, sus informes fueron valorados por el general Luis César Perlinger:
Pudo sortear el fracaso de la misión de espionaje que inició en Santiago y que recayó en su sucesor en el cargo, el entonces mayor Eduardo Lonardi.
Enviado a Italia en 1939 en misión de estudio, Perón mereció muy buenas calificaciones.
Regresó dos años después y fue destinado a Mendoza.
Ascendido a coronel llegó a Buenos Aires en diciembre de 1942, a la inspección de Tropas de Montaña. una sola sombra en esta foja:
En 1940, el general Juan Monferini reclamó tribunal de honor porque Perón y el coronel Enrique Rottjer, autores de la obra Las operaciones en 1870, no lo incluyeron en las citas bibliográficas.
La sanción que mereció fue leve, y nada obstaría para que ese año obtuviera excelentes calificaciones.

En la conspiración del 6 de septiembre
Su historia política fue más intensa que lo revelado en la foja.
Según su propio relato, Perón se incorporó a la conspiración del general José Félix Uriburu en 1930.
Era entonces ayudante del coronel Francisco Fasola Castaño, jefe de ideas nacionalistas.
Asistió a reuniones secretas, a las que concurrían, entre otros oficiales, Juan Bautista Molina, Álvaro Alsogaray, Pedro Pablo Ramírez, urbano de la Vega,
José Humberto Sosa Molina, Miguel Mascaró y Franklin Lucero,
Allí se hablaba del hartazgo de la oficialidad con Yrigoyen, de la prensa nacionalista, de lo conversado entre Uriburu y Leopoldo Lugones y de otros temas.

Aunque todo le pareció muy improvisado, el capitán Perón siguió adelante.
El destino que le asignó el “Estado Mayor” de Uriburu fue la Escuela de Suboficiales.
Perón intuyó el fracaso de su misión, se consideró desligado del compromiso y fue expulsado del grupo revolucionario.
Se acercó entonces al teniente coronel Descalzo y al coronel Sarobe, que formaban parte del sector liberal de la conspiración que orientaban el general Justo, los socialistas independientes y el diario Crítica.
La intención de este grupo era derrocar a Yrigoyen con el objetivo de convocar a elecciones y retornar al sistema constitucional cuanto antes.
A ese efecto, Descalzo redactó un programa de acción, y Perón lo imprimió en mimeógrafo.

En un relato sobre los sucesos del 6 de septiembre, escrito a pedido de Sarobe, en enero de 1931, dice Perón:
Solo un milagro pudo salvar la revolución.
Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de una avalancha humana se desbordó en las calles al grito de “viva la revolución”, que tomó la Casa de Gobierno, que decidió a las tropas en favor del movimiento y cooperó en todas formas a decidir una victoria que de otro modo hubiera sido imposible.

En este texto, la palabra “pueblo” se identifica con los grupos juveniles de clase media y alta, movilizados por los partidos de la oposición y por los nacionalistas.
Como observó Carlos Fayt, el autor se manifiesta como un frío oficial de Estado Mayor, dispuesto a no exponer inútilmente su vida y su carrera, partidario del orden y de las jerarquías, que actúa en defensa de la Constitución y que aprenderá la lección acerca de cómo, con quiénes y bajo qué condiciones puede organizarse una acción revolucionaria.
8 Años después, Perón explicó que era muy joven y se había equivocado al sumarse al golpe militar.
No obstante, siguió la misma línea del grupo de oficiales justitas que en un principio fue relegado por Uriburu.
Destinado a La Quiaca, considerado un castigo, aprovechó la oportunidad para profundizar su conocimiento del lugar y de su gente.

En 1931, el coronel José María Sarobe fue designado como agregado militar en la embajada argentina de Japón.
Era una forma elegante de alejarlo.
En esas circunstancias, Perón le escribía dando cuenta de lo que sucedía en el país.
En abril de 1931 le informó a Sarobe sobre la actividad de la Legión Cívica Argentina, “una especie de milicia ciudadana que cooperaría en caso de alteración del orden”, apoyada desde la Escuela Superior de Guerra.
Dijo también que debido al fracaso del gobierno en las elecciones de la provincia de Buenos Aires, que le dieron un nuevo triunfo al radicalismo, volvió Justo al centro de la escena:
“El general Justo parece ser en estos momentos el árbitro de la situación [...] no creo que otra persona pueda salvar al gobierno provisional”.
A continuación, lamentaba el desorden en el cuadro de oficiales, consecuencia negativa de la revolución, y proponía más disciplina:

Será necesario que los hombres que vengan a gobernar vuelvan las cosas a su lugar.
Esto no tiene otro arreglo que duplicar las tareas.
El año 1932, por lo menos, debe ser para los oficiales, en general, un año de extraordinario trabajo de todo orden, solo así podrá evitarse el mal que produce en el Ejército la ociosidad, la murmuración y la política.
Será necesario que cada militar esté ocupado en asuntos de su profesión, de diana a retreta.
De lo contrario, esto irá de mal en peor.

Perón calificó de “inicuo” el frustrado levantamiento radical de Gregorio Pomar en Corrientes.
Con respecto a las elecciones presidenciales de noviembre de 1931 en las que la fórmula radical fue vetada, y compitieron Justo­-Roca contra Repetto-­De la Torre, se burló de Lisandro de la Torre y concluyó:
“En general, la gente que piensa entiende que la única solución es el general Justo, y creo que será Presidente”.
Casado con María Aurelia Tizón, joven de clase media porteña, hija de inmigrantes de origen gallego y vasco, Perón desplegó una intensa actividad de propaganda en la campaña electoral del justismo y justificó su trabajo político en la ya citada correspondencia:

Muchos oficiales que no entendemos nada de política estamos en plena tarea de movilización de familiares y amigos.
Pensamos que hoy no es una falta intervenir en favor del candidato de nuestra predilección y lo hacemos con la conveniente y necesaria discreción.
Yo tengo a todos los varones de la familia y amigos civiles ocupados en la propaganda política activa y siento que las mujeres no voten porque, en ese caso, de la familia nomás me llevaba más de veinte votantes [...]
Varios amigos curas que tengo, a quienes he encargado que hagan propaganda, me han dado un alegrón porque me hicieron una reflexión muy acertada:
Los curas votan y propician al candidato más probable que permita asegurarles la estabilidad.

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