Destaca
Rosendo Fraga en esta carta las tres ideas que serán centrales en la concepción
política de Perón más de una década después:
[...]
el valor electoral de tener a la iglesia a favor, la potencialidad política de
la mujer y el concepto dualista respecto al profesionalismo militar, que
implica por un lado subordinación, pero que no excluye simultáneamente la toma
de posición frente a los acontecimientos políticos.
En
la presidencia de Justo, el mayor Perón fue ayudante de campo del ministro de
Guerra, Manuel A. Rodríguez, y de su sucesor, Eleazar Videla.
De
allí salió para destinos en Chile y en Italia.
Bartolomé
Descalzó: el fascismo sazonó sus ideas
Bartolomé
Galíndez relata que a mediados de 1955 conversó largamente con Descalzo, que
había sido amigo de Perón y después se distanció, como tantos otros. A la
pregunta de si encontró a lo largo del tiempo un signo que revelara al hombre
de la revolución de junio de 1943, recibió esta respuesta:
Perón
fue siempre un muchacho pobre y ahorrativo a la vez:
Tenía
en su cuenta corriente una pequeña suma de dinero.
Sus
hábitos eran normales y sus procederes correctos.
Se
cuidaba en las comidas pues durante una época padeció del hígado.
Desempeñaba sus
funciones con dedicación como todo buen oficial.
Esto,
hasta que fue designado agregado militar en Chile.
Ahí
se despertó su primera ambición.
Se
trasladó a Italia y el fascismo sazonó sus nuevas ideas.
Cartas
romanas
En
cartas escritas por Perón desde Italia —conocidas gracias a la laboriosa
investigación del doctor Ignacio Martín Cloppet— se revelan sus sentimientos y
reflexiones en la etapa en que simpatizó con el fascismo.
Arribó
a Génova en abril de 1939, a bordo del transatlántico Conte Grande, meses antes
de que estallara la guerra.
Destinado
al Comando de la División Andina Tridentina (Merano, Bolzano), a la división de
infantería de montaña de Pinerolo en el Piamonte y a la Escuela de Alpinismo de
Aosta en los Alpes, también fue asignado brevemente a la embajada en Roma.
Las
cartas a su cuñada, la profesora María Tizón Erostarbe, contienen interesantes
observaciones.
De
la escala en los puertos brasileños dice Perón:
La
impresión que tengo de Brasil, salvo de Río de Janeiro que es una ciudad
moderna, es que están un siglo atrás de nosotros, como los chilenos.
Aquí los negros
y allá los rotos y los indios.
República
Argentina hay solo una, y Buenos Aires, hasta ahora, inigualable.
Ya en Roma quedó
deslumbrado.
Italia
en lo que he visto es una maravilla.
Gente
buena, mucho orden, trenes lujosos y muy buen servicio.
Hoteles
baratos, comida cara.
Roma
grandiosa: he visto ya hoy mucho y mañana seguiré viendo.
Hay
para rato.
No
es ciudad para divertirse, es para visitar y recorrer los siglos de historia
que uno se ha morfado en el colegio y estudios [...]
Mucha
gente de uniforme, mucha tranquilidad, la agitación de guerra que nosotros
sentimos allá es obra de la prensa, propaganda de los miserables yanquis,
franceses y compañía.
Aquí
hay mucho orden, disciplina, patriotismo y se trabaja mucho [...]
Mañana
salgo de turista inglés a las 8:30.
Voy
a misa cantada en San Pedro y luego turismo.
Perón
visitó a la madre de un sacerdote amigo, que vivía en un pueblito edificado
sobre la cumbre de un cerro, cerca de Nápoles, ciudad que no le gustó.
De
esa excursión dijo:
Casi
todas estas “citadinas”, “borghos”, “paesi”, como los llaman aquí según el
grado de su importancia, son los resabios de la Edad Media que aún quedan.
Qué
suerte, María, que en nuestro país la Edad Media no se hizo presente.
A
la distancia estableció comparaciones:
Lo
mejor de Italia: Roma;
lo
mejor de Roma: lo histórico y el Vaticano;
lo
mejor del mundo: Buenos Aires [...]
Lo
mejor de Buenos Aires: sus habitantes, con todos sus defectos y macanas [...]
La única
desgracia que apreciamos en nuestro pueblo proviene del exceso de bienestar.
Creo
sin duda que estos países han llegado a un grado de organización, orden y
trabajo, difícil de igualar [...]
Hoy he
comprobado que la necesidad es un factor poderoso para hacer virtuosos a los
pueblos [...]
Con
todo prefiero pertenecer a un pueblo sin necesidades, especialmente si ese
pueblo es nuevo como el nuestro y tiene aún por delante un gran porvenir para
forjar.
De
Europa, al contrario de lo que muchos piensan, no creo que tengamos nada que
aprender en el orden material, pero es honrado reconocer que tenemos mucho que
imitar en el orden espiritual.

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