Se
acerca el fin de año y el hombre pareciera querer detenerse y hacer balance.
No
es sólo una fecha convencional, sino que corresponde a la culminación del giro
de la tierra alrededor del sol
Se
completa un giro y empieza otro, y pareciera que esa especificidad diera motivo
a recapacitar, evaluar lo hecho, valorarlo y proyectar el próximo año.
Asimismo
entre los cristianos, la proximidad de la Navidad al fin de año, hace que las
Fiestas sean completas, y se agregue un componente más,
el
misterio de la Salvación a este detenerse.
Pero
no sólo es entre los cristianos, también los judíos tienen la proximidad del
Janucá a la culminación del ciclo, y los
musulmanes aunque un poco más alejado el cumpleaños del Profeta.
Nosotros
quisiéramos que el tiempo se detenga, nos dé un respiro y permita que
acomodemos las cosas.
Es
un síntoma inequívoco que no estamos conformes con las actitudes asumidas.
Ahora
es cuando nos cuestionamos el egoísmo, la falta de solidaridad, el ansia de
poder, el orgullo desmedido y la soberbia.
Pero
está bien y es acertado que el hombre progrese, que trate de ser el mejor, que
sobresalga y logre sus propósitos.
Pero
a esa dimensión hay que agregarle el impulso interior, el modo como lo logramos
y la forma y sobre todo el respeto a los demás y los valores que priorizamos
Junto
con el balance de los logros y de las metas no concretadas, este tiempo final
nos hace preguntarnos como lo hemos conseguido, a quien hemos desplazado, si
nuestras armas fueron buenas y justas o si aprovechamos debilidades ajenas o
circunstancias favorables para trepar sobre los demás.
La
primera cuestión es si el balance lo hago desde mi yo, como centro y eje de las
cosas, o desde mi lugar y mi rol en la comunidad, compartiendo con mis
hermanos, en especial los más cercanos mis proyectos y mis logros.
¿Los
incluyo en ellos?
¿Soy
consciente que vivo en una sociedad, soy producto de ella y a ella le debo lo
que soy?
¿Entiendo
que la vida es un ciclo en el cual recibo y debo dar?
La
otra forma de hacer balance es sentirse satisfecho por un año más, por los
avances personales conseguidos y obnubilarse con el propio egoísmo, los vahos del alcohol y el disfrute
de los placeres.
Mas
no estamos solos, no somos islas.
Somos una
comunidad que late al conjunto del espíritu y los valores de sus miembros.
Por
eso debemos preguntarnos
¿Quiénes
somos en realidad?
¿Cuál
es el motivo de nuestras acciones?
¿Se
lo que quiero, como conseguirlo y como convivir con mis hermanos en el intento?
¿Poseo
en exceso?
Hasta
donde llega la previsión y donde empieza la acumulación innecesaria de bienes
que lleva al egoísmo.
¿Hay
quizás una conciencia objetiva que nos interpela desde nosotros mismos?
El
ánimo festivo de la gente en estas fiestas, toca nuestras fibras interiores y a
lo mejor logra conmovernos.
Si
hace efecto en nuestro corazón empezaré a cuestionarme:
¿Qué
he hecho? ¿fui justo? ¿mis actos fueron buenos, generosos?
En
verdad, que en este tiempo seas capaz de sentirte tocado en las fibras íntimas
de tu espíritu, que la alegría de la gente, a pesar de sus dificultades, su
pobreza, sus carencias y sus tragedias te contagie y abra tu corazón a nuevos ideales y a
proyectos generosos y solidarios.
Que
el conocimiento de ser parte de una comunidad es pertenecer a la raza humana,
en la cual todos somos iguales y tenemos los mismos derechos y obligaciones, y
por sobre todas las cosas que el hombre que hay en ti, hecho a imagen y
semejanza de la Divinidad es bueno, haga expresar con tu conducta y con tus valores que la
festividad es necesaria y común para todos,
que
la bondad es posible, que los valores de la justicia, la libertad y la paz son
elementales y básicos para vivir en común…
Entonces
te sentirás realizado y verdaderamente hombre y habrás contribuido a la
felicidad de todos y a la alegría de los que poblamos este mundo.
Elías
D. Galati
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