Todos
los hombres quieren ser normales, o por lo menos que sean considerados en su
vida de relación, normales por sus semejantes.
Pero
¿qué es la normalidad?
La
normalidad es la condición o calidad de normal, y normal es aquello que por su
naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.
Dicen
los psicólogos que la normalidad es la característica de ser un valor
representativo o patrón para los miembros de una clase determinada, y lo normal
copia o representa una norma tipo o estándar.
Por
eso se considera anormal aquello que es marcadamente distinto del tipo
señalado.
En
este orden de cosas deberíamos señalar que la normalidad es una referencia
temporal y espacial.
Es
decir, en un tiempo determinado y en un lugar señalado, hay situaciones que se
consideran normales.
Lo
cual no quiere decir, que en otro tiempo y en otro lugar, esa relación sea
considerada de la misma manera.
Señalamos
a los usos y costumbres, como referentes de la normalidad, acotados por esa
relación tempero-espacial.
En
un sentido amplio, la forma de vestirse, el modo en que se come, como se
relaciona la gente entre sí, y todos los aspectos que componen la educación y
la cultura en general.
Sin
embargo hay un aspecto a considerar, que
son los valores.
Si
bien sabemos que los usos y costumbres cambian según las épocas y los lugares,
hay determinados valores que deberían ser inmutables.
Hay
una zona gris, un lugar que parece indeterminado entre la costumbre y el valor,
que ha sido siempre cuestionado, debatido y muchas veces cambiado en la
relación entre la gente.
Es
necesario entonces discernir las diferencias entre las costumbres y los
valores, y en última instancia diferenciar a la moral de la ética.
La
moral es el conjunto de normas que rige el comportamiento de las personas que
forman una sociedad determinada, de modo de mantener la estabilidad y la
estructura social.
El
concepto moral se relaciona con las leyes implícitas y explícitas de un grupo
social que se transmiten a los individuos en un proceso de socialización
durante su desarrollo.
Forma
parte de las tradiciones y los valores de un contexto en el cual existimos.
La ética
sistematiza los conceptos del bien y el mal y tiene por objeto definir de forma
racional que constituye un acto bueno o virtuoso, con independencia de la
cultura en la que éste se incluya.
Son
prescripciones o patrones de conducta que deben seguir las personas.
La
filosofía de la Antigua Grecia, como el cristianismo en la Edad Media y
sistemas filosóficos como los de Descartes, Spinoza, Hume o Kant dan un concepción ética de la
persona.
Entonces
la normalidad pasa por las costumbres o por los valores.
Hay
una prioridad de la moral o de la ética.
Las
sociedades modernas se debaten en cuestiones que las dividen, y que son muchas
veces de gravedad, ya que hacen a la vida, a la salud, a las relaciones
sociales y al hombre en sí mismo.
El uso de las
drogas, la discriminación, la relación diferencial entre oriundos y
extranjeros, las diferencias con respecto a la mujer, el aborto no por situaciones
terapéuticas, sino por la determinación de la persona, el poder absoluto, la
corrupción y la permisividad de los gobernados con sus gobernantes a pesar de
sus acciones delictivas, son ejemplos palmarios que la normalidad es una
franja móvil, que pendulan de un lado a otro, según el color político, el grupo
social, el tiempo que corre, o la cultura de los pueblos.
Todos
entendemos que hay un carácter normal que debe respetarse, y sostenerse como
modelo para el individuo, para la sociedad y para la vida de relación.
Pero
cuál es esa normalidad, la tuya, la mía, la nuestra, la de nuestros vecinos, la
de nuestros padres o la de nuestros hijos.
Menudo
problema nos llevamos.
Si
apelamos a los valores inmutables del hombre, si ponemos por delante el amor,
la paz, la equidad, la libertad y la justicia habremos resuelto la cuestión.
Elias
D. Galati
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