"Es
una ingenuidad creer que los hombres malos no harán el mal".
Marco Aurelio
El
nuevo "fernandismo²" -sea de Alberto o de Cristina- ha dado una
inmensa lección de real politik explícita a Cambiemos y, sobre todo, al PRO de
Mauricio Macri:
En
sólo una semana y mediante una sorpresiva blitskrieg, arrasó con todas las
fronteras de la institucionalidad y de la República y, con prisa y sin pausa,
va por más o, como mínimo, por lo que queda.
El
principal "panzer" de esa nueva guerra es la norma de absurdo título:
"Ley
de Solidaridad Social y Reactivación Productiva en el marco de la Emergencia
Pública".
Y
lo califico así porque la solidaridad debe ser voluntaria, ya que si es obligada se transforma en confiscación, y no
recuerdo un país en el mundo cuya economía se haya reactivado por ley.
Después
de la enorme polémica que desató en especial el artículo 85 de ese proyecto
ómnibus, ya que le hubiera otorgado al Presidente la suma del poder público
(¿alguien habrá leído el artículo 29 de la Constitución Nacional?), el Gobierno
resolvió retirarlo del texto.
(No
es el único, porque el texto prevé otras once delegaciones legislativas
ilegales al Ejecutivo).
Tanto
el viaje de ida cuanto el de vuelta generaron interrogantes.
Alberto
Fernández ocupa su recién estrenado cargo por exclusiva voluntad de su
Vicepresidente, propietaria de los votos que lo pusieron allí.
Por
su parte, ella no sólo se reservó el dominio absoluto de ambas Cámaras e,
inclusive, de todo el andamiaje administrativo del Hº Aguantadero, sino que
colocó en los primeros y segundos escalones claves del Ejecutivo y del Legislativo
(Carlos Zannini, Mercedes Marcó del Pont, Daniel Rafecas, Juan Martín Mena,
Elizabeth Gómez Alcorta, Eduardo Wado de Pedro, Agustín Rossi, Juan Cabandié,
Luis Basterra, Sergio Berni, Cristina Caamaño, Carlos Cruz, Sergio Massa,
Cristina Abdala de Zamora, etc.) a sus más fieles escuderos, amén de vetar a
quienes la disgustaban.
Es
decir, no resignó poder, por mucho que sea el Presidente el teórico dueño de
"la lapicera".
Por
eso, llamó al principio la atención que se incluyera en la ley una delegación
tan enorme de facultades legislativas ya que, obviamente, restaba a Cristina
sus actuales y gigantescos resortes de control sobre las actividades de aquél.
Éstos
son de tal magnitud que, a mi modo de ver, la única posibilidad que tiene
Alberto para equiparar las fuerzas es mantenerla aherrojada a las múltiples
causas por corrupción que la afectan y, con ella, a sus hijos.
¡Teléfono
para Carlos Stornelli, Claudio Bonadío y Martín Irurzun!
¿Qué
pasó en la relación interna de esa extraña pareja que hizo que se intentara ese
inconstitucional recorte para favorecer a Alberto y, acto seguido, se decidiera
renunciar al mismo, beneficiando a Cristina, sólo veinticuatro horas después?
Lo
desconozco, pero pretender que la marcha atrás se debió al público rechazo que
la pretendida norma suscitara, es desconocer ingenuamente la historia del
kirchnerismo y la vocación de monarquía absoluta que demostrara durante los
doce años de su gestión.
Las reformas
económicas que obtuvo el Gobierno afectan, en especial, gravemente al campo, a
los exportadores y a los jubilados.
Tal
vez porque la Argentina, siempre excepcional, logró una inédita transición
pacífica, el Gobierno no parece percibir que está sentado sobre una olla a
presión ni haber tomado nota del clima de alta conflictividad que afecta a toda
la región, pero el monumental ajuste que esta ley implica puede justificar un
rápido contagio.
Ya
se están generalizando las protestas de chacareros y agricultores auto convocados
y, a corto plazo, los jubilados volverán a la calle, indignados por las
exclusiones (toda la clase política, ex presidentes ministros, secretarios,
intendentes, legisladores, asesores, diplomáticos, jueces -como Norberto
Oyarbide- y otros privilegiados) al congelamiento…
Y
seguramente serán acompañados por otros grupos exprimidos por esta descomunal
presión impositiva y por la habitual izquierda violenta.
Es
natural que la indignación cunda porque el Estado nacional, provincial y
municipal no ha hecho esfuerzo alguno por acompañar esa "solidaridad"
que reclama al sector privado.
Proliferan
los ministerios, los cargos legislativos, los organismos, todos consumidores de
inconmensurables recursos públicos, y la política nada ha hecho para reducirlos
o para rebajar los sueldos y las dietas de los legisladores (como acaba de
hacer Chile) y ni siquiera tuvo la decencia de reducir el número de estas
verdaderas sanguijuelas.
También
se dio el lujo de no tratar el proyecto de ley de "ficha limpia", que
acompañaron con su firma cientos de miles de ciudadanos y que hubiera permitido
mejorar, al menos en parte, la fetidez que emana del Hª Aguantadero.
El
hartazgo se multiplica cuando se percibe que los ladrones K, que al mando de su
jefa saquearon impunemente el país, salen de la cárcel con el cambio de
orientación de las veletas de Comodoro Py, sin devolver un solo centavo de lo
robado.
¿Cuánta
"solidaridad" se necesitaría si recuperáramos los campos, los
hoteles, las cuentas bancarias, los aviones, los autos, los departamentos,
etc., que faltan del Tesoro público?
En
estos días, muchas voces han sonado preanunciando la posibilidad de una guerra
civil…
Sin
embargo, para que algo así se produjera, se necesitaría que el pueblo argentino
entero, de uno u otro bando, tuviera el temple moral capaz de producir la batalla
de Caseros, como bien dijo Leopoldo Lugones, o una conflagración como la que
sufrió España entre 1936 y 1939.
No
veo en nuestra sociedad ese coraje, esa determinación para impedir que
desaparezca la República.
Antes
-más temprano que tarde- veremos chocar los planetas en este curioso universo
K.
Pese
a todo, espero que tengan usted y los suyos una muy feliz Navidad, y que ese
Jesucristo, Señor de la Historia y que renacerá el martes a la noche, se apiade
de nosotros.
Bs.As.,
21 Dic 19
Enrique
Guillermo Avogadro
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