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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 7 de diciembre de 2019

Una fragilidad de origen


Francisco Olivera
LA NACION

Hay peronistas que, ya fuera de toda posibilidad de volver a cargos relevantes, pueden expresar libremente sus ganas de que Alberto Fernández triunfe y contrastarlo, al mismo tiempo, con la frágil situación en que deberá ejercer el poder.
Es una conclusión a la que el sector privado, tanto o más necesitado de una reactivación, llegó bastante antes porque lo experimenta cada día en sus resultados: Empresas como Vicentín, en concurso preventivo, o Celulosa, en cesación de pagos, son solo algunos de los ejemplos que en los últimos días hicieron más evidente la crisis.

La efervescencia electoral puede haber empujado hasta ahora a parte del Frente de Todos a suponer que bastará con haber impedido la reelección de Macri y con que la Casa Rosada vuelva al ejercicio de lo que la militancia llama "la política", pero estas expresiones de deseo empezarán a ponerse a prueba el martes, cuando asuma el nuevo gobierno y se encuentre con las mismas inconsistencias que la Argentina padece al menos desde 2010 y que Macri subestimó en 2015 por motivos muy similares, cuando pensó que el fin del kirchnerismo significaría en sí mismo un aluvión de inversiones.

Es una trampa que supera cualquier esfuerzo retórico: la estructura productiva del país no alcanza a generar la cantidad de dólares que necesita para sostener el gasto de una sociedad que cree merecer vivir mejor y, más aún, haber hecho ya suficientes esfuerzos al respecto.

Eduardo Duhalde deslizó algo de todo esto anteayer, durante el acto por la mención de honor que el Senado le dio al ex ministro Horacio Jaunarena.
"Si los argentinos seguimos peleando, esto termina muy mal", dijo el ex presidente, que definió el actual escenario como peor que el de 2001:
No solo existe mayor precariedad económica estructural, planteó, sino también menos tolerancia callejera que entonces y escasos consensos para superarla.

La referencia a aquel colapso interpela a quienes en el Frente de Todos pretenden que la administración de Alberto Fernández emule la de Néstor Kirchner, entre 2003 y 2007.
Y es muy similar a una comparación que Guillermo Moreno, ex funcionario de Cristina Kirchner, hizo hace tres semanas en el programa que Daniel Tognetti conduce en Radio del Plata.

Según Moreno, dados los desequilibrios macroeconómicos, fiscal y externo, que tiene la Argentina, el próximo presidente está destinado a la función más ingrata de la política: la de volver a equilibrar las cuentas.
El rol de Remes Lenicov, no todavía el de Lavagna.
"Si no trabaja de Duhalde no puede ser Kirchner", dijo sobre Alberto Fernández.
"Si el Tío Alberto es exitoso, todos los peronistas van a estar detrás de Alberto.
Pero para ser exitoso tiene que ser Duhalde y mejor que Duhalde, porque no se tiene que ir al año y medio; como Kirchner y mejor que Kirchner, porque tiene que ser reelegido, y como Cristina y mejor que Cristina, porque después no tiene que venir un gobierno oligárquico", agregó.

Estas alegorías, que provienen de ámbitos muy lejanos a la ortodoxia económica y que sitúan al presidente electo en una etapa anterior al gobierno de aquel a quien reconoce como su maestro, coinciden en realidad con una idea que comparten en voz baja industriales y colaboradores de Alberto Fernández:
El modo de devolverle a la economía cierta competitividad será, además de cambiar el cálculo de las jubilaciones más altas, una nueva devaluación.
Rumbo difícil de transitar y no exento de costos políticos que deberá atenuar o al menos disimular.
Es el sentido que los empresarios más optimistas respecto de lo que viene les encuentran, por ejemplo, a las epopeyas que el presidente electo comparte en el Grupo de Puebla, y que avalan una convicción que él repetía en la intimidad en los inicios del kirchnerismo:
Los proyectos son siempre más aceptables desde la izquierda.
"Es así -coincidió ante este diario un ejecutivo español-.
Son los gobiernos socialdemócratas los que encaran las reformas.
“Los de derecha fracasan".

El PJ necesita lo de siempre, resguardar su continuidad, y Cristina Kirchner, evitar la cárcel:
Los proyectos pueden coincidir en el tiempo, pero son distintos
Esta suposición, atractiva y probada en política interna, puede sin embargo volverse un mensaje confuso en política exterior.
Más en el estado en que está Donald Trump, hipersensibilizado por dos obsesiones del año próximo:
Su impeachment y su reelección.
El presidente republicano ha entrado en fase de ensimismamiento operativo:
Su última decisión sobre los aranceles para el acero y el aluminio no contempló siquiera los intereses de su mejor aliado regional, Jair Bolsonaro.

¿Está la Argentina en condiciones de pelearse con la principal potencia del mundo si pretende renegociar su acuerdo con el FMI y su deuda privada?
Alberto Fernández deberá además lidiar desde el inicio de la gestión con un prejuicio:
Parte de la diplomacia norteamericana desconfía de la relación que su socia, Cristina Kirchner, cultivó en los últimos meses en Cuba.

El otro punto sensible es el Mercosur.
Anteayer, desde la reunión de líderes del bloque en Beto Gonçalves, el presidente brasileño pareció enviarle una nueva advertencia:
"No podemos perder más tiempo, necesitamos un Mercosur más eficiente, sin aceptar retrocesos ideológicos".
Son circunstancias que lo obligan a ser cuidadoso hasta en su universo de aliados.
Su primer test al respecto como presidente, la reunión del Grupo de Puebla en Santiago, uno de los epicentros de la brisa bolivariana, prevista para la semana próxima con su participación, tuvo que ser cancelada.
"Comunicamos que, debido a que en Chile no hay estabilidad política, hemos decidido postergar la fecha del encuentro nacional del #GrupoDePuebla", publicó el martes el foro en Twitter.

Estos equilibrios serán necesarios para encaminar a la Argentina hacia una normalidad económica sin la cual no hay proyecto político que aguante.
"Desde el martes, ya en funciones, van a conocer a un Alberto más tranquilo, parecido al de los años de Néstor", dijeron esta semana en el Frente de Todos a empresarios inquietos por el tono y los conceptos con que Cristina Kirchner se había defendido el lunes ante el tribunal oral. En el peronismo y en el Frente Renovador confían en que una mejora pronta y palpable circunscriba a la ex presidenta solo a los asuntos donde la imaginaron desde el principio, sus causas judiciales. La han aceptado como jefa política, pero convencidos de que no conspirará contra la estructura que le permitió regresar al poder.

El PJ necesita lo de siempre, resguardar su continuidad, y Cristina Kirchner, evitar la cárcel:
Los proyectos pueden coincidir en el tiempo, pero son distintos.
El desafío de Alberto Fernández es sobreponerse a esa otra fragilidad.

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