Osvaldo
Bazán
Todo
es fugaz.
De
la bronca a la apatía.
De
la apatía a la tristeza.
De
la tristeza al insulto.
Del
insulto a la desesperación.
De
la desesperación al asco.
Me
corrijo.
No.
No
es fugaz.
Es
simultáneo.
Una
parte importante de los ciudadanos del país siente (sentimos) que nos estamos
quedando sin país.
Que
unos cuántos tipos siguiendo intereses muy claros (los propios) han entregado
la república por dos monedas (lo de “dos monedas” claro, no es literal).
Empiezan
como siempre cambiando el significado de las palabras.
Entonces
“devaluación” que es algo que todos conocemos y significa que somos más pobres pasa a ser simplemente “un
impuesto al turismo”.
“Ajuste”
que es algo que todos conocemos y significa que somos más pobres pasa a ser
simplemente “solidaridad”.
Lo que no
terminan de entender es que ya sabemos que las palabras en sus bocas mentirosas
no tienen ningún valor.
No
hay Dylan que pueda engañar a argentinos que ya escucharon que no se
contabilizaba pobres para no estigmatizarlos;
que
en Chaco había desocupación 0;
que en Argentina
se comía por 6 pesos o que en este país había menos pobres que en Alemania.
Eso,
claro, cuando se animaban a dar la cara y no huir como rata como un ex ministro
de economía: “Me quiero ir” dijo, cuando una periodista extranjera osó
preguntarle qué inflación había en ese país maravillosamente inventado.
Eso
es lo que no terminan de entender.
Que
ya no hay espacio para el engaño.
Que
nadie puede decir “el 10 de diciembre subo 20 % las jubilaciones” y el 10 de
diciembre anunciar un ajuste a jubilados que cobran 20.000 pesos.
Que
no alcanza tanto ex colega tirando la pelota afuera cuando lo que cubre el país
es un ajuste contundente en base a impuestos y desenganche de jubilados.
Que quedó claro
que la Iglesia ayudó a imponer el número 40 al real 32.
Y
por supuesto que es horrible que el país tenga 32% de pobres.
Pero
más espantoso y escandaloso (aunque no haya producido ningún escándalo) es que
la Iglesia juegue a través de la UCA con ese número, largándolo oportunamente
con malicia para beneficiar su relato.
Que ya sabemos
que el Papa miente.
Que
cuando algunos periodistas, para cubrirse, en una nueva muestra de indignidad y
cinismo hablan de “la clase política”, ya queda clara la jugada:
Decir
“son todos lo mismo” es meter a todos “en el mismo lodo, todos manoseados”.
No.
Allá en el horno no nos vamos a encontrar.
Carlos
Caserio tartamudea cuando Carolina Amoroso le pregunta en TN por el esfuerzo de
la política y, cínicamente contesta:
“Hablar
del esfuerzo de la clase política es no entender al Estado, no es un elemento
productivo del país”.
Claro
que no son todos lo mismo.
Claro
que hay legisladores que ya se vendieron antes de jurar.
Claro
que no es lo mismo sacar una ley que ajuste la jubilación por inflación +
salarios como hizo el gobierno anterior que decretar “te aumento cuando quiera lo que quiera”.
Te
superaron, Discépolo, los inmorales ya no sólo nos han igualado.
Nos
han superado.
En
diputados, en senadores, en cada uno de los organismos del estado en donde un
bando de forajidos, creyéndose dueños de lo colectivo, humillaron a empleados y
rompieron los lectores biométricos.
Los
asesores de la nada, los intelectuales funcionales, los artistas artisteando su
sensibilidad de contrato, insignificantes florcitas tristes en el florero de la
inmundicia.
Que
no hay posibilidad de transparencia en un show en homenaje a la solidaridad
cuando “solidaridad” es la palabra que usaron esta vez para el robo.
Hay
que luchar contra el hambre.
Y
vimos esa lucha.
En
cada ruta asfaltada que permite acercar mercaderías y servicios entre todos.
En
cada puente ahí donde no había nada.
En
los últimos años, cuando recorrí el país, vi las cuadrillas de vialidad
trabajando, de día, de noche, en verano, en invierno, en feriado, en domingo.
Ahora
estoy recorriéndolo.
No
hay nadie.
Silencio.
Ominoso.
Pese
a lo que los turiferarios de turno pregonaron sin parar, el cemento se come.
Soy
periodista, digo lo que veo.
Tiempos
raros cuando por decir la verdad te meten un “periodista militante”.
No
me considero más militante que de la verdad que veo, me entero, compruebo.
¿Significa
que decir la verdad es ser opositor?
Entonces,
¿mentir es ser oficialista?
Hay
algo para decir justo ahora.
No
ganaron los mafiosos por siempre.
Es
cierto que es difícil verlo.
Pero
hay otro país.
Lo
estoy recorriendo ahora.
Hay
gente honesta, trabajadora, valiente.
Está
un poco desorientada porque no sabe luchar con armas tan bajas, porque el
cinismo de pedir igualdad para que todos seamos pobres
Dylan
comiendo de la mano caprichosa del amo es demasiado; porque la caradurez de
convertir “políticos presos” en “presos políticos” los paraliza; porque no son
así.
No
hay tierra arrasada.
Hay tierra con
bronca.
Quizás
estén preparando el banquete porque crean que la venganza es un plato que se
come frío.
Lo
que no saben es que hay mucha gente muy caliente.
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