Carlos
Mira
El
presidente Fernández tuiteó el sábado que, según un artículo publicado por The
Washington Post, el MIT había asegurado que el informe de la OEA sobre las
fraudulentas elecciones en Bolivia estaba equivocado y que Evo Morales las
había ganado limpiamente.
Resulta
increíble que el jefe de Estado se ponga solo en el borde de estos papelones.
O
nadie lo cuida, o él no quiere cuidarse o manifiestamente
y de mala fe pretende tergiversar los hechos en la mente de la gente
descuidada.
Frente
a ese trabajo del Washington Post, la OEA emitió un comunicado oficial haciendo
referencia al mismo y tachándolo de increíble, de falso, parcial e inexacto.
La
nota de la Organización de Estados Americanos aparece firmada por el jefe de
gabinete del Secretario General, Gonzalo Koncke.
El
documento dice que el artículo del diario de la capital norteamericana, citado
por el presidente en su tuit, ignora los principales hallazgos de la
investigación de la OEA y que esos hallazgos prueban, más allá de toda duda, que hubo una “manipulación intencionada” de
las elecciones en dos áreas.
En
primer lugar la auditoría detectó cambios en las planillas y falsificaciones de
firmas de los funcionarios participantes de las elecciones.
En
segundo lugar, la investigación encontró que, en el procesamiento de los datos, la información fue redirigida a dos
servidores ocultos y no autorizados y completamente ajenos al control del
Supremo Tribunal Electoral, lo que, obviamente, puede haber derivado en la
manipulación de las planillas y de los datos cargados en ellas.
Estos
hallazgos, dice la nota de la OEA a la que tuvo acceso The Post, son el centro
y el frente del reporte de auditoría y han sido ampliamente difundidos como
información básica del análisis de las elecciones en Bolivia.
También agrega
que la Unión Europea, que desplegó un equipo de expertos para monitorear la
elección, respaldó los hallazgos de la OEA y coincidió con ellos, además de
presentar otras irregularidades.
El
Jefe de Gabinete del Secretario General se muestra “asombrado” por el hecho que
dos científicos del MIT y los editores del Washington Post hayan ignorado esos
hechos cuando analizaron los resultados del informe de auditoría de la OEA.
Koncke agrega
que vale la pena notar que el informe de la OEA divide sus hallazgos en cuatro
categorías en orden a su relevancia:
1.-
La evidencias mencionadas que demuestran la intención de manipular los
resultados de la elección,
2.-
Irregularidades severas, tales como la ausencia de protección de los votos y la
pérdida de material sensible,
3.-
Un número significativo de errores y,
4.-
La evidencia de juego sucio
El informe de la
OEA claramente establece que el análisis estadístico de los resultados es una
de las evidencias del fraude.
Koncke
dice que se desafía el raciocinio tomando una de esas evidencias, supuestamente
desafiarla e ignorar todas las otras evidencias y terminar por declarar poco
menos que con orgullo que “no hay razones para sospechar fraude”.
“Desafía
la lógica”, continúa, “que individuos que se hacen llamar “científicos” y
“especialistas en la integridad de las elecciones” se involucren en un análisis
tan errado.
Servidores
ocultos, inexistencia de cadenas de custodia, planillas falsificadas o
inconsistencias inexplicables, solo para mencionar algunos de los hallazgos, no
deberían ser ignorados por tales ‘especialistas en la integridad de las elecciones’”.
El informe
finaliza insistiendo en la exactitud de la auditoria de la
Organización tanto en su análisis cuantitativo como en el resto del informe de
96 páginas que los autores de tal artículo han ignorado por completo.
“La
OEA”, dice el documento, “está abierta a un debate honesto, abierto y
comprensivo respecto del trabajo o sobre las metodologías aplicadas.
El
organismo especialista en elecciones de la Organización de Estados Americanos
monitorea aproximadamente 11 procesos electorales cada año.
La experiencia y
capacidad de la OEA en esta materia son reconocidas globalmente.
Los
informes y la metodología utilizada son publicados t todos ellos están sujetos
al escrutinio público, empezando por la observancia de las 34 naciones para las
que la Organización trabaja”.
“El
trabajo publicado por el Washington Post”, continúa, “no es ni honesto ni está
basado en hechos reales y omnicomprensivos”.
Y
por sobre todas las cosas no tiene nada de “científico”, dice Koncke.
Y
continúa: “estoy francamente decepcionado que un trabajo que no está basado en
los estándares periodísticos de honestidad intelectual haya sido publicado… La
OEA mantiene la palabra emitida en su informe de auditoría y continuará
llamando la atención sobre intentos como este para manipular la opinión
pública”.
Resulta evidente
que el presidente Fernández, quizás por no saber inglés, no haya reparado en
este demoledor documento antes de enviar su tweet al ciberespacio, exponiéndose a
quedar incluido en lo que el jefe de gabinete de la OEA llama un intento de
manipular la opinión pública.
Esperemos
que haya sido un arrebato o una ignorancia lingüística.
Y
no un eslabón más en la ya larga cadena de influir subliminalmente, bajo la
especulación de la ignorancia, en la opinión argentina sobre un hecho que
debería avergonzar a todo el continente.
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