Julio
Rajneri
Destruida
su economía por la inflación y la corrupción, y solitario en su desigual y
estéril pugna con EE.UU., el país se sumergió en el Tercer Mundo, donde se
encuentra hoy
Las
conflictivas relaciones con EE.UU. han sido un factor de gran influencia en el
proceso de involución argentina.
Reconoce
una causal económica concreta.
Ambos
países son grandes productores agrarios, en tanto que son completamente
desiguales en su desarrollo industrial.
A fines del
siglo XIX, las exportaciones del campo bastaron para convertir a la Argentina
en un país rico,
con niveles de ingreso por habitante que se aproximaron al de los
norteamericanos.
Sus
relaciones comerciales eran secundarias para ambos y la Argentina en principio
rehusaba participar de organismos que incluyeran a los países de habla inglesa.
En la
conferencia de Washington de 1889-90, la delegación argentina integrada por
Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana se opuso tenaz y exitosamente al intento del
gobierno estadounidense de formar una unión aduanera que excluyera a los países
europeos.
Entonces
la Argentina podía hacerlo sin demasiado temor por las represalias.
Sus
intereses estaban estrechamente vinculados al Reino Unido, destino principal de
sus exportaciones y origen de sus importaciones industriales e inversiones.
Durante
la Gran Guerra la neutralidad fue una cuestión importante en la política
exterior argentina, que hasta 1917 no parecía requerir una decisión mayor de lo
que se consideraba una neutralidad benévola con Francia e Inglaterra.
Pero
el hundimiento de varios barcos mercantes estadounidenses por submarinos
alemanes llevó a aquel país a la guerra y a tratar de persuadir a los demás
países americanos de participar a su lado en la conflagración.
Yrigoyen mantuvo
tenazmente la neutralidad aun cuando la presión norteamericana se hizo intensa.
Las
manifestaciones se hicieron frecuentes con motivo del hundimiento de varios
barcos mercantes.
Después
se hicieron públicas comunicaciones del embajador alemán sobre el derrotero de
barcos argentinos, con la recomendación de hundirlos "sin dejar
rastros".
El
gobierno ordenó la expulsión del embajador alemán, pero la política de
neutralidad se mantuvo inalterable, y el gobierno invitó a una reunión de los
países del continente que mantenían una posición similar.
Solo asistió
México.
En
1920 se opuso a la Liga de las Naciones propuesta por el presidente Wilson y se
retiró de las deliberaciones.
No
participó en ninguna de las tres conferencias de Estados americanos celebrada
en EE.UU., en 1928 y 1929.
Fue
el único país americano ausente.
Mantuvo
acéfala la embajada argentina en Washington durante la mayor parte de su
primera presidencia y durante toda la segunda.
Para
entonces el mundo había cambiado.
EE.UU.
había emergido como la potencia dominante y consolidado su notable hegemonía.
No
solo producía un cuarto del total de la economía mundial, sino que era
arrollador su predominio en innovación tecnológica y avances científicos.
La competencia
entre EE.UU. y el Reino Unido tuvo diferentes escenarios y uno de los más
importantes fue la Argentina, que concentraba el 50% del comercio exterior y
tenía el 72% de las reservas de oro totales de la región.
En
la década del 20, las importaciones procedentes de EE.UU. alcanzaron al 75% del
total.
En 1928, la
Argentina era el primer importador de autos norteamericanos en el mundo.
En
1930, el golpe militar de Uriburu introduce el ingrediente ideológico dominante
en las décadas posteriores.
Con
un paréntesis en los gobiernos de Justo y Ortiz, aliadófilos, al asumir la
presidencia Castillo se renueva la política neutralista con tendencia pro germana.
Un
mes después de que los japoneses atacaran Pearl Harbor, se convocó a una
conferencia interamericana en Río de Janeiro con el propósito de que todos los
países americanos declararan la guerra o rompieran relaciones con el Eje.
Los
dos únicos países que se opusieron, Chile
y la Argentina, hicieron fracasar esa iniciativa.
Casi
en vísperas de la apertura de la reunión se firmó en Washington el Pacto de las
Naciones Unidas, suscripto por los representantes de 26 naciones.
Las
potencias firmantes se comprometieron a pelear hasta obtener la victoria común
sobre el fascismo.
La Argentina no
adhirió y fue el único país latinoamericano que, hasta después de finalizar la
guerra, quedó al margen de la entidad.
En 1943, el
golpe nacionalista terminó con todas las dudas sobre la alineación argentina a
favor de los países del Eje, que perduró hasta que ya era evidente su derrota.
Aun
después, Perón convirtió las elecciones de 1946 en una alternativa -Braden o
Perón- decisiva en su popularidad electoral y devastadora en sus consecuencias para la Argentina.
Hasta
entonces, Inglaterra había evitado que EE.UU. tomara represalias para que no
afectaran su provisión de alimentos durante la guerra, pero una vez definidas, las sanciones económicas fueron variadas
y concluyentes.
EE.UU.
acentuó el trato privilegiado para Brasil, que había combatido con los aliados
en las dos guerras mundiales.
Sus Fuerzas
Armadas fueron equipadas con material moderno, que las convirtió en las más
poderosas de Sudamérica.
Las
exportaciones de café fueron subsidiadas, así como las importaciones de
petróleo.
EE.UU. apoyó
Volta Redonda como si se tratara de una inversión siderúrgica local y la
industria brasileña del acero creció 28 veces entre 1940 y 1950. En evidente
contraste, una cláusula de los convenios con los países europeos beneficiarios
del Plan Marshall estableció la prohibición de utilizar los empréstitos
otorgados para operaciones comerciales con la Argentina.
Eso
produjo un impresionante crecimiento de las exportaciones norteamericanas a
Europa y una declinación proporcional de las exportaciones argentinas.
Las
exportaciones a los países europeos se redujeron a solo un 3% del total de los
productos alimentarios comprados por esos países, mientras que las
exportaciones de cereales norteamericanos fueron 8 veces mayores que las ventas
de preguerra.
Entre mediados
de los años 30 y 1948-1952, la parte argentina en el mercado mundial de trigo
cayó del 23% al 9% y la parte del maíz, del 64% al 23,5%En los años
posteriores al conflicto bélico, el mundo se polarizó en la Guerra Fría.
Nuevamente
la Argentina se distanció de EE.UU. y proclamó su "tercera posición",
que asumía al peronismo como doctrina
superadora del capitalismo o el marxismo.
Los
gobiernos radicales que lo sucedieron si bien fueron apoyados por los gobiernos
norteamericanos, los enfrentaron en dos temas cruciales:
La
expulsión de Cuba de la OEA al final del gobierno de Frondizi y la anulación de
los contratos de petróleo en el mandato de Illia.
El
breve período de "las relaciones carnales" de Menem terminó con su
mandato y el peronismo regresó a su
política tradicional en sus formas más agresivas y grotescas.
En
2005, en la Cumbre de las Américas, a la que asistió Bush, Kirchner convirtió a Chávez en el protagonista principal en su
oposición al ALCA.
En
las relaciones entre países hay motivos de disputas que se resuelven con
negociaciones y concesiones recíprocas en las que predomina la racionalidad
sobre la emoción o los sentimientos.
Es difícil
encontrar un país que adopte como norte de su política internacional la
alineación automática para enfrentar a otro país mucho más poderoso, proveedor
de la mayoría de sus importaciones y cuya moneda es la preferida por sus
propios nacionales para proteger sus ahorros.
Destruida su economía
por la inflación y la corrupción, y solitaria en su desigual y estéril pugna
con el país líder del planeta, la Argentina desapareció de los países con alto
nivel de ingresos y se sumergió en el Tercer Mundo, donde se encuentra
actualmente.
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