El Sabbatella que conocí...
Por Christian Sanz
¡Suéltame
pasado!
Podría
contar mucho sobre Martín Sabbatella, quien acaba de ser condenado a seis meses
de prisión en suspenso por abuso de autoridad.
Un
tipo oscuro, peligroso como pocos.
Básicamente
porque no está en sus cabales.
No
es una exageración ni un dato peyorativo, sino más bien una descripción de su
personalidad.
Una
característica que refieren casi todos los que han trabajado con —y para— él.
“Es
un fundamentalista, que vive sacado y que nunca dará el brazo a torcer, ni
siquiera si está equivocado”
Mejor
nunca discutir con él, porque puede llegar a lugares a los que no conviene
llegar”, me dijo hace 15 años alguien de su propio equipo de prensa.
Le
empecé a seguir el rastro en 2003, cuando despuntaba como intendente de la
localidad de Morón.
Había
llegado allí como sucesor natural de Juan Carlos Rousselot, quien había hecho
estragos en el mismo distrito a través de una gestión que dejó más penas que
gloria.
Sin
embargo, a poco de llegar, Sabbatella logró superar a este último, en todo lo malo.
Su
gestión no careció de hechos de corrupción y escándalos relacionados con el
clientelismo político e incluso la droga.
En Tribuna de
Periodistas lo hemos contado a través de una treintena de notas de
investigación,
cuyo puntapié inicial se dio en 2005, con un artículo de mi autoría titulado “Morón en la mira”.
Allí
conté los detalles de la muerte de un joven llamado Marcelo Gómez, cuya trama
fue “tapada” por el sabbatelismo a través de una puntera llamada Mirta
Contreras.
A
partir de allí, junto a diferentes colegas del mismo portal —como Roberto
Cuzzani, Pedro Alejandro Ivanoff, Carlos Forte y otros— fuimos desenmascarando diferentes tramas de corrupción, principalmente
en cuestiones relacionadas con licitaciones y contrataciones municipales.
También
dejamos expuesto el sistema perverso del sabbatelismo a la hora de manejarse
con los medios.
Plata
a cambio de silencio… así de simple.
De
esa manera, Sabbatella logró permanecer durante una década en el poder sin ser
molestado por los medios, siquiera mínimamente.
Hizo y deshizo a
su antojo, compró y coaccionó, y se enriqueció ilegalmente.
Durante su
mandato, creció en Morón el uso y comercialización de drogas, y se multiplicó
exponencialmente el delito.
Una
gestión para olvidar.
Luego,
cuando culminó su gestión como intendente, a pesar de provenir de las filas de
la Alianza, no dudó en alinearse con el kirchnerismo.
Como
si alguien que era de Boca se hubiera hecho de River, de un día para otro.
Inexplicable.
A
partir de entonces, Sabbatella se volvió el principal sicario mediático de
Néstor y Cristina, principalmente en su embestida contra el grupo Clarín.
En
tal sentido, no dejó desatino por cometer… ni delito.
Porque,
como se dijo al principio de esta nota, fue condenado por abuso de autoridad en
el marco de la aplicación de la Ley de Medios, cuando estaba al frente de la
AFSCA.
Su
ensañamiento contra el holding que comanda Héctor Magneto fue tal, que el juez
Ariel Lijo reflejó en su fallo el siguiente texto:
“De
lo que se trata es de garantizar la vigencia del Estado de derecho y su
alcance, y de cómo el Estado debe actuar respecto de un particular se trate de
quien se trate”.
Más
claro, echarle agua.
Es
muy grave el daño que hizo Sabbatella a la democracia, pero más aún lo fue el
hecho de que lo respaldara todo un gobierno.
Porque Cristina
Kirchner avaló todos y cada uno de sus actos, incluso con sus cómplices
silencios frente a su avasallamiento.
Ello
explica por qué el neo kirchnerismo premió a Sabbatella con un cargo al frente
de la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR).
La
inmolación tiene su recompensa.
Pero
no fue solo por embestir contra el grupo Clarín:
Cristina
lo premió por haber aceptado acompañar a Aníbal Fernández como candidato a
vicegobernador bonarense en 2015, algo que no todos los estómagos pueden
digerir.
¿Quién
querría estar al lado de alguien mega sospechado de narcotraficante caminando las
calles del conurbano?
Mucho
más podría contar sobre Sabbatella, como su confesión de que nunca terminó el
secundario, o sus bravuconadas patoteriles contra los medios independientes, o
el papelón del 7D… pero no hace falta.
Solo
lo reivindicaré por una cuestión puntual:
Durante
dos años autorizó la pauta publicitaria de Morón en este mismo portal.
Mientras
lo destrozábamos periodísticamente, el tipo seguía pautando.
Aunque
no era mucho dinero, hay que sacarse el sombrero por ello.
Por
el gesto.
No
obstante, un día se cansó de nuestras notas y se acabó la publicidad oficial.
Hubo,
como se presume, intentos de que moderáramos nuestra línea editorial, pero
preferimos elegir la independencia antes que el dinero estatal.
Quería
contarlo porque, como decía mi abuela, “lo cortés no quita lo valiente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario