Por
Enrique Guillermo Avogadro
“La
primera solución para una nación mal administrada es la inflación, la segunda
es la guerra.
Ambas
aportan una salida temporal y construyen una ruina permanente.
Y
ambas son también el refugio de políticos oportunistas”. Ernest
Hemingway
En
la medida en que ignoro todo lo referido a la pandemia mundial que afecta al
mundo, y no quiero incurrir en el pecado tan argentino de opinar impunemente
sobre cualquier tema, me limitaré a expresar mi ferviente apoyo tanto a la
forma en que el Presidente está conduciendo el proceso cuanto al noble
comportamiento de la oposición.
Y la profunda
emoción que me embargó al escuchar a la ciudad entera aplaudiendo a los héroes
anónimos de nuestros sistemas de salud.
Tengo
una sola certeza:
Si
no respetamos –como han hecho los irresponsables que, pese a todo, partieron a
la costa atlántica- la recomendación de aislarnos, finalmente todos estaremos contagiados…
En
ese momento, la actividad económica se detendrá por completo, es decir, se
producirá el mismo efecto, y mucho más extenso y dañino, que el que sin duda
derivará de la cuarentena decretada el jueves por la noche.
Hay
muchas incógnitas económicas y sociales en el aire, planteadas en una situación
nacional de extrema pobreza:
¿Qué
sucederá con los cuentapropistas (taxistas, changuistas, pequeños comerciantes,
etc).?,
¿cómo
sobrevivirán a este monumental parate?,
¿cómo
solucionarán el tema de la pandemia en las villas miseria y en las cárceles,
donde están las mayores situaciones de hacinamiento?
Esto
último viene a cuento, sobre todo, en lo que a los verdaderos presos políticos
–los militares y civiles acusados de crímenes de lesa humanidad- se refiere. Se trata, obviamente, de personas de altísimo riesgo,
por su avanzada edad y por las numerosas patologías que padecen y que, me
consta, los hospitales penitenciarios no están en condiciones de atender.
Ante
los más que razonables pedidos de estos reales condenados a muerte por una
sociedad cínica, mentirosa y cobarde, ya se levantaron las organizaciones de
venganza de la izquierda, defensores de algunos derechos humanos (sólo los de su propia tropa) a gritar
preventivamente en contra, usando los medios de prensa adictos.
Espero, contra
toda experiencia previa, que esta vez, ante una crisis sin precedentes, los
asesinos togados de Comodoro Py entiendan razones y les concedan la detención
domiciliaria.
Dicho
esto, la realidad me obliga a referirme a quien tanto se mofa de los argentinos
en general:
Cristina
Elisabet Fernández.
Preocupados
por la pandemia, nos pasó totalmente desapercibido un movimiento crucial que
ejecutó para hacerse del poder en uno de los aspectos más críticos de nuestra
economía, el mismo que tantas ganancias produjo al conjunto de gangsters que
organizó su marido muerto y cuya jefatura ejerce y que, bajo la conducción de
esos delincuentes, produjo la mayor catástrofe en nuestra historia reciente: la energía.
Para
justificar esta afirmación basta con recordar que, con Néstor Kirchner y su
compulsión a robar, la Argentina perdió el autoabastecimiento energético y fue
condenada a importar electricidad y gas licuado.
Por ese sumidero
se fueron las divisas y llegaron la inflación y la crisis, a la cual la
confiscación de YPF, ejecutada con la complicidad de Repsol (¡teléfono para
Axel Kiciloff, que tan alegremente le pagó!), contribuyó enormemente.
El
martes, y por sendos decretos presidenciales, fueron intervenidos los entes
nacionales de regulación eléctrica (ENRE) y del gas (ENARGAS), cuyos
administradores, designados por concurso, fueron
reemplazados por Federico Basualdo y Federico Bernal, dos asesores
vinculados estrechamente al Instituto Patria, esa colmena en que reina nuestra
propia viuda negra.
Antes, lo había
hecho con Yacimientos Carboníferos Río Turbio (Anímal Fernández) y con ENARSA
(Andrés Cirnigliano), la empresa responsable de la importación de gas y de la
construcción de las faraónicas e innecesarias represas de Condor Cliff y La
Barrancosa, en la Provincia de Santa Cruz.
Con
ellos, y el actual congelamiento de tarifas, a corto plazo repetiremos la
historia de escasez, cortes y despilfarro que vivimos durante todo el
kirchnerismo y, conociendo el paño, volveremos al saqueo general.
Pero lo más
grave, si se quiere, es la conducta personal de Cristina.
Otra
vez, tal como cuando durante su presidencia y se produjeron hechos luctuosos
–el incendio de Cromagnon, las inundaciones de La Plata (espero que no vuelva a
bailar en Plaza de Mayo) y el choque del tren en Once, los dos últimos causados
por el devastador latrocinio de la banda delictiva que comanda- en plena crisis hizo mutis por el foro y se
fue a Cuba, desde donde anunció su regreso para mañana, acompañada ahora
por su hija, prófuga durante más de un año de la Justicia.
Una
vez más, esta jefa espiritual de la horda de pobres cultivados por su
irracional populismo, se mofa de sus idiotas seguidores, sin que ello
parezca afectar la devoción que le profesan.
Bs.As.,
21 Mar 20
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