El
dilema que enfrenta Juntos por el Cambio
Escrito
por Silvia Mercado
El
ex Presidente tiene alta imagen negativa y respaldo en el núcleo duro.
Qué
dicen los dirigentes de la oposición.
Qué
es lo que él quiere
“Se
asiste a un triunfo pírrico de Axel Kicillof, que conurbanizó la problemática
de la peste”,
dijo el popular escritor Jorge Asís en “Animales Sueltos” cuando le tocó
comentar lo que venía en materia de nueva cuarentena, a pesar de los 100 días
de aislamiento obligatorio.
La
conurbanización de la Argentina es el problema estructural más grave que
padecemos los 45 millones de argentinos, incluyendo a los que viven en el
conurbano, claro.
Durante
décadas, la política nacional le dio la espalda a la inequitativa realidad de
15 millones de personas que viven en un territorio de 6000 kilómetros
cuadrados, menos del 1% del total de la Nación.
Siempre
a un paso de estallar, ningún presidente puede gestionar sin realizar algún
tipo de pacto de gobernabilidad con esa realidad lacerante, a la que nadie
todavía le encontró la vuelta.
Son
24 localidades que rodean a CABA o 40, si se toman todas las que integran las
secciones electorales 1º y 3º, lo que incluye a Berisso, Brandsen, Campana,
Cañuelas, Ensenada, Escobar, Exaltación de la Cruz, General Las Heras, La
Plata, Lobos, Luján, Marcos Paz, Mercedes, Navarro, Pilar, Presidente Perón,
parte insular de San Fernando, San Vicente y Zárate.
El
asunto viene a cuenta porque muchos de esos intendentes de lo que se llama
tercer y cuarto cordón del conurbano, con gran cantidad de zonas rurales,
estuvieron enfocados en las últimas semanas en convencer a las autoridades de
la provincia de Buenos Aires para zafar de los criterios impuestos al
conurbano, una idea que inventó Juan Ignacio Utarroz, de Mercedes, que fueron
replicando los que habían hecho las cosas bien en sus propios distritos, lo que
les permitió zafar del regreso a la fase 1.
Es
el caso de Campana, por dar un ejemplo.
Sebastián
Abella, joven intendente de Juntos por el Cambio que va por su segundo mandato,
logró mantener su distrito en algo parecido a la fase 3, con permisos para que
trabajen las profesiones liberales, mientras esperan que la construcción, los
gimnasios y las peluquerías, que tienen protocolos aprobados, esperan la
aprobación.
Despegarse
del conurbano es algo así como un pasaje a la normalidad posible en tiempos de
pandemia, lo que le sucede al resto del país, con provincias que
mayoritariamente están en la fase 4 o 5 de la salida de la cuarentena, salvo las que volvieron en forma temporaria
a la fase 1 por nuevos contagios que provienen de personas que salen del AMBA,
donde el virus tiene transmisión comunitaria.
Es
lo que quisieran muchos políticos en la Argentina. “[Sin el conurbano]
hubiéramos ganado las elecciones en el 2019″, dijo Patricia Bullrich en un Zoom
con peronistas de Juntos por el Cambio que se hizo esta semana que pasó.
En
ese mismo debate, Miguel Ángel Pichetto alertó sobre la posibilidad de que “la
tercera sección electoral está a pocos votos de poner al presidente de los
argentinos”.
Tal
vez sea exagerado, pero no tanto.
Cristina
Fernández de Kirchner tuvo una nueva oportunidad en la política porque en esa
tercera sección electoral, la región más pobre y poblada de la Argentina, el
respaldo que existe a su figura es inapelable, con rangos que llegaron en
algunas localidades al 80% de los votos en distritos que aportan más de 4
millones de electores.
El
radicalismo hace tiempo que abandonó la zona.
Casi
gana Lidia Satragno, Pinky, en 1999 en La Matanza y un candidato de Lilita
Carrió también estuvo a pasos de la hazaña en Lomas de Zamora en el 2007. En ambos casos les birlaron la elección,
tal como reconocen habitualmente, y en off the record, destacados dirigentes
peronistas de la zona.
El
PRO, con Cambiemos, volvió a la Tercera ganando en el 2015 en Lanús, en
Quilmes, en Berisso, en La Plata y haciendo buenas elecciones en casi todos los
distritos.
Mientras,
sostiene firmes estructuras políticas en Almirante Brown, Florencio Varela y
Avellaneda, aunque perdió Quilmes y Berisso.
Sin embargo,
nunca pudo con La Matanza.
En
la última elección, Alejandro Finocchiaro obtuvo el 25% de los votos contra 64%
que alcanzó Fernando Espinoza.
Es
verdad que el peronista quería llegar a 70%, pero igual su triunfo fue más que
contundente.
“En
Laferrere no tienen opinión sobre Macri, ni buena ni mala, no lo registran”,
solían decir los curas villeros ante los enviados de la ex gobernadora María
Eugenia Vidal.
Allí
donde Cristina reina, Macri nunca
existió.
En
cambio, en Córdoba, si hoy hubiera que votar por Macri lo haría el 53% del
electorado según la consultora CB cuya ejecutiva, Cristina Buttlié, dice que “siete de cada diez cordobeses le pide a
los legisladores de Córdoba que vote en contra de la estatización de Vicentin”
si el proyecto llega a la Cámara de Diputados.
Fernández de
Kirchner les provoca alergia, por
decir lo menos.
Su
imagen positiva nunca superó el 20% en la provincia mediterránea y Alberto
Fernández no llegó a 30% en las últimas elecciones.
Es
la fractura argentina.
Dos
países con culturas y visiones tan distintas que parecen irreconciliables.
Como
la Vicepresidenta cuando estaba fuera del poder, la imagen de Macri arrastra un
fuerte peso negativo.
Según
la encuesta, entre el 50 y el 65% de la población tiene una opinión mala o muy
mala del ex Presidente.
No
es algo que desconozca.
Durante
años, Marcos Peña se dedicó a bajar el 50% de imagen negativa que tenía el por
entonces Jefe de Gobierno porteño a nivel nacional.
Decía
que era imposible llegar a la Presidencia con esa mochila.
En
efecto, ese rojo estuvo en 30% cuando compitió para las elecciones nacionales,
y así lo mantuvo por mucho tiempo.
Actualmente,
tampoco es alta su imagen positiva que ronda entre el 30 y el 40%, según la
consultora.
¿Puede
volver a la Presidencia?
La
mayoría de los dirigentes de Juntos por el Cambio cree que no.
Es
lo que dicen -en voz alta o en voz baja- desde Horacio Rodríguez Larreta hasta
Alfredo Cornejo, pasando por María Eugenia Vidal, Rogelio Frigerio, Emilio
Monzó.
Piensan
en un macrismo sin Macri o, más precisamente, en un rol de líder
político retirado, un posicionamiento que suelen tener los ex presidentes
norteamericanos después de los dos mandatos constitucionales.
Sucede,
en este caso, que Macri no reeligió.
Pensaba
retirarse y dejar paso a los más jóvenes de la coalición en el 2023.
¿Querrá una
nueva oportunidad, como la que buscó Cristina?
La
verdad es que nadie sabe, y seguramente tampoco él mismo.
La
experiencia de Gobierno fue traumática para la dirigencia de JxC y las cuentas
pendientes por la distancia que impuso, por la dificultad para implementar
caminos más empáticos con los peronistas que estaban dispuestos a ser parte y
por insistir en una gestión que se trababa a límites exasperantes en la
lapicera de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui (ese modelo estrambótico de
gobernar que eligió) hacen prever una crisis interna si él decide volver a postularse.
Sin
embargo, unos pocos dirigentes están convencidos de que esa posibilidad todavía
existe.
“No
hay ninguna razón para tirarlo a Macri por la ventana, no me parece justo con
él ni con la posibilidad que le dio a la Argentina de encarar un camino
distinto, aunque haya quedado trunco”, dice Pichetto.
Algo
similar piensa la presidenta del PRO, que gasta horas de Zoom con heridos que
dejó el partido en todo el país.
Un
amigo de Macri, alguien que tuvo que dar un paso al costado antes de las
elecciones del 2015, está convencido de que “no es posible Juntos por el Cambio
sin Mauricio y, aunque él no quiera, tiene que ser parte, en el lugar que elija
y del modo que quiera”.
Aunque
lo que se va instalando, cada vez con mayor consenso, es la idea de que “con Mauricio no alcanza, sin Mauricio
no se puede”.
Es
algo parecido a lo que declaraba Alberto Fernández a los medios en febrero del
2018, después de la primera reunión que tuvo la primera reunión con la ex
presidenta. “Con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede”.
Probado
está que la unidad del peronismo les permitió volver al poder, pero, hasta
ahora, no parece que el esquema de reparto interno del poder sea eficiente a la
hora de gobernar, ni siquiera para la toma de decisiones, donde ya es costumbre
ver a un Presidente débil y rodeado, con poco margen de maniobra en el Frente
de Todos, y sin vocación de construir base propia.
Para
el 2023 falta una eternidad y aún para el 2021, una estación para la que la
oposición empieza a calentar motores sin hacer mucho ruido, porque la
preocupación de la sociedad es la salida de la pandemia.
Como
sea, JxC sabe que no solo no hay posibilidad de ganar sin una estrategia en el
conurbano.
Tampoco
es posible gobernar sin una visión estratégica que permita salir del laberinto
que el conurbano plantea, porque con el GBA no alcanza, pero sin el GBA no se
puede gobernar ni darle una salida sustentable a la Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario