El modo en que el ministro de Economía Martín Guzmán y el mismo presidente Alberto Fernández relativizan el peso del dólar blue y su impacto en la vida real funciona de la misma manera que la insistencia del Gobierno en negar la necesidad de la gente de recuperar su trabajo y su vida de afectos en medio de la pandemia.
O
se demoniza o se niega esa necesidad.
La
pandemia también está demostrando que no se puede gobernar de espaldas a la
realidad.
Pero volvamos a la economía.
¿Hay
un problema de incomprensión de la economía?
¿O
la gravedad del problema está claro pero la dificultad de dar con la solución
obliga a la retórica de la minimización, la condena o la negación de la
fijación argentina en el dólar?
La
grieta de fondo agrava el problema.
Pero
la grieta más estructural no es la que enfrenta a kirchneristas con anti kirchneristas.
La
grieta fundamental se da en realidad en torno a una manera de concebir el
Estado y el rol del sector privado.
Es
llamativa la vocación kirchnerista por el "animismo de Estado": el
"Estado te cuida" es la insistencia por dotar de cualidades humanas y
paternales al Estado, un ente abstracto que en realidad funciona sobre todo
gracias a aquellos que según esa concepción del Estado son
"cuidados": los ciudadanos privados que aportan con sus impuestos.
'Estado
presente" y "el Estado te cuida" son inefectivos a la hora de
cumplir con sus responsabilidades.
Sin
esa alianza interesante con el sector privado, los ciudadanos particulares, y
sin la eficiencia en el gasto y en su financiación, el "Estado te
cuida" se vuelve la mayor de las ficciones sobre las que descansa el
pero-alber-kirhnerismo.
"Estado
presente" y "Estado te cuida" no son sinónimos de Estado de
bienestar.
Esa
visión paternalista del Estado se ve también en el modo en que la ciudadanía
kirchnerista se relaciona con el presidente Fernández, lo mismo que con
Cristina Kirchner o Néstor Kirchner, en el pasado.
Pero
con Fernández es más llamativo el efecto porque su trayectoria, que lo mantuvo
alejado del contacto con la ciudadanía y más involucrado en las bambalinas del
poder, contrasta con la operación ternura con la que se lo agasaja.
Se
notó sobre todo en los primeros meses de su gobierno y de la pandemia: niños,
mujeres e inclusive hombres adultos no dudan, aún ahora, en incluir corazones y
otros emoticones tiernos en sus menciones a Fernández en Twitter, por ejemplo.
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