"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 17 de octubre de 2020

Los problemas sin solución de Alberto Fernández V

Y ese es otro de los grandes problemas del kirchnerismo en sus distintas versiones:

La dificultad para administrar la convivencia entre mayorías y minorías.

El presente argentino además subraya ese desafío en la medida en que la mayoría, el 52% de los argentinos, no votó al binomio Fernández - Kirchner.

La idea de que el oficialismo gobierna y la oposición se mantiene en su rol es cuestionable en Argentina:

Por un lado, en este caso, por el peso de cada sector: un 41% de los votos es una parte sustantiva de la sociedad, que debe ser escuchada.

Por otro lado, porque las demandas estructurales insatisfechas durante tantas décadas exigen un cambio de lógica en el que el punto de vista de la oposición sea incorporado como dato en el presente.

Y no patearlo hacia adelante para cuando arme un partido y gane las elecciones.

Las mayorías son siempre temporarias.

Nada bueno dura tanto: tampoco el poder.

Y un país en marcha piensa el presente en función de un futuro sustentable:

Los volantazos en las visiones del mundo no le convienen a nadie.

En las sociedades con una paz social naturalizada, los cambios de gobierno se perciben apenas en las diferencias marginales de sus políticas.

Difícilmente se vivan con estrés por la gente de a pie.

La vida ciudadana está volcada a otras cuestiones: no hay pérdida de energía social en el correr agotador detrás de un futuro que se escapa de las manos.

La velocidad en la escalada del dólar es la representación de ese horizonte de bonanza que es escurre entre los dedos.

La definición más inquietante de Alberto Fernández esta semana, en la entrevista con Horacio Verbitsky, tuvo que ver con eso, con la utopía de la hegemonía pero-kirchnerista.

Para Fernández, su gobierno es "el último proyecto para que todos juntos no permitamos que el conservadorismo vuelva a hacerse cargo de la Argentina nunca más".

Es decir, la negación, exclusión y borramiento de la mirada de un 41% de los argentinos.

Pero no de los dirigentes opositores sino de las ideas y visiones de la argentina que la ciudadanía que integra ese 41%.

Esa ilusión de excluir al otro distinto es otro de los grandes problemas argentinos.

Hay tolerancia de género al infinito.

De religión. De origen.

Pero la tolerancia hacia el que piensa políticamente distinto no encuentra su lugar en la gramática política.

No hay lenguaje inclusivo que integre a los que piensan distinto.

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