Una diferencia que trae algo de optimismo en el presente: lo que sucede en este momento en Argentina es inédito y no sólo por la pandemia.
Por
la propia lógica de la joven democracia argentina.
No
es 2001.
Ahora
hay una oposición que terminó su mandato y perdió por solo 7 puntos: el riesgo
de alternancia para el oficialismo de turno, cualquier oficialismo, es una
buena noticia para la sociedad.
Y
por otro lado, hay un peronismo que por primera vez está perdiendo su fama de
garante de la paz social en momentos de crisis.
Ya
no es el partido piloto de tormentas.
Quedó
claro que nadie puede gobernar solo la tormenta perfecta: esa es una lección
que empieza a tomar forma después de 37 años de una democracia que generó sus
propias deudas.
La
marcha de la historia de la recuperación de la democracia es una flecha lanzada
hacia el futuro.
Una
evolución que muestra nuevos especímenes y nuevos eventos tectónicos.
El
problema es que estamos justo en una de sus grietas.
Ese
el mayor desafío...
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