Por Enrique Guillermo Avogadro
"O dejamos que el pasado entierre al futuro, o hacemos que el futuro entierre al pasado".
Thomas
Friedman
La generosidad de un grupo de importantes amigos (diplomáticos, historiadores, economistas, periodistas, politólogos, militares, expertos en agroindustria, etc.) permitió que me incorporara, desde el inicio de la "cuarentena", a una reunión diaria de reflexión sobre la realidad argentina e internacional y, ante todo, la probabilidad de cambiar el rumbo de colisión que hemos escogido desde hace décadas.
En
ese foro se plantearon los defectos que encontramos en el principal bloque
opositor, Juntos por el Cambio, en especial por la falta de una propuesta
general, que pueda ofrecer a la ciudadanía un horizonte optimista para salir de
la profunda crisis en que nos encontramos.
Hasta
ahora, ese conglomerado de fuerzas políticas -PRO, Radicalismo y Coalición
Cívica- está limitando sus acciones a denunciar los ataques del Frente para
Todos contra la República y sus instituciones, quedándose en la estricta
coyuntura y sin obtener fruto alguno por la cerril resistencia de sus
adversarios.
El Instituto Patria, ese semillero de economistas populistas y pende-viejos de La Cámpora que comanda Cristina Fernández y que cada vez ocupa más lugares claves en los estamentos del Estado y en las cajas más apetecibles, trabaja todo el día, y todos los días, para convertirnos en una nación asolada por la miseria, la incultura y la corrupción masiva, en el que todos seamos dependientes de un corrupto Estado a cada momento más escuálido e ineficaz, siguiendo fielmente el modelo que impusieron a sus pueblos los tiránicos regímenes cubano, venezolano y nicaragüense.
A nuestro modo de ver, sólo hay un equipo de trabajo, del cual forman parte los mejores cuadros de Recrear y Uni2, que ha elaborado un plan de gobierno y de políticas públicas capaz de devolvernos la esperanza en la posibilidad de un futuro distinto al que nos ofrece el nefasto pasado, producto de la reiteración de errores y malas intenciones, los mismos que hoy exhibe nuestra cotidianeidad.
Me
refiero a Libertad y Progreso, y el plan puede leerse en https://tinyurl.com/yyaaekzr.
En él encontrará
propuestas concretas a temas tales como: reforma del Estado, impuestos y
coparticipación federal, régimen laboral, comercio exterior, seguridad
ciudadana, defensa, Justicia, educación, sistema financiero y política
energética…
Es
decir, todos los asuntos clave para dar un real paso adelante, verdaderamente
diferente a los que hemos dados hasta aquí.
En agosto, si Máximo Kirchner quiere, tendremos PASO.
Y deberían
servir para que todos quienes nos consideramos opositores a este trágico
oficialismo compitamos en ellas dentro de una misma estructura, de modo tal que
sean los ciudadanos de a pie quienes elijan los candidatos que llevemos a las
legislativas de octubre.
Obviamente,
esa unificación necesita de la generosa aceptación de Juntos por el Cambio a
competir con otros candidatos, peronistas no K, conservadores, liberales y
provenientes de otros partidos minoritarios que, dispersos, pueden complicar el
resultado esencial que necesitamos: impedir que el Frente para Todos obtenga la
cantidad de diputados adicionales que le permita acceder al quórum propio, o
sea, el avasallamiento final de la República.
No niego que el camino será arduo, porque tantos años ininterrumpidos de populismo han hecho que la mentalidad de la mayoría de la sociedad esté hoy infectada de esa rara enfermedad que consiste en pensar que todos los bienes y los servicios son derechos humanos, que el Estado debe proveernos de ellos sin que nos cuesten (¡qué falacia, ya que la pagamos siempre con los enloquecidos impuestos!) y que el trabajo, el esfuerzo y el mérito no pueden ni deben sernos exigidos para mejorar nuestra condición.
Pero parte, al menos, de ese camino lo está transitando el Gobierno, alivianándonos la tarea.
Al repetir las
dañinas políticas de precios y tarifas, de intervención en la economía y en la
energía, de ignorancia de los contratos, de idas y venidas en normas y
regulaciones, de creciente corrupción y de capitalismo de amigos, de guerra
contra el campo y la prensa libre, de ataque a la Justicia, de repudio a la
modernidad y a la inversión que practicaron durante los primeros doce años y
medio en que Cristina Fernández y su marido ejercieron el poder, pronto se
topará con la dura pared de la falta total de recursos para financiar sus
disparates.
Si espera que China o Rusia (ya no está Hugo Chávez) vengan en su ayuda, las onerosas contraprestaciones en soberanía que le pedirán estos países, cuyas terribles violaciones a los derechos humanos no parecen molestarla, podrían ser un fósforo letal para una situación local de por sí ya explosiva. En ese escenario también incluyo una situación a la cual no prestamos la debida atención.
Me
refiero al conflicto con los pseudo-mapuches, que están replicando en el sur
argentino y chileno la aventura que protagonizó en 1975 el ERP en Tucumán,
donde pretendía construir un territorio separado del Estado argentino y lograr
el reconocimiento internacional como parte beligerante.
Entonces
y ahora, la presencia de las fuerzas legales era resistida violentamente por
los insurrectos, con la abierta colaboración de funcionarios gubernamentales,
hasta que el gobierno peronista ordenó la represión con el Operativo
Independencia.
Pero, a
diferencia de aquella época, hoy los terroristas están asociados con los
grandes carteles del narcotráfico, las FARC colombianas y el Sendero Luminoso
peruano.
Todavía hay una oportunidad para el optimismo.
¡No
la desperdiciemos!
Bs.As., 23 Ene 21
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